Un blog sobre cuento y novela breve, con excursiones variadas
A vueltas con el cuento.
Escribir sobre las formas breves de la narrativa –cuento, novela corta, microrrelato- es siempre comprometido. Son fácilmente legibles pero difícilmente explicables. Están acotadas por muchos malentendidos. Para empezar, si se publica un libro de historia se publica un libro de historia, si una novela una novela, pero cuando se publica un libro de cuentos, también se puede uno referir a un libro de relatos o de relatos cortos. Todo en el mismo paquete. Y la gente buena de la ciudad te dice que a ellos también les gustan los cuentos y te hablan de no se qué recopilación de cuentos para dormir niños malvados sin recurrir a la farmacopea, o del folclorista de su barrio, que vive encima de la farmacia y reúne historias orales que contaban los viejos de los pueblos junto a la chimenea para quitarse los fríos.
Por falta de educación lectora apenas se ha leído cuento, o relato corto, o relato, a lo largo del largo proceso educativo, tan centrado en materias como las fronteras de la comunidad autónoma y esas cosas. Para aprender matemáticas los niños hacen cuentas pero queremos formar lectores sin que lean demasiado. Del cuento durante la infancia se pasa, en un salto elíptico kubrickiano, a Katherine Mansfield o Cheever o Cortázar, para quien tenga la suerte de caer en sus redes, sin que al púber o adolescente se le instruya en las bellezas y beneficios de leer relato. Por una extraña razón pensamos que lo que es válido para el niño debe dejar de serlo conforme el niño desaparece para dar cuerpo a otro ente más extraño.
Cada vez hay más profesores de bachillerato conscientes de lo interesante que es el cuento como arma de instrucción masiva. Y utilizan a Quim Monzó en sus clases con más desparpajo que a Pedro Antonio de Alarcón, que también escribió cuentos, por cierto.
En los últimos años se ha hablado de una moda, del nuevo cuento en español, de boom y de bang. Por una vez, más allá de que las modas tienen la obligación de pasar –y esta ya ha pasado, sí- creo que el salto que ha dado el cuento en los últimos años ha sido espléndido. Editoriales, autores, medios de comunicación que han atendido un poco más a un género muy minoritario. Faltan lectores, claro. Pero no hay más que emboscarse en una librería y ver las compras del respetable para saber que faltan lectores no sólo para el cuento, aunque también para él, sí.
Los autores de cuento se quejan de la poca atención que en suplementos se dedica al cuento, el relato o el relato corto –elija-. Si lo pensamos un tanto es algo muy normal. No es fácil reseñar, criticar, comentar –elija- un libro de cuentos. Leer once, quince historias distintas requiere tomar muchas notas, ordenar muchas ideas, leer cuentos no muy buenos entre los que se puede esconder una joyita que, si no estamos atentos, puede pasarnos desapercibida. Cuánto mejor es hablar de una novela, tomar el tema general o la trama como excusa para tirar del hilo y montar una reseña, crítica o comentario –elija-. Da pereza escribir sobre cuentos, incluso leer cuentos si no estás habituado a ello, si no te apasiona. Otra opción es escribir sobre un libro de cuentos limitándote a resumir sus argumentos. Diez cuentos. El primero trata de esto, el segundo de lo otro, así hasta diez, coda final con qué interesante es este libro y despedida y cierre. Si que te cuenten el argumento de una novela puede ser interesante para hacerse una idea de por dónde van los tiros, que te cuenten “la trama” de las cuatro primeras páginas de un cuento de ocho no parece demasiado estimulante, y es difícil verle la utilidad. Pero lo contrario, hablar de un libro de cuentos sin contar de qué van sus cuentos puede dejar al posible lector en la ignorancia. O contar una historia A que trata de algo completamente distinto a la historia B, no mencionada en la crítica, y quizás más interesante para la posible lectora C, inducirá a error a esta.
Internet ha sido una terapia benéfica para el relato. Blogs y revistas digitales se ocupan con menos prejuicios y más interés de un género siempre a la espera, siempre atribulado.
Complicado hablar sobre cuentos, pero estimulante. Cada vez hay más lectores que aprecian el género y a ellos estará dedicado este rincón. Cada vez hay más profesores de bachillerato que aprecian el género. Adelante, pueden pasar. Miraré también especialmente hacia la novela breve, con excursiones a otras tierras, claro. No me centraré en las novedades, aunque habrá novedades. Tan interesante será destacar un libro de cuentos como un relato que me parezca recomendable. Mencionar autores a los que merece la pena leer. Y poco más.
Divulga, que algo queda.
Escribir sobre las formas breves de la narrativa –cuento, novela corta, microrrelato- es siempre comprometido. Son fácilmente legibles pero difícilmente explicables. Están acotadas por muchos malentendidos. Para empezar, si se publica un libro de historia se publica un libro de historia, si una novela una novela, pero cuando se publica un libro de cuentos, también se puede uno referir a un libro de relatos o de relatos cortos. Todo en el mismo paquete. Y la gente buena de la ciudad te dice que a ellos también les gustan los cuentos y te hablan de no se qué recopilación de cuentos para dormir niños malvados sin recurrir a la farmacopea, o del folclorista de su barrio, que vive encima de la farmacia y reúne historias orales que contaban los viejos de los pueblos junto a la chimenea para quitarse los fríos.
Por falta de educación lectora apenas se ha leído cuento, o relato corto, o relato, a lo largo del largo proceso educativo, tan centrado en materias como las fronteras de la comunidad autónoma y esas cosas. Para aprender matemáticas los niños hacen cuentas pero queremos formar lectores sin que lean demasiado. Del cuento durante la infancia se pasa, en un salto elíptico kubrickiano, a Katherine Mansfield o Cheever o Cortázar, para quien tenga la suerte de caer en sus redes, sin que al púber o adolescente se le instruya en las bellezas y beneficios de leer relato. Por una extraña razón pensamos que lo que es válido para el niño debe dejar de serlo conforme el niño desaparece para dar cuerpo a otro ente más extraño.