Por qué los recortes en educación no pasan factura en PISA
Como las ediciones anteriores, PISA 2015 encuentra pocos cambios en las puntuaciones de los países, particularmente en los que pertenecen a la OECD. Algunos mejoran, otros empeoran, la mayor parte queda igual y la puntuación del conjunto de la OECD queda alrededor de 500 puntos (atribuyamos a circunstancias los 491 puntos de Matemáticas y los 493 de Ciencias).
España está, como de costumbre, entre los que varían poco; en Lectura está un punto por encima del año 2000, en Matemáticas también un punto por encima del año 2003 y en Ciencias cuatro puntos sobre 2006. En relación a 2009 son algo mejores las puntuaciones en Lectura y Ciencias; en relación a 2012 es mejor la de Lectura y peor la de Ciencias. Las diferencias son siempre pequeñas, oscilantes y debidas al azar en todo o en parte.
¿No deberían haber disminuido más las puntuaciones a consecuencia de los recortes del gasto público en Educación? Según PISA, sí. PISA ya no dice que la inversión en las escuelas mejore sin más sus resultados, pero todavía los relaciona con los sueldos de los profesores y con distribuir los recursos favoreciendo a las escuelas más difíciles. En España, los sueldos de los profesores no han subido y los recortes se han cebado con los programas para alumnos desfavorecidos. Por consiguiente, los resultados deberían haber empeorado.
También según PISA deberían haber caído las puntuaciones a consecuencia de la crisis en sí misma. PISA advierte en todos sus informes de que la literacia que sus pruebas miden depende de la calidad del cuidado y la estimulación dados a los niños durante la infancia y los años preescolares, así como de las oportunidades de aprender en casa y fuera de la escuela.
Caben pocas dudas de que al menos los factores materiales han ido a peor durante la crisis en muchos países. Según el Innocenti Report de 2013, se detectan “incrementos sin precedentes” en privaciones materiales graves en España, Italia, Grecia y Reino Unido; en la más grave de todas, la alimentaria, el porcentaje de hogares con hijos que no pueden permitirse comer carne, pescado (o un equivalente en hortalizas) cada dos días se duplicó con creces en Estonia, Grecia, Islandia e Italia, y aumentó también en España.
El efecto negativo de las carencias alimentarias en el desarrollo intelectual está bien estudiado por la Psicología; influyentes economistas, como el Nobel James Heckman, y sociólogos, como Gösta Esping-Andersen, han insistido en que la pobreza en la infancia pueden afectar el desarrollo cognitivo. Como ha escrito Marí-Klose, “vivir en un hogar con bajos niveles de renta, en una vivienda en malas condiciones, o estar expuesto a una alimentación inadecuada durante la infancia influye negativamente en la salud, las aptitudes cognitivas, los resultados educativos o los comportamientos asociales”.
Sin embargo, ni el deterioro de las escuelas ni el de las condiciones de vida en general han dejado huella en los resultados de los alumnos en PISA 2015. Podría objetarse que PISA mide los resultados a los 15 años, y que los alumnos nacidos en el año 2000 habían superado los momentos más críticos de la infancia temprana cuando llegaron la crisis y los recortes.
Pero hace tan solo unos días se publicaron los resultados de TIMSS 2015, un estudio internacional que lleva a cabo una organización privada (la IEA, menos poderosa que la OECD) que incluyó en 2011 y 2015 alumnos españoles de cuarto de primaria. La edad aproximada de estos alumnos es 10 años, de modo que han pasado la mayor parte de su vida y toda su escolarización en tiempos de crisis. Pues bien, tampoco en los resultados de TIMSS se encuentra rastro de los recortes o de la crisis. Los alumnos españoles han conseguido mejores puntuaciones que en 2011; sobre una media de 500, 23 puntos más en Matemáticas y 13 puntos en Ciencias.
¿Sorprendente? No tanto si tenemos en cuenta que las puntuaciones aumentaron poco (TIMSS) o nada (PISA) mientras la economía crecía y el gasto público aumentaba.
Los autores de los informes PISA ya venían encontrando curioso que incrementos de gasto por alumno del 40% y otras reformas inspiradas por la OECD no se hubieran traducido en mejoras de los resultados. A lo que habría que añadir los avances en las nuevas tecnologías de la información.
No hay por qué dudar de que la literacia que miden las pruebas PISA dependen de toda la experiencia vital de los individuos. Pero si no se ve afectada por los cambios que se han producido en esas experiencias durante el último ciclo económico, cabe preguntarse a qué tipo de factores responde, y de cuánta intensidad. Lo cual a su vez suscita la cuestión de si los gobiernos están en situación de controlarlos. Pero esa es otra historia.