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Caprile

Luis Magrinyà

El pasado 7 de marzo Pilar Rubio escribía en su Twitter: “Tengo ganas de entrevistar a Lorenzo Caprile.... [sic: cuatro puntos suspensivos] A vosotros qué os gustaría preguntarle?”. L&L se ha dejado tentar por la bella Pilar y ha hablado con Lorenzo Caprile (Madrid, 1967), que es el único modista con que se encuentra en las librerías y en las presentaciones de libros. Además de haber estudiado en el Fashion Institute of Technology de Nueva York y en el Politécnico Internacional de la Moda de Florencia, también es licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad de Florencia. En 1993 abrió su taller en Madrid, y es precisamente uno de sus orgullos haber devuelto al taller, a la artesanía, la figura del creador de moda. En su taller, Lola, entendidísima en colores –ciclamen, nazareno, azul porcelana, champagne o cava, a gusto del hablante–, me mira con cara rara cuando le hablo de mi fascinación por esos nombres y en especial por el azul de París, porque nunca lo ha oído. Por lo visto, a veces los clientes vienen con sus propios nombres: el “azul Royal”, por ejemplo, aportado por un alto personaje. Lorenzo Caprile se ríe y menciona el “color humo”. Luego señala una tela amarilla y dice que es “amarillo pollo”.

L&L: Tengo una duda para empezar. Esta sección se llama Lengua y Literatura y, según lo que trate, pongo Lengua o bien Literatura. La moda ¿qué es? ¿Lengua (comunicación, facultad innata) o literatura (recreación, oficio, artificio)?Lorenzo Caprile:

Yo creo que las dos cosas. Es el idioma más primitivo y universal. Es lo primero que ves de una persona, incluso antes de que abra la boca. Permite reconocer una profesión, si se es hombre o mujer (aunque ahora se tienda al unisex y estemos en una fase de borreguismo adolescente, rige la ley del péndulo), si uno se gasta o no dinero en el vestir (aunque eso ahora es relativo: alguien puede ir firmado de arriba abajo y ser todo una copia o del top manta… aunque los que sabemos leer los signos, ja, ja, ja, lo reconocemos), si es progre o no… Pero también por supuesto es literatura, porque es recreación, es oficio, es fantasía… y es novelar sobre las mismas cosas, reconstruir y trabajar sobre los mismos materiales para conseguir efectos nuevos.

L&L: Tienes un perfil tan discreto que me cuesta encontrar datos biográficos sobre ti. No solo no vas a Cibeles, sino que ni siquiera tienes entrada en la Wikipedia. Las dos cosas me parecen interesantísimas.LC:

Pues mira, no tengo entrada en la Wikipedia porque creo que la entrada en la Wikipedia te la tiene que hacer alguien, ¿no? No te la vas a hacer tú…L&L: Uy...

La cantidad de entradas de Wikipedia hechas por los propios interesados o sus amigos del alma creo que es ingente.LC:

Pues será que no me consideran suficientemente importante… Y ¿por qué no voy a Cibeles? Pues porque no. Pienso que al desfile se le da una importancia que no tiene. Desfilar tiene sentido si eres una gran firma que necesita el desfile para luego mover el pintalabios, el cinturón… Para un tallerzuco pequeñito como el mío, sería un egotripL&L: Un egotrip que otros se permiten.LC:

egotrip

Normalmente pagado por los demás. La verdad es que yo no tengo tiempo ni dinero para eso. Hay que pedir favores políticos, buscar sponsors, mendigar dinero para que te financien un capricho… Cosas que no me gustan y además todo el tiempo que tengo lo dedico a mis clientas y mis encargos, que son lo que me da de comer.

L&L: Sé que detestas la palabra “modisto” y prefieres “modista”, me parece estupendo. Pero “modisto” no es una creación reciente. He encontrado la palabra ya en textos de 1884, en Cuba antes que en España; en 1903 un autor cubano, Emilio Bobadilla, decía en una novela: “No sale de casa del modisto, cuyas cuentas me estremecen”.LC:

El término que define nuestra profesión es “modista”. Sé que “modisto” es antiguo y que hace tiempo que está reconocido por el DRAE, pero tiene un matiz machista absolutamente deleznable, porque por “modisto” (hombre) se entiende al gran creador al estilo de Balenciaga o Poiret, y cuando se dice “modista” (mujer), en cambio, se piensa en la modista que hace arreglos, la que te coge el bajo del pantalón. Es la única palabra que termina en –ista que tiene ese “masculino”: las profesiones constituyen una familia léxica de lo más honroso y hoy heroico, en este mundo en crisis y sin trabajo, y a nadie se le ha ocurrido crear “dentisto” ni “juristo”. Me parece que, en estos tiempos políticamente correctos de “miembros” y “miembras”, alguien debería denunciarlo.L&L: Tampoco te gusta nada la palabra “diseñador”.

LC: “Diseñador” es un anglicismo que se remonta a los cincuenta (el otro día la oí en un No-do) pero que se asentó en los ochenta, cuando todos teníamos que ser las más modernas de Europa. Además necesita un complemento: “diseñador” a secas no significa nada. Y “diseñar” tiene siempre una connotación industrial, de producción en serie, que no puede estar más lejos de lo que yo hago. Cuando algunos popes del periodismo español hablan de Balenciaga como “diseñador”, es que me hierve la sangre.

L&L: Estudiaste Filología en Florencia, ¿verdad? ¿De dónde vino ese interés? ¿Por qué en Florencia? ¿Eres italiano?LC:

Sí. Mis abuelos llegaron a España a finales de los años treinta, soy de la tercera generación. Yo ya estaba trabajando en Italia cuando me matriculé en la Universidad para estudiar Filología, tenía el gusanillo de la literatura. Me saqué la carrera poquito a poquito porque me gusta estudiar, me gustan los libros. Mucha gente cree que estudié primero Filología y que luego se me apareció un ángel y tuve la inspiración de la moda. Pero no.

L&L: ¿Eres el único modista que ha estudiado Filología? ¿Qué estudian los modistas actuales?LC:

Pues creo que soy el único, sí. Hay muchos modistas que han estudiado Arquitectura, como Paco Rabanne o Gianfranco Ferrè. Armani era raggionere, o contable, una carrera técnica italiana. En las colecciones de algunos modistas se ve una gran cultura y una curiosidad sin límites: en Galliano, por ejemplo, o en Alexander McQueen, o en Givenchy en la generación anterior. Coco Chanel tuvo como mentor a un poeta católico, Pierre Reverdy.

L&L: Siempre me han intrigado la posición y el origen social de los modistas. Hay quienes nacen ya más o menos en el oficio, como Miuccia Prada, heredera de una casa de marroquinería, o como Versace, hijo de una sastra. Pero algunos nacieron en familias patricias (Charles James, Christian Dior, Givenchy) y otros más bien lo contrario: Coco Chanel nació en un hospicio, Balenciaga era hijo de un pescador y una costurera... ¿Los ricos hacen moda como una forma de perpetuar su estatus? ¿Es la moda hecha por ellos más conservadora? Y ¿no es gracioso, en el caso contrario, que los ricos necesiten las fantasías de los pobres para poder seguir pareciendo ricos? Desde luego, esto no pasa solo en la moda, sino también en el arte, la literatura…

LC: Bueno, en Balenciaga hay mucho mito... Miren Arzalluz acaba de publicar un libro buenísimo que aclara muchas cosas. Su padre llegó a ser alcalde de Getaria… Hay fotos de Balenciaga de pequeñito con sus camisitas encañonadas, vestido como un pincel… Pero, en fin, en todas partes hay gente con talento que viene de orígenes humildes o bien de dinastías del oficio. Y ha habido aristócratas en la moda como Irene Galitzine, Simonetta Visconti o Elsa Schiaparelli, cuya madre descendía de los Medici y cuyo padre era un erudito, director de la Biblioteca de la Accademia dei Lincei… ¡y por eso Chanel la odiaba! Pero las conclusiones que sacas de ricos y pobres… Ahí no te sé decir, lo estás diciendo todo tú, ja, ja, ja. Yo no me hago tanta paja mental con mi profesión... Pucci, un marqués florentino que volvió elegante el jersey, rompió las convenciones de la moda de la época. También quiero decir que nosotros no somos artistas. La ropa es para que esté en la calle, para que la gente se la ponga, para que las mujeres y los hombres estén guapos y liguen y follen… que al final es para lo que nos vestimos, para gustar. Esto no tiene nada que ver con el arte.

L&L: Hace poco te oí comentar por la radio la última ceremonia de los Óscar y me hizo gracia que defendieras el vestido de Quvenzhané Wallis, la niña de nueve años nominada como mejor actriz por Bestias del sur salvaje. Bestias del sur salvajeTodo el mundo criticaba que fuera vestida de princesita Disney, con su bolsito de peluche, y tú decías que claro, que cómo iba a ir si no. Pero ¿realmente el modelo princesita Disney se supera con la edad? En esa misma gala la ganadora, Jennifer Lawrence, llevaba un vestido precioso, pero de Cenicienta en el baile al fin y al cabo. ¿Cuál es tu experiencia con las cenicientas? En tu web ya adviertes: “Pero cuidado, una boda es una ceremonia, no una fiesta de disfraces”.LC:

Me pareció supercruel cómo la gente se metía con esa niña. Los fashionistas opinando si iba “correcta” o no… Anda, iros todos por ahí... ¿Cómo iba a ir? Pues claro, de princesa Disney, con su bolsito y su muñeco. Y no, creo que lo de llevar una princesa Disney dentro no se supera, y hay muchos tipos además: de Cenicienta, de Bella Durmiente, de Blancanieves… También algunos hombres la llevan dentro, ja, ja, ja. Yo era más talibán cuando empecé pero cada vez soy más partidario, en este mundo gris y horroroso, de que cada uno sublime sus fantasías. ¿Quieres ir de princesa Disney? Pues ¿por qué no?

L&L: Yo creo igualmente en la sobriedad y en el exceso. ¿Es una contradicción imposible?LC:

Yo lo que no soporto son las medias tintas. O te atreves o no te atreves. El “sí pero no” no va a ninguna parte. Esto en literatura también lo notas: notas cuándo un autor tiene miedo a meter la quinta, y tiras el libro a la décima página. El nuestro es un trabajo optimista y uno intenta sacar a la gente los secretos que no se atreve a confesar.

L&L: Has hecho figurines para teatro, sobre todo para la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Recuerdo un montaje de Las bizarrías de Belisa especialmente fastuoso.LC:

Estoy especialmente orgulloso de ese montaje. Yo entré en el teatro por Eduardo Vasco, que me convirtió en su figurinista oficial, mientras estuvo en el Clásico. He hecho otras cosas, ballet, ópera, cine, incluso incursiones en el teatro comercial. Mi última experiencia ha sido El malentendido de Camus, con Julieta Serrano y Cayetana Guillén Cuervo. En el teatro, puedo además vestir a chicos y creo que ahí me salen mejor ellos que las chicas, porque voy más inseguro, me esfuerzo más y me sale mejor.

L&L: Volviendo a la literatura, sé que a veces las editoriales te han consultado para que dieras el visto bueno al “vestuario” de algunas novelas. Cuéntanos algo de esa experiencia.LC:

Bueno, eso no sé si se puede decir… Ha sido solo alguna vez. Me pasaron una novela muy conocida que se desarrolla en mi ambiente profesional, a ver si había alguna barbaridad, como si a algún azul tinta lo llamaban azul índigo… ja, ja, ja. Todo estaba bastante bien, pero le vi una chorradina que era un fallo de documentación histórica que no tenía nada que ver con la moda… Por cierto, no lo digo por esta novela en concreto, que está muy bien, pero en esa moda actual de la novela histórica hay cada disparate…

L&L: El lenguaje del vestido es una de las pesadillas de los traductores de clásicos. Recuerdo que, mientras traducía La serñora Bovary, Maite GallegoLa serñora Bovary me dijo que andaba loca buscando el equivalente español de una tela basta pero muy resistente que se utilizaba para hacer sotanas, lasting, según Flaubert. Finalmente lo encontró: en español se llama “sempiterna”, ¡un nombre de lo más elocuente!LC:

Ni idea de la “sempiterna”. Con las telas y las prendas ocurre lo que con los árboles o los ingredientes de cocina: que una misma cosa se llama de un modo en un sitio y a 300 kilómetros se llama de otro. Hablando en general, sin embargo, en España la sapienza en cuestiones de moda de los historiadores de arte, periodistas, escritores y traductores es muy pobre. Recuerdo un catálogo del Museo del Prado de una gran exposición de hace unos años llamada “Retratos”, y en las fichas, en las descripciones de cada cuadro, todo estaba mal escrito: se atrevían sin ningún pudor a describir la ropa sin utilizar ninguno de los términos apropiados. Por otro lado, en los artículos, mucha psicología del retrato, mucho el retratista y su mecenas, mucho tal y cual, pero nada dedicado a la indumentaria… ¡y eran retratos! Fíjate: Carmen Bernis, una de nuestras grandes historiadoras, indicó, a propósito de La dama del armiño, que en la época de El Greco las mujeres no vestían así, un dato importantísimo para establecer la autoría del cuadro, prácticamente atribuida ahora a Sofonisba Anguissola. Es de cajón: la indumentaria sirve para la datación, y por eso tendría que ser una asignatura de las fuertes, no de las marías, en Historia del Arte.

L&L: Otra traductora y amiga, Marta Salís, me ha mandado una lista de los diez personajes mejor vestidos de la literatura que hace un par de años publicó la revista Flavorwire: Lily Bart (de La casa de la alegría), La casa de la alegría Dorian Gray, Holly Golightly (de Desayuno con diamantes), Orlando,Desayuno con diamantes Scarlett O’Hara, Jay Gatsby, Emma Bovary, Robert Psmith (de las novelas de P. G. Wodehouse), lady Brett Ashley (de Fiesta de Hemingway) y Pocholo el Pinreles (de Nuestra Señora de las Flores de Genet), ladrón, chulo y “más falso que el alma de Judas”. A otra revista, The Awl, esta lista le pareció demasiado obvia y supeditada a las adaptaciones cinematográficas, y publicó la suya, que empezaba con personajes de los Cuentos de Canterbury, no se olvidabaCuentos de Canterbury de Shakespeare, y seguía con el dandy decadente Des Esseintes (A contrapelo, (A contrapelode J.-K. Huysmans), Isabel Archer (Retrato de una dama) y (Retrato de una dama)Daisy Miller de Henry James, Fernanda del Carpio (Cien años de soledad) o Ursula y Gudrun (Mujeres enamoradas), que, con sus medias de colores, inspiraron a toda una generación de bohemias. (Cien años de soledad)(Mujeres enamoradas)

LC: Bueno, algunas de estas novelas no las conozco. En general me parece bien, sobre todo Isabel Archer… Yo no lo he leído todo, ¿eh?, ojo, pero me falta Proust, me falta la duquesa de Guermantes. Y en los rusos, en Anna Karénina y en Guerra y paz, hay descripciones bonitas. En España, prácticamente todas las heroínas de Galdós: tengo un montón de notas que tomé para mi tesi di laurea, que tenía pensada dedicar a Galdós y la moda, aunque nunca la terminé porque cambiaron el plan de estudios… y Galdós es de los pocos novelistas europeos que habla –y mucho– de Worth, el padre de la profesión, el inventor del couturier. Y no podemos olvidar a esa gran heroína, por Dios, magníficamente bien vestida y peinada, que es Currita Albornoz…

L&L: ¿Uhm?LC:

¿No sabes quién es Currita Albornoz? ¡De Pequeñeces del padre Coloma! Y La regenta, por supuesto, donde hay unas magníficas descripciones de trajes de la típica provinciana con empaque.L&L: ¿Y actualmente? La prosa minimalista reemplaza las descripciones por las marcas.LC:

¿Y el lector por qué tiene que saber quién es Prada? Mira, el minimalismo es falta de imaginación.

Imágenes cedidas por Lorenzo Caprile, excepto la tercera foto: Quvenzhané Wallis en la gala de los Óscar 2013 http://ow.ly/k028M

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