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La poesía que promete

Uno de los poemas más célebres de la literatura de la Marca España es el soneto que Hernando de Acuña dedicó “al rey nuestro señor”:

Ya se acerca, señor, o ya es llegada la edad gloriosa en que promete el cielo una grey y un pastor solo en el suelo, por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio en tal jornada, os muestra el fin de vuestro santo celo y anuncia al mundo, para más consuelo, un Monarca, un Imperio y una Espada.

Ya el orbe de la tierra siente en partey espera en todo vuestra monarquía, conquistada por vos en justa guerra.

Que a quien ha dado Cristo su estandarte, dará el segundo más dichoso día en que, vencido el mar, venza la tierra.

Fue publicado en 1591, cuando ya el autor había muerto, y se desconoce la fecha de composición.

Parece escrito ayer mismo, al alba y con fuerte levante, tras la reconquista de algún islote.

Por el ideal imperial, desde Cossío, se suele creer que está dedicado al emperador Carlos, y que hace referencia al triunfo en la batalla de Mühlberg.

Eso no tiene mucho sentido y, como han demostrado con buenas razones J. H. Elliott, Elías Rivers y Christopher Maurer, parece más sensato pensar que habla de Felipe II y de la batalla de Lepanto.

Si no, ¿a qué vendría lo “vencido el mar”, cuando allí se combatió en tierra, aunque a orillas de un río?

Lepanto en cambio fue una batalla naval y, al decir de Cervantes, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.

La dictadura de Franco hizo uso abusivo de este soneto, en parte porque no eran pocos (según afirma Christopher Maurer citando a Márquez Villanueva) quienes creían que, con la victoria del Eje en la Segunda Guerra Mundial, España iba a recuperar por fin un imperio europeo. Así lo creían, por ejemplo, José María de Areilza y Fernando María Castiella.

No pudo ser, como es sabido, y el imperio español tuvo que pasar a serlo del espíritu, “la reserva espiritual de Occidente”, ya que España, como dejó dicho el Caudillo “es la nación predilecta de Dios”.

Ya Pemán señaló el camino al explicarnos que el nuevo imperio español “antes de ser dominio expansivo, es dominio interno, fuerza disciplinada de voluntad y dirección”.

A partir de ahí, nos convertimos en un imperio turístico, gracias a la publicidad de nuestros encantos, nuestra reserva cultural y deportiva a disposición de Occidente, ese espíritu que tan atractivos nos hace, nuestra Marca: Spain is different.

Y ahí seguimos, aunque sin don Manuel Fraga: en plena Marca España, que, según afirma su página web, “es una política de Estado” y “su objetivo es mejorar la imagen de nuestro país”.

En otras palabras, en vista de que el Estado no tiene intención de mejorar nuestro país, habrá que conformarse con intentar mejorar su imagen. Información y Turismo, como el Ministerio que estuvo a cargo de don Manuel.

Pero volvamos a nuestro poeta del XVI. Tras la victoria en Lepanto contra los turcos, ve Acuña más cerca el momento (tan esperado) en que los infieles desaparezcan de la faz de la tierra y no haya más que “una grey y un pastor solo en el suelo”.

En aquel momento, una parte del mundo ya sentía la victoria de la cristiandad contra el turco; el resto, el “todo” del poema, ya esperaba la monarquía imperial, que iba a llegar de un momento a otro.

No cabe duda de que el PP considera que, dentro de nuestras fronteras, ya ha vencido, y “los españoles de bien” forman una grey pastoreada por Rajoy (y el rey nuestro señor), un rebaño que rechaza de plano tentaciones soberanistas.

Ahora bien, ¿cuándo sentirá el poderoso influjo de la monarquía española el resto del mundo?

Ya se acerca el momento, casi ha llegado.

El resto del mundo tendrá que rendirse en poco tiempo ante la Marca España.

Como nos indica la propia web, la victoria es inevitable. ¿Por qué?

Pues (cito la disparatada web oficial) porque somos un “pueblo trabajador, con coraje, creativo, al que no asustan los retos y que cree en la solidaridad”. Y porque España cuenta con “su tradición, sus pueblos, su innovación, sus empresas…Y su deporte, que se ha convertido en un ejemplo de superación y espejo para toda la sociedad. Y su idioma, el segundo que más hablantes tiene en el mundo. Y su cultura, cuna de nombres universales como Cervantes, Velázquez, García Lorca o Picasso. Y, cómo no, su gastronomía”.

Ahí queda eso.

¿Quién escribirá estas cosas?

¿No es acaso poesía tan sublime como la de Hernando de Acuña?

¿No es también poesía, quizá surrealista, nombrar Embajadora Honoraria de la Marca España nada menos que a “la Alta Velocidad Española”? ¿Y no resulta muy lírico que semejante nombramiento tuviera lugar en “la ciudad financiera del Banco de Santander”?

Cristo nos ha dado su estandarte, así que no podemos ser derrotados. Porque la Marca España es pura poesía: eso es lo que nos hace diferentes y superiores.

Ya lo vaticinó José Antonio, el Ausente, al fundar Falange:

Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. (…) A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!