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De relatores, observadores y otras criaturas del averno

Albert Rivera y Pablo Casado

Elisa Beni

“No prepara para la paz el ensordecer a los hombres con cháchara de forma que no puedan escuchar ya la voz de la razón”

G. K. Chesterton

Yo no me siento humillada porque en una mesa de partidos vaya a sentarse alguien para ser testigo o para dar confianza a una parte. Muchas personas en este país no se siente humilladas por eso. Vincular la dignidad personal a la fórmula que se adopte para intentar resolver un conflicto o incluso para negociar unos presupuestos no parece muy ontológico. La dignidad es algo que probablemente desconocen los que no tienen ningún reparo en utilizar todo para tocar poder. Eso es lo que sucede, no lo duda nadie. Acusan a Sánchez de aferrarse al poder, que es lógico, sólo porque ellos quieren ocupar su sitio. La humillación es también según el diccionario abatir el orgullo y la altivez de alguien. No cabe duda de que muchos van sobrados de esto y, claro, todo les humilla. La altivez de pensar que sólo es aceptable que sus ideas primen, que ellos tomen el poder y que se imponga a todos su forma de entender España. Ese orgullo es el que dicen ver herido. Eso y que les viene muy bien electoralmente poder armar jaleo porque, en realidad, el triste destino de Catalunya les importa un bledo. Les humilla, más que nada, no mandar.

Un país no puede ser humillado. Sólo pueden serlo las personas. Es muy triste que los batalladores constantes por el idioma español frente a todo ataque y toda afrenta, lo pisoteen sin prejuicios cuando se trata de crear un relato para rascar votos. Un país no puede ser humillado y aceptar la presencia de terceros como observadores, invitados, testigos o cualquier otra cosa no constituye ningún demérito en ningún país democrático, ni siquiera en España hasta que llegaron ellos. Si para hablar hace falta un testigo que tranquilice a una parte ¿qué problema hay? ¿Por qué es indigno que alguien observe o incluso medie? La verdadera cuestión es entre quién lo haga y con qué efectos.

En España se han admitido relatores internacionales que cuestionaban temas muy comprometidos. En octubre de 2003, gobernando Aznar, llegó a España Teo von Baven, relator de la ONU para la tortura, para investigar y analizar qué estaba pasando con el enorme número de denuncias. A pesar de que el gobierno del PP pensaba que eran todas falsas denuncias de etarras no puso inconveniente al trabajo del relator. Me imagino la humillación que sentirían hoy Casado y Rivera si llegara un tipo extranjero a hacer preguntas al gobierno español, al gobierno vasco, a los jueces y funcionarios e incluso a los etarras presos. ¡Humillación, traición, aquí nadie nos cuestiona, ni a nosotros ni a nuestra Justicia!, clamarían. Aznar no clamó y además se tragó un informe durísimo. En 2008, ya gobernando Zapatero, volvió otro relator, Martin Scheinin, porque la cuestión de las torturas seguía preocupando. Ídem de lienzo.

Un relator sobre Justicia y Reparación también vino a inspeccionar y visitó el Valle de los Caídos y se entrevistó con víctimas y autoridades. Informó al final de la necesidad de juzgar a los responsables de la dictadura. Todos sobrevivimos a ello. En todos los casos eran extranjeros y en todos los casos vinieron a supervisar temas sensibles. A todos los gobiernos les pareció que lo mejor era mostrarse transparentes y colaborar. Ni el país se hundió ni la humillación venció a ninguno de los que ahora claman. Como clama Casado ya sin freno, sin control y en un círculo de desbarre permanente. Primero se saltó las normas democráticas al pretender que Sánchez era ilegítimo, ahora le calumnia acusándole de un delito −el de traición− que no ha cometido. Los déficits del líder del PP en este campo son cada vez más palpables, no importa que te santifiquen un máster porque lo que importa es haber aprendido, y al final la trampa campa. No me cabe duda de que muchos de los juristas y personas de Estado que forman parte de ese partido no deben tener ya cuajo para tragar con tanto sapo.

Hay muchos ciudadanos a los que lo que nos parece humillante es que se niegue el diálogo y la posibilidad de reconducir la situación. A muchos puede parecernos una felonía que no importe excitar los odios y los desencuentros como forma de obtener rédito electoral y que se esté llevando a toda la sociedad española a una profunda crisis, a un frentismo peligroso y a un enfrentamiento ideológico en el que no cabe sino la imposición y el exabrupto. Eso sí que me parece traicionar los principios más sagrados de la democracia y los pilares sobre los que constituimos nuestra convivencia. Lo que era aceptado ahora es revolucionario. En este país se puede ser independentista y republicano. Y cada vez han conseguido que más gente se aborregue pensando que ese es el pecado y no la forma de intentar conseguirlo. Si, como dicen algunos, se invita a ejercer ese papel a un miembro del PNV ¿qué habría de malo en un encuentro de partidos españoles en España? ¿Estuvo mal que Urkullu intentara convencer a Puigdemont?

Lo mismo sucede con la cuestión de los famosos “observadores internacionales” en el juicio del procés. También la sencilla cuestión de si dejar o no un asiento a unas personas de fuera en la sala de vistas se ha trasladado en términos de honor mancillado de una Justicia que se piensa que altiva es un adjetivo que debe mimar más que el de conciliadora o transparente. ¿Qué problema hay en reservar un asiento a miembros de organismos internacionales? No se trata de ninguna otra cosa sino de que tengan donde sentarse porque entrar pueden entrar de cualquier modo. ¿Y, entonces, cual es el problema? El senado español mandó una comisión al juicio de Pablo Ibar para estar con los padres y ver el proceso ya que, no lo olviden, en España pensamos que Ibar fue condenado injustamente y aún tenemos dudas sobre este segundo juicio. ¿Ha sido humillada la Justicia norteamericana? En Florida les trataron con toda la deferencia y les reservaron su sitio en la sala. Ha habido enviados españoles, también del Consejo de la Abogacía, a juicios en Marruecos, a los que acudieron también diputados de Ciudadanos, o en Sudamérica y dudo que lo hicieran para humillar a nadie.

Supongo que lo que para todos vale, para España no. Vuelve el hombre y vuelve el orgullo herido y la herida de honor de la España eterna. Ese que sacaba al hidalgo famélico con palillo y que vengaba a fuego la libertad sexual de las mujeres de la casa. Ese que sólo nos trajo oscuridad y tinieblas. Ese siempre ofendido y siempre en duelo. Ante eso, qué quieren, también somos españoles los que clamamos porque se haga la luz y la palabra.

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