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Suecia descubre que decenas de policías han filtrado información a las pandillas: “Hemos sido demasiado ingenuos”

Agentes de policía montan guardia en el exterior de un edificio tras una explosión en un edificio en Handen, al sur de Estocolmo.

Òscar Gelis Pons

Copenhague —

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Suecia parece aún lejos de atajar el problema con la violencia y el crimen organizado que en los últimos años está protagonizado oleadas insólitas de tiroteos, explosiones y asesinatos por el control del mercado de la droga en el país nórdico. Un nuevo escándalo ha sacudido el país esta semana tras la revelación de cómo los miembros de las pandillas tienen infiltrados en los cuerpos policiales desde hace años. El caso empezó tras la publicación de una investigación llevada a cabo por el periódico Dagens Nyheter, que detalla pruebas de cómo agentes, jefes de policía e investigadores directamente implicados en la lucha contra el crimen organizado han sido captados y utilizados por las bandas.

La serie de reportajes ha causado una gran indignación pública, también por los métodos revelados para atraer a miembros de los cuerpos de seguridad. Una de las formas más recurrentes es, de acuerdo con estas informaciones, estableciendo relaciones personales o sexuales entre miembros de las bandas criminales y policías (la mayoría mujeres) tras conocerse en aplicaciones de citas. Otra forma frecuente es utilizando a agentes de policía de origen extranjero que ceden a la presión de familiares o amigos que están relacionados con el entorno de las pandillas para que les filtren información.

El primer ministro del país, Ulf Kristersson, no tardó en reaccionar a las revelaciones, afirmando que se trata de “una información muy preocupante”. El jefe del Ejecutivo añadió que, sin una investigación oficial, aún no se puede determinar que los hechos que describe el periódico constituyan una amenaza para la seguridad nacional. Sin embargo, añadió, “la mera sospecha por sí sola es muy perjudicial para la seguridad pública y la confianza en la policía”. El Ministerio de Justicia convocó el pasado martes una reunión con los directivos policiales para abordar el problema, sin que hayan trascendido los detalles. Por su parte, la jefa de la policía nacional de Suecia, Petra Lundh, se ha mostrado muy contrariada. “En los últimos años se ha trabajado de manera muy activa contra las filtraciones, pero hemos sido ingenuos”, ha dicho.

524 denuncias por filtraciones desde 2018

Según el periódico sueco, las revelaciones publicadas han sido posibles tras más de 50 entrevistas con fuentes policiales y del entorno de las pandillas, respaldadas por cientos de documentos públicos y el acceso de los periodistas a documentos clasificados. La investigación muestra que, a pesar de que el problema no había salido a la luz pública hasta ahora, desde 2018 ha habido 524 denuncias por sospechas de filtraciones policiales. Entre ellas hay decenas de casos que están a la espera de juicio o que nunca se han llevado a los tribunales por falta de pruebas suficientes. Sin embargo, en al menos 30 casos, los policías han sido despedidos u obligados a dejar su cargo tras evaluarse que representaban un riesgo para la seguridad. Las páginas del Dagens Nyheter también describen 14 casos en los que hay “evidencias sólidas” de que empleados de la policía habrían dado información a miembros del crimen organizado.

Uno de los casos que desvela la investigación es el de Elin (nombre ficticio). La joven cadete de policía conoció a su novio, que era miembro de una pandilla, en la aplicación de citas Happy Pancake. Elin escondió su relación a su entorno familiar y laboral mientras estaba en la academia. Más tarde, fue desplegada a una ciudad en el sur de Suecia, golpeada recurrentemente por la violencia de las pandillas. Durante cuatro años, Elin proporcionó información confidencial al entorno criminal de su pareja, hasta que fue descubierta.

En los documentos revelados hay muchos casos como el de Elin, pero también con agentes con mucho más rango y experiencia. Por ejemplo, se describe cómo una oficial detective, que desempeñaba un papel clave en varias regiones policiales, mantuvo relaciones amorosas con dos personas pertenecientes a pandillas. Uno de ellos era primo de Rawa Majid, uno de los criminales más buscados en Suecia por ser el líder de la banda Foxtrot. La investigadora fue declarada culpable de revelación de datos y fue multada. Sin embargo, la investigación judicial no pudo probar cargos más graves contra ella.

En otro caso, una investigadora en la región de Norrland mantuvo relaciones sexuales con cuatro hombres que manifestaron abiertamente pertenecer al entorno criminal. Los encuentros ocurrieron al mismo tiempo que la detective trabajaba en una investigación contra uno de los hombres. La oficial de policía fotografió la pantalla de su ordenador del trabajo y filtró documentos clasificados, incluidos varios archivos elaborados por los servicios de inteligencia. Este caso se destapó en enero de 2021, tras un aviso por las filtraciones que provenían de la comisaria donde ella trabajaba.

En un informe reciente del Consejo para la Prevención del Crimen se describe cómo las pandillas trabajan para reclutar a policías corruptos (tanto hombres como mujeres) explotando sus vulnerabilidades. Más allá de los casos que envuelven a relaciones entre criminales y policías, las pandillas también buscan reclutar informantes entre agentes que compran droga, o presionar a los miembros del cuerpo que tienen vínculos familiares o amistades en el entorno de las pandillas. El Dagens Nyheter ha hablado con un criminal que afirma haber reclutado varias veces a policías. Esta fuente anónima explica cómo se lleva a cabo uno de los métodos más utilizados a través de las aplicaciones de citas: “Abres Tinder y estableces un radio de búsqueda en la aplicación alrededor de una academia de policía. Cuando abres un chat con una persona es fácil comprobar en sus redes sociales si se trata de un cadete de policía. A partir de ahí, se trata de establecer una relación”, dice.

Violencia sin tregua

La información de las filtraciones ha caído como un auténtico jarro de agua fría en las autoridades policiales y el Gobierno, que llevan años luchando para contener la violencia contra el crimen organizado. El ministro de Justicia, Gunnar Strömmer, cifró anteriormente en 62.000 el número de personas en el país con algún vínculo con las bandas criminales (lo que representa uno de cada 168 habitantes en un país con 10 millones de personas). De ellos, la policía tiene registrados a 14.000 individuos como “miembros activos” en las pandillas: “Estamos hablando de una criminalidad que amenaza al sistema, que controla el mercado de la droga mediante mucha violencia, que silencia a los testigos, que intimida a los trabajadores sociales, que se infiltra en las autoridades y en los partidos políticos”, afirmó el ministro en diciembre.

La coalición conservadora del primer ministro Ulf Kristersson llegó al poder en 2022 con la prioridad de reducir los niveles de violencia en el país. Entre las medidas que se han llevado a cabo, el Ejecutivo ha aumentado el número de policías desplegados en las calles y ha dado más flexibilidad jurídica a las fuerzas policiales para efectuar registros y escuchas telefónicas. Pero, a pesar de la mano dura, el pasado septiembre Suecia vivió una de las peores espirales de violencia que dejó 12 muertos y más de 40 episodios violentos en 20 días. Esta última oleada de crímenes se produjo tras el ajuste de cuentas brutal entre dos bandas rivales, lo que llevó al Gobierno de Kristersson a llamar al Ejército para apoyar a la policía en tareas logísticas contra el crimen organizado.

En total, en 2023 se produjeron 62 muertos y 391 incidentes con armas de fuego, lo que representa una ligera mejora respecto al año anterior, pese a que se produjeron más explosiones (149 incidentes). En este 2024, de momento, se han producido 67 tiroteos que provocaron 12 muertos, unas cifras que triplican las de países vecinos como Dinamarca y Noruega.

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