Son las tantas de la noche, has pecado, y ya no hay manera de encontrar ningún confesionario abierto. Tranquilo. Absolution-Online te da la solución. La llegada de Internet ha provocado hechos insólitos, como que el Santo Padre se abra una cuenta en Twitter. La verdad, con todos mis respetos, es difícil tomarse en serio a alguien cuyo avatar se llama “Pontifex”.
La red de redes lo hace más visible –con su televisión a la carta-, pero las retransmisiones de oficios religiosos en la televisión pública es algo sorprendente que viene haciéndose desde siempre. En La 2 no solo pasan documentales, El día del señor es un programa que retransmite misa cada domingo desde diferentes parroquias.
Como buceadora de Internet no me puedo quedar en la superficie del mar, de manera que voy más allá porque intuyo que hay muchas cosas que una descreída como yo desconoce de la religión online. Y así es, la Iglesia católica se ha modernizado:
En la página web del Vaticano (que, todo hay que decirlo, es muy clara gráficamente y muy dinámica: ese orbe luminoso sobre el cual Benedicto XVI –todavía- extiende sus brazos con una paloma revoloteando por encima de su hombro izquierdo) se ofrecen multitud de servicios: discursos, homilías, encíclicas, calendario de actividades… Destaco por su curiosidad que es posible, con solo un clic, tanto solicitar una audiencia al Papa como comprar un remedio en la Farmacia Vaticana. También hay cosas extrañas, un número de teléfono de Limosnería Apostólica (es la primera vez que oigo esa palabra, limosnería) bajo el epígrafe de “Bendiciones Apostólicas”.
Todo esto, antes –para un agnóstico o un católico no practicante- quedaba lejos; ahora a través de un ordenador puedes asomarte como lo haría un monaguillo por la rendija de la puerta de la sacristía. De esta forma descubro la existencia de la asociación Silenciosos Obreros de la Cruz. No quiero ser caústica con esto, pero es que no puedo evitar la imagen de robustos operarios en camiseta con alzacuellos clavando unos maderos. Además, por si fuera poco, se explicita que sus miembros realizan el camino de la fe “en el amplio y articulado mundo del sufrimiento”. (No digo más).
Abandono el sitio oficial de la Santa Sede y observo que ya fuera de los brazos vaticanos la cosa se desmadra un poco. Existen páginas para:
Confesar tus pecados online, como dije: absolution online
Encontrar pareja, pareja católica, por supuesto: singlecatholics.com
Ir de compras por el fascinante mundo del textil: manteles, mantos, estandartes, casullas, capas, sotanas, todo en diferentes modelos y brocados, en seda natural, raso o damasco de viscosa. Un ejemplo de lujo: http://www.granda.com/public/docs/Catalogo_textil.pdf
Y en fin, asistir a misa online en la iglesia que se nos ocurra o descargar aplicaciones para rezar el rosario con el móvil.
Soy de las que creen que mejor buscar la religión fuera de la religión. Si pienso en momentos religiosos o relacionados con algún tipo de liturgia me sorprende que el primero que me venga a la cabeza sea una escena de un libro tan transgresor como El bosque de la noche, de Djuna Barnes. Se trata de la escena en que el Doctor Matthew O'Connor entra en una iglesia vacía, la pequeña iglesia de Saint-Merri en París.
“Así que allí estaba yo en la iglesia casi vacía, con todas las penas de la gente parpadeando alrededor”.
Las penas parpadeando son las velas encendidas, claro, y me parece una imagen tan potente, unida además a la pregunta que se hace el personaje a la salida: “¿He sido simple como un animal, Señor, o he estado pensando?”, que todo el conjunto lo tengo grabado en la mente como si lo hubiera presenciado.
Ahora que vuelvo a esas páginas encuentro las razones que justifican que lo relacionara en mi recuerdo con la religión:
Confesión: “Hablar de la maraña y los nudos del alma”.
Absolución: “El mal se desenreda y la altísima mano del cielo te devuelve la madeja bien peinada y perdonada”.
Además renuevo los motivos por los que me ha gustado siempre este libro, y es que supone no la adscripción a un credo sino la búsqueda de una creencia propia. Djuna Barnes no era precisamente un monje, aunque en el París de los años veinte vestía siempre una larga capa –regalo de Peggy Guggenheim- y pasaba horas en silencio mirando la vida desde el Café de Flore. La interesantísima –y amena- tesis doctoral de Gloria Durán (este es el verdadero pez en la red), Dandysmo y contragénero, sitúa de forma magistral a la escritora en su contexto y respecto a su obra.
La búsqueda de un cielo y el padecimiento de un infierno, la exploración del deseo y el arrepentimiento en el mundo de El bosque de la noche está íntimamente unida a la ruptura de las dicotomías de género (lesbianismo, tercer sexo) y a la irracionalidad, la oscuridad y la imposibilidad de ser comprendido por el otro. Es en la novela de esta dandy rebelde, de esta outsider, donde yo encuentro la franqueza de una introspección que explora el choque entre los valores individuales y la sociedad, una introspección que no tiene nada que ver desde luego con la introspección culposa que proponía la Iglesia en los soporíferos sermones dominicales.
El cuestionamiento de la existencia o el deseo de ir más allá de lo que se ve no es patrimonio de la religión. Las reflexiones éticas más interesantes las he encontrado siempre en escritores o científicos agnósticos.
Pero el punto final hoy lo ha de poner inevitablemente “nuestra” religión católica 2.0. Las últimas horas del pontificado de Benedicto XVI en la Santa Sede están a punto de cumplirse, y serán retransmitidas en directo para todo el mundo. La partida del Santo Padre tendrá lugar a las 17 horas del 28 de febrero, es decir, mañana, y abandonará el Vaticano ascendiendo a los cielos en helicóptero.