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¿Y por qué no educar a la población general en la fabricación y uso correctos de las mascarillas caseras?

Enfermera del Hospital Morales Meseguer haciendo su propia mascarilla

Esther Samper

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En estos momentos, hay un intenso debate internacional sobre si el uso de mascarillas en la población general podría ayudar a frenar la pandemia de Covid-19. Instituciones sanitarias y gobiernos de diferentes países mantienen posturas contrarias y, así, mientras en algunos países puede ser delito no llevar mascarillas, en otros su uso está totalmente desaconsejado.

Diversos expertos en salud pública de diferentes países han solicitado a las instituciones sanitarias internacionales que revisen sus recomendaciones sobre las mascarillas en la población general.El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y la OMS lo están haciendo en estos momentos, y no sería ninguna sorpresa que en las próximas semanas las recomendaciones de diferentes gobiernos y autoridades sanitarias se inclinasen hacia una posición más favorable al uso de mascarillas para sus habitantes. Ya lo estamos viendo en algunos países europeos, como la República Checa o la ciudad alemana de Jena.

Es cierto que, en estos momentos contamos con una elevada incertidumbre científica sobre si las mascarillas en la población general pueden ser aliadas o enemigas en la lucha contra la pandemia de Covid-19. Los pocos estudios al respecto no nos aportan certezas, algo a lo que nos estamos acostumbrando en esta crisis sanitaria con otros muchos aspectos críticos. Los médicos están aplicando tratamientos experimentales a sus pacientes por la sencilla razón de que no hacer nada y esperar a ver qué dicen los resultados de los ensayos clínicos no es una opción cuando los pacientes se enfrentan a un ingreso en la UCI o a la muerte. Aunque siempre deberíamos contar con la ciencia para tomar decisiones, especialmente sobre la salud de las personas, hay ocasiones en las que la urgencia nos obliga a actuar con incertidumbres porque puede que cuando lleguen las respuestas sea demasiado tarde.

Instituciones sanitarias como el Ministerio de Sanidad o la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidieron hace meses que, frente a la falta de estudios científicos sobre el papel de las mascarillas en la población general, la mejor opción era desaconsejarlas para todos aquellos que estén sanos. Era una opción prudente, pues existe una enorme escasez de mascarillas de la que no se libran ni profesionales sanitarios, ni enfermos, ni personas en contacto estrecho con ellos, no solo en España, sino en multitud de países. El principal riesgo de recomendar las mascarillas a la población general en estos momentos es sufrir un desabastecimiento aún más extremo para los colectivos que más las necesitan. Además, dada la mayor importancia de otras medidas, como la higiene de manos, la etiqueta respiratoria, la cuarentena en casa o la distancia de seguridad, se cree que el margen de acción de las mascarillas en la población sana es limitado.

Sin embargo, existe un aspecto clave en la pandemia de Covid-19 que es determinante sobre la potencial utilidad de mascarillas entre la población general: se puede producir el contagio por personas asintomáticas aparentemente sanas (bien porque todavía están en fase de incubación, bien porque permanecen asintomáticas siempre). Dado que el contagio asintomático está contribuyendo a la expansión de la pandemia, ya no queda tan claro que las personas sanas de la población general deban evitar las mascarillas, como recomienda la OMS o el Ministerio de Sanidad. Porque no sabemos quiénes de las personas sanas pueden estar difundiendo el virus al hablar, al toser, al estornudar e incluso al respirar. Sabemos que las mascarillas caseras, aunque son menos eficaces que las mascarillas quirúrgicas, pueden también limitar en mayor o menor medida la difusión de gotitas respiratorias de las personas infectadas a las superficies, objetos y personas de alrededor.

A pesar de las claras recomendaciones del Ministerio y de la OMS, muchos ciudadanos españoles se han decantado por la compra y/o fabricación de mascarillas. Basta ir al supermercado para encontrarse con personas con mascarillas caseras, quirúrgicas e incluso FFP2 y FFP3. También se han multiplicado las iniciativas de fabricación de mascarillas caseras en múltiples lugares de España. Mientras tanto, profesionales sanitarios de numerosos centros se ven obligados a reutilizar sus mascarillas o incluso recurrir a la solidaridad para que les entreguen estos elementos de protección. La situación es tan desesperada en algunos centros sanitarios que sus profesionales también están aceptando mascarillas caseras, algo extremadamente arriesgado si tenemos en cuenta el elevado riesgo de contagio que tiene este colectivo.

Además de observarse un porcentaje creciente de personas que usan mascarillas al salir de casa, también se aprecia otro fenómeno asociado: la gran desinformación que existe sobre la protección que ofrecen y sobre cómo usarlas correctamente. Como las autoridades sanitarias han centrado sus mensajes en que no tiene sentido que la población general use las mascarillas, no ha habido ninguna labor de educación sobre ellas. El resultado es multitud de malas prácticas asociadas a las mascarillas entre los ciudadanos, que disminuyen o incluso pueden eliminar cualquier posible efecto positivo derivado de su uso.

Si la población general está adquiriendo y usando mascarillas en su vida diaria, usándolas muchas veces mal e ignorando las recomendaciones de las autoridades sanitarias y, además, no podemos saber con certeza quién contagia y quién no, ¿no sería una mejor estrategia que las autoridades recomendasen las mascarillas caseras a la población general y educase, además, sobre su fabricación y uso?

Entre las dos principales críticas al uso de mascarillas entre los ciudadanos destacan que pueden dar una falsa sensación de seguridad y que se usan a menudo mal. Claro que hay gente que las usa mal y no es consciente de cómo funcionan las mascarillas, no han recibido información ni formación sobre ello por parte de las autoridades. No es una razón para desaconsejar su uso, sino para educar en su uso. Como también hay gente que se lava mal las manos y no por ello las autoridades dejan de insistir cada día en cómo lavarse bien las manos y por qué es importante hacerlo.

Con la actual situación de desabastecimiento de mascarillas, si las autoridades dieran unas directrices claras a la población sobre cómo fabricarlas con ciertas garantías (explicando detalles como su esterilización, qué tejidos son mejores, la importancia del ajuste en la cara...) se podría conseguir que los ciudadanos usaran más adecuadamente las mascarillas caseras y se centraran en ellas, aliviando la demanda sobre las mascarillas médicas tan necesitadas por los profesionales sanitarios y enfermos. Es más, el Gobierno incluso podría facilitar la adquisición y distribución de los tejidos más adecuados para la fabricación de mascarillas caseras, para que su eficacia fuera equivalente a las quirúrgicas.

Durante estas semanas han aparecido multitud de iniciativas solidarias en España como la fabricación de mascarillas caseras. Hay mucha gente, con bastante tiempo libre por la cuarentena, que está deseando echar una mano y contribuir para frenar esta pandemia. ¿Por qué no canalizar correctamente esta solidaridad con materiales, información y formación?

Existe otro factor clave a favor de educar a la población en el uso y fabricación de mascarillas. No vamos a estar indefinidamente confinados en nuestras casas. En las próximas semanas, antes o después, tendremos que salir e ir haciendo paulatinamente vida normal. Va a ser vital tomar medidas muy cuidadosas durante semanas para evitar que se produzcan nuevos brotes y ahí, en una situación en la que no podemos saber con certeza quién está infectado o quién no, las mascarillas pueden resultar útiles para evitar que gotitas de saliva con virus se dispersen por superficies del bus, el metro o un restaurante que originen nuevos focos de contagio.

Perder la pista de la transmisión comunitaria en España (debido, en parte, a casos de transmisión asintomática) fue el comienzo de la actual epidemia descontrolada que estamos sufriendo. Deberíamos evitar a toda costa que otra transmisión comunitaria oculta de coronavirus ocurra de nuevo. El uso temporal de mascarillas caseras (hasta que haya mascarillas médicas para todos) por la población general podría ser un factor que nos ayude en este objetivo.

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