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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

El hierro en la boca de los caballos

Tres Tombs. Barcelona, 2024.
19 de junio de 2024 06:00 h

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Cierre los ojos por unos segundos y dirija la atención hacia su boca. Sienta las comisuras de los labios, la lengua, el paladar, las encías y los dientes. La boca es una de las zonas más sensibles de nuestro cuerpo; fuente de respiración, alimento, comunicación y placer. Así lo es también para los otros animales, y desde luego para los mamíferos. Si bien la explotación y el maltrato a los caballos se da de muchas maneras, en este artículo nos enfocamos en una de las más habituales y normalizadas: las embocaduras.

Raquel Villares es etóloga y rehabilitadora de caballos: “Partiendo de la base de que actualmente, debido a la falta de conciencia humana, todavía es complicado que los hierros en la boca desaparezcan, deberíamos preguntarnos por qué hacen estos hierros tanto daño en la boca del caballo”.

La veterinaria Teresa Gamonal, experta en équidos y directora de Eduquina, explica que “el bocado se coloca en un espacio sin dientes llamado espacio interdental o diastema, haciendo que el hierro entre en contacto con una fina mucosa oral de la mandíbula, uno de los tejidos más inervados del cuerpo en cuanto a número y variedad de receptores sensoriales, y, por tanto, una de las zonas con mayor sensibilidad”.

Programados para no ver el malestar de los caballos

Acostumbrados a ver a los caballos con sillas, espuelas, riendas, embocaduras y una persona encima, nos hemos olvidado de quiénes son estos animales en realidad. Presas, herbívoros, los caballos son seres sensibles a todo tipo de estímulos como ruidos, olores o movimientos. No gritan ni expresan dolor, para no alertar a los depredadores. Su sentido del oído es extraordinario, mientras que su visión necesita tiempo de adaptación a los cambios de luz, lo que puede provocar cegueras temporales. Como buena presa, sus conductas de defensa natural son apoyarse en el grupo y la huida.

Aitor Garmendia, fotoperiodista y activista, estuvo recientemente cubriendo para la asociación INTERcids, operadores jurídicos por los animales, el evento conocido como Tres Tombs en Catalunya. Algunas de sus fotos, junto a las de la plataforma Stop3Tombs, ilustran este artículo. En ellas apenas hay sangre, ni golpes, pero sí mucha tristeza y sufrimiento. Que lo hayamos normalizado no significa que no esté ocurriendo.

Teresa Gamonal explica que los bocados causan lesiones frecuentes a los caballos, como mordeduras en el espacio interdental, la lengua, las comisuras y la mucosa bucal, “pero también pueden encontrarse efectos de la compresión mantenida, laceraciones o cortes, desgarros, úlceras, inflamaciones, obstrucción del flujo sanguíneo tisular -por ejemplo, lenguas amoratadas- o incluso cambios osteológicos (periostitis)”.

“La persona que lleve a un caballo con un hierro en la boca debería ser totalmente consciente de cada pequeño movimiento que realiza con su cuerpo sobre el caballo y, más concretamente, con sus manos y brazos”, explica Raquel Villares.

“Es muy frecuente ver expresiones de dolor faciales y corporales relacionadas con las embocaduras”, señala Gamonal. “Movimientos como abrir la boca, rechinar los dientes, elevar el belfo superior, incremento de los movimientos de la lengua, salivación excesiva, sacudidas de cabeza, rigidez, plano nasal por detrás de la vertical, etc.”

Origen militar

En nuestro entorno hemos dejado de llevar caballos a las batallas, pero no hemos sido capaces de cambiar la forma de relacionarnos con ellos. La “obediencia ciega” era quizás necesaria para sobrevivir, tal y como explica Gamonal: “Actualmente ya no vamos a la guerra con caballos, nuestra vida no depende de controlar a un animal. Ahora se trata de disfrutar realizando actividades con ellos, preservando su bienestar”.

Estresados y frustrados por una vida de encierro, sólo saliendo para ser montados, con una alimentación muchas veces inadecuada, los caballos tienen que ser dominados de alguna manera. “Las condiciones tan antinaturales a las que les sometemos, en el alojamiento, en el manejo o con exigencias físicas abusivas, hacen que expresen su falta de adaptación con conductas defensivas”, señala Gamonal. “Eso hace que muchos jinetes justifiquen y perpetúen el uso de las embocaduras ”para poder controlar a un animal tan grande“, en lugar de preguntarse el porqué de esas conductas”.

Raquel Villares, que conoce de primera mano actividades como los Tres Tombs, expresa que “existe mucho desconocimiento en la colocación óptima del hierro, algo que hemos observado continuamente en Tres Tombs. Todos los hierros que estaban produciendo dolor estaban mal colocados: ya sea por tener un tamaño incorrecto, que no se puede adaptar a la boca del caballo, como por una colocación errónea, fuera del espacio interdental”.

“Lo que produce más dolor no es la herramienta en sí, sino cómo se usa. La persona que lleve un caballo con un hierro en la boca debería ser maestra de la equitación. Teniendo en cuenta que a día de hoy esas personas casi han desaparecido, es mejor que los hierros también desaparezcan”, añade Villares.

Una nueva relación con los caballos

Tal y como está ocurriendo en el mundo del perro, cada vez son más los y las profesionales que abogan por una nueva relación con los caballos desde el respeto a sus necesidades. Para Gamonal, la clave es “poner en valor una comunicación sutil, armónica, basada en el conocimiento de la especie equina, una etología de base científica que permita entender lo que se está haciendo con estos animales”.

“Actualmente hay muchísimos estudios sobre cuáles son las mejores técnicas de aprendizaje para los caballos y cómo podemos mejorar nuestra relación con ellos”, señala Gamonal. “Sin embargo, toda esa información todavía no ha llegado a difundirse correctamente, entrando además en conflicto con la economía de una industria ecuestre a la que le está costando adaptarse a los nuevos conocimientos”.

“Es difícil dejar de emplear estos artilugios cuando, por ejemplo, para ir a concursar en ciertas disciplinas, te obligan a usarlos. Si se fomentara desde diferentes instituciones el conocimiento, la formación, la empatía y la relación con estos animales, estos artilugios irían poco a poco desapareciendo por sí solos”, añade Gamonal.

Para Villares las embocaduras deberían desaparecer por todo lo anteriormente indicado y porque, en su opinión, “se puede hacer con un caballo sin hierro todo lo que se hace con hierro, obteniendo normalmente mayor confianza y cooperación con el animal”.

Nadie dijo que fuera sencillo despojarse de tantos siglos de explotación animal que acarreamos a las espaldas, pero es necesario para poder quitarles a ellos la pesada carga que llevan sobre las suyas. Podríamos empezar por liberarles del sabor del hierro en la boca.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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