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Mounjaro
A Ozempic le sale competencia: llega un tercer fármaco para perder peso con la expectativa de ser otro 'superventas'

Ozempic

Sofía Pérez Mendoza

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Al fármaco 'milagro' para tratar la diabetes, que también se usa contra la obesidad y se ha hecho mundialmente conocido por este último motivo bajo el nombre comercial de Ozempic, le ha salido un competidor. El próximo 1 de julio empieza a comercializarse Mounjaro en España, un medicamento de un nuevo grupo terapéutico –tirzepatida– que promete “una potenciación importante del efecto”, tanto en la pérdida de peso como en el control de los marcadores que miden la diabetes, con un “mecanismo de acción más completo”, según la compañía que lo saca al mercado, Lilly, y que este lunes presentará el fármaco en Madrid.

La farmacéutica, que ya vende el compuesto en Reino Unido, Alemania, Polonia y Estados Unidos, ha visto resultados sorprendentes en sus ensayos. La mitad de las personas diabéticas (tipo 2) alcanzaron la normoglucemia –un nivel normal de azúcar en sangre, asimilable a alguien sin la enfermedad– y cuatro de diez con obesidad redujeron su peso un 25% o más, una proporción equivalente a la que se consigue con una cirugía y que permite empezar a revertir complicaciones asociadas.

La novedad de Mounjaro es que bloquea dos hormonas que se producen en el intestino cuando comemos: son el péptido GLP1 (sobre la que actúa Ozempic) y, de forma más novedosa, el GIP. Ambos forman parte de un complejo sistema que regula, además de la insulina en sangre, el apetito. “Aumenta la sensación de saciedad y la secreción de insulina, enlentence el vaciado gástrico y hacer crecer el metabolismo del tejido adiposo (graso)”, concreta el director médico de Lilly en España, José Antonio Sacristán.

Este doble efecto explica el gran éxito de estos fármacos en varios ángulos. En lo terapéutico, los profesionales sanitarios han abrazado estas moléculas porque son un recurso eficaz para tratar dos enfermedades que afectan “a más del 30% de la población española”, explica Inka Miñambres, miembro del área de obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). “Todas las directivas internacionales nos conducen a que los fármacos contra la diabetes, además de controlarla, generen beneficios cardiovasculares y renales”, añade Carlos Miranda, responsable del Grupo de Trabajo de Diabetes de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Los dos creen que la llegada de Mounjaro es un “recurso más” y una “buena noticia”.

Ozempic solo está financiado para el tratamiento de la diabetes; si no se cumple este criterio, el médico puede recetarlo como una vía para perder peso pero se paga del bolsillo del paciente. Cuesta unos 140 euros al mes. El Mounjaro no estará cubierto para nadie porque la farmacéutica ha pedido expresamente la exclusión al Ministerio de Sanidad “para estar cuanto antes en la farmacias”, confirma una portavoz de la compañía, que achaca esta decisión a un asunto administrativo. “Hubo una falta de reconocimiento del valor de la tirzepatida en diabetes y se incluía en el grupo de los arGLP1 sin reconocer la nueva clase terapéutica que supone”, desarrolla.

El segundo ángulo que compone el 'puzzle' del éxito es el social. Convertido en superventas, se ha popularizado entre quienes pretenden bajar unos kilos al calor de influencers y celebrities –como Elon Musk o Kim Kardashian– que pregonan sus beneficios incluso hasta dar problemas de abastecimiento. Para obtener la prescripción en España, el paciente debe tener un Índice de Masa Corporal superior a 30. Por debajo, no debería indicarse aunque el paciente lo sufrague. “Hay gente que lo está buscando por vías alternativas, sin seguimiento médico ni controles, solamente por el hecho de que se pierde peso”, confirma Miranda, que recuerda que para ser efectivo debe combinarse con una alimentación saludable y ejercicio físico. Hay consenso entre las fuentes consultadas en que se debe priorizar, a la hora de prescribirlo, a las personas de más riesgo y nunca hacerlo “fuera de ficha técnica”.

Hace dos meses, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) alertó de que Ozempic se estaba prescribiendo “para indicaciones no incluidas en su ficha técnica” y recordó que es prioritario para las personas diabéticas para las que está financiado, para evitar el desabastecimiento. Incluso detectó que se estaba vendiendo sin receta en algunas farmacias. El problema es de escala mundial: el sistema de vigilancia de la Organización Mundial de la Salud ha registrado, a raíz del crecimiento en la demanda a partir de 2022, un aumento en los medicamentos falsificados de esta familia –los que contienen semaglutida– en todo el mundo.

Grandes expectativas

Si el sector pensaba haberlo visto todo con el boom de las vacunas contra el coronavirus, este fenómeno parece haber llegado para desbancar a aquel. La farmacéutica danesa que fabrica Ozempic, Novo Nordisk, sacó al mercado otro producto llamado Wegovy con la misma molécula pero dosis más altas, indicadas específicamente para el tratamiento de la obesidad. Este fármaco empezó a venderse en España el 1 de mayo y no está financiado.

Novo Nordisk se convirtió el pasado septiembre en la compañía europea con mayor valor en bolsa. Entonces valía 398.000 millones de euros. En 2023 la compañía pulverizó sus resultados: registró un beneficio un 50% superior a un año antes. 11.225 millones de euros. Los ingresos vinculados a la comercialización de Ozempic (casi 13.000 millones) y Wegovy son los responsables de ese crecimiento.

Lilly tiene grandes expectativas con Mounjaro: desde 2020, la compañía ha gastado 18.000 millones de dólares en cuatro nuevas fábricas específicamente para este fármaco (dos en Estados Unidos, una en Irlanda y otra en Alemania), explica el director médico, José Antonio Sacristán, a elDiario.es. “En previsión de la demanda nos hemos preparado, no queremos comercializar el fármaco hasta que no tengamos cierta seguridad de suministro. Hemos triplicado la capacidad de producción”, anota.

Este tipo de fármacos, además, garantizan un consumo de por vida. Una vez que se deja de tomar, el apetito vuelve y, con él, los kilos que se perdieron. Los estudios clínicos apuntan que las personas que dejaron de tomar Wegovy recuperaron dos tercios de su peso. “No hay mucha diferencia respecto a la hipertensión; cuando se dejan de tomar, sube”, ilustra Miñambres. Esa cronicidad ha convertido a estos compuestos en la gallina de los huevos de oro.

Lilly no quiere, de momento, desvelar el coste del fármaco, aunque adelanta que será “competitivo” en relación a los otros que ya están en el mercado. Ozempic o Wegovy tienen un precio de unos 140 euros al mes y los profesionales sospechan que Mounjaro se moverá en cifras parecidas. Una de las preguntas que surgen con la llegada al mercado del primer competidor para Novo Nordisk es si terminará por bajar los precios.

¿Y para la obesidad?

“El gran problema de estos fármacos es que para la indicación obesidad no tiene financiación pública. Ninguno de ellos”, destaca Alfredo Michán, coordinador del Grupo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y uno de los médicos que va a participar en el acto organizado por Lilly para la presentación del nuevo Mounjaro.

Entre algunos profesionales endocrinos y nutricionistas, especialmente, se ve con malos ojos que las autoridades rechacen costear estos compuestos como un recurso para el tratamiento de la obesidad. “La discusión que ahora tiene lugar es por qué el Sistema Nacional de Salud financia una indicación y otra no. Desde la sociedad sigue habiendo un enfoque culpabilizador con la obesidad: estás así porque no te cuidas. Y no es una elección del paciente, que ni tiene culpa ni responsabilidad”, reclama Miñambres, que recuerda que la obesidad puede tener consecuencias muy importantes para la salud como infartos, ictus y mayor riesgo de diabetes, entre otras enfermedades.

“Hay que tener en cuenta que el dinero es finito, pero ya existen ensayos clínicos con semaglutida que dice que reduce la morbimortalidad en personas que han sufrido eventos cardiovasculares”, matiza Michán. Y a renglón seguido añade: “Son fármacos que suponen un gasto sanitario importante dada la prevalencia de obesidad que tenemos en nuestro país y entiendo que hay que aquilatarlo con tranquilidad. Por eficacia no hay duda, pero también por eficiencia”.

De hecho, Ozempic tampoco se perfila como la primera opción de prescripción para la diabetes pese a que está financiado. “Es una prescripción que llamamos de tercera línea, se priorizan otros fármacos como la metformina”, indica la doctora Miñambres. Carlos Miranda coincide en que todavía se echa mano de medicamentos más antiguos. “Es verdad que tiene un coste muy elevado y debe estar muy controlado, pero el sistema financia fármacos que son también muy caros para otras enfermedades. Cuando los pacientes se pueden beneficiar, no hay que poner trabas para evitar el gasto”, afirma.

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