Fritz, el austríaco que recuperó la producción de la herrería en Asturias y ahora forma a quienes tomarán su relevo
A Friedrich Bramsteidl todo el mundo en Santalla le llama Fritz. Ahí es donde está su hogar, su casa, donde nacieron sus hijos y ahí es donde encontró la fragua que siempre había estado buscando desde que su padre, también ferreiro como él, dejó de hacer herraduras para caballos de forma artesanal, para construir piezas de tractores. Piezas iguales para tractores iguales.
Fritz nació en Austria, entre el calor y el frío de una fragua, y quiso crecer en una. Quiso aprender el oficio, pero necesitaba hacerlo mirando al fuego sin temor a que las llamas le quitasen a la chispa y la ilusión que siempre brillaron en sus ojos. Porque Fritz no concibe que el oficio acabe sometido a las modas, ni que ellos, los ferreiros, sean ahora fabricantes de piezas que siempre encajen en el mismo modelo de tractores. Y por eso se fue de Austria, porque necesitaba seguir haciendo piezas únicas, que pueden ser similares entre sí, pero que jamás serán idénticas. Fritz simplemente quería seguir siendo un ferreiro. Se vino a España con la ilusión de encontrar una fragua que le permitiese seguir haciendo el oficio. Su primera parada fue en Orense. Después vino el viaje a Santalla, el último, el de juntos para siempre.
El mazo de Mazonovo, en Santalla de Oscos, tiene más de trescientos años y estuvo funcionando durante todo el siglo XlX hasta 1970, con un parón intermedio de casi treinta años. Era la industria del hierro una importante fuente de ingresos para Santalla, pero como casi toda la industrial artesanal, también estuvo a punto de desaparecer.
En el año 2005, el que era por aquel entonces alcalde del concejo, Marcos Niño, puso su empeño en devolverle la vida a la fragua, pero más allá de rehabilitar las piezas y de cambiar las maderas que habían quedado destruidas por el paso del tiempo, el mazo necesitaba un ferreiro. Y no un ferreiro cualquiera, uno que ejecutase bien el oficio y que estuviera dispuesto a vivir en Santalla.
En realidad, el mazo de Santalla necesitaba alguien que se enamorase de aquel lugar, y eso le pasó a Fritz desde el primer instante en que entró en Mazonovo. Lo cuenta él mismo, con una voz que es un susurro, quizás agotado del ruido de los golpes del martillo contra el hierro, quizás porque aún mira el fuego con admiración y agacha tímidamente los párpados, dejando que solo la luz y el calor necesarios le alumbren sus ojos azules.
“Tengo cierta fascinación con el fuego. Lo que me gusta es seguir haciendo piezas artesanales y creo que es algo tan fundamental para el ser humano trabajar con las manos…”, dice Fritz, que además de hacer aldabones para puertas, verjas para casonas y castillos, tornillos para madreñas, sartenes para tocar, percheros, atizadores, herraduras e incluso trompas, asegura que la gente que viene a hacer un curso al mazo logra algo muy importante, liberarse del estrés dando martillazos. “Es algo tan simple y a la vez tan necesario utilizar nuestras manos. Supongo que por eso vienen tantos informáticos, que se pasan su vida laboral frente a un ordenador manejando datos. Aquí cogen el martillo y van trabajando su pieza durante dos días. Muchos se van con dolor en la mano o en la muñeca, pero es fruto del esfuerzo y la satisfacción de crear algo tú mismo porque además es adictivo”, recalca. Mientras el cerebro se concentra en dar golpes con un martillo, lo demás se queda fuera de la fragua.
Fritz se pasa cada día entre seis y ocho horas golpeando con el martillo mientras va diseñando las piezas, y reconoce que hay que tener cierta maña para trabajar el hierro y que en realidad uno siempre está aprendiendo. A sus 63 años sigue teniendo que pensar, mientras mira al fuego avivarse, si sueña con el día de la jubilación y supone que sí, porque sabe que ha conseguido algo que parecía imposible hace veinte años, dejar un relevo generacional en la fragua. “Ahora trabajamos aquí y en otro mazo más arriba, en la capital del concejo, y tenemos muchos encargos”, explica. Dennis Leurinn ha cogido el testigo de Fritz en la fragua, y hoy está trabajando en unas piezas de un hórreo, algo que les encargan mucho, porque se trata de piezas únicas que sólo se pueden hacer en una fragua artesanal.
Llegó como turista desde Holanda en el año 2009 y se enamoró de Santalla. Él, que siempre había sido marinero, eligió quedarse en Los Oscos. “Nunca olvidaré cuando Pepe de Pérez nos dio medio bollo de pan de ayer para cenar, fue la primera persona a la que conocimos… ahora ya sé, porque aquí lo he aprendido, que de Asturias te engancha su paisaje y su paisanaje”, dice, mientras se ajusta el mandil de cuero a la espalda. Este marinero en tierra, que hoy es ferreiro y paisano de Santalla, explica que al mazo viene gente de toda España a aprender, de Galicia, del Pais Vasco, de Catalunya, de Canarias y hasta de Mallorca.
Apunta Fritz, mientras cruza los brazos, que fue Gaudí el primero que importó la forja contemporánea, saliéndose de las formas y de las figuras tradicionales. Y ahí no hay censuras, en el mazo se hace cualquier pieza siempre que sea única y original. Con su gorra negra calada, que abriga y deja salir por debajo sus rizos austriacos, Fritz no teme al frío de la fragua, y eso que está abierta, y el agua y el aire pasan por la rueda del molino y se cuelan entre los travesaños de madera del sistema hidráulico que da fuerza al mazo, y consigue que sople el aire que alimenta el fuego de la fragua.
Tuvo que venir un ferreiro austriaco a tomar las riendas de uno de los mazos más importantes de Asturias. Aquí, a tres kilómetros de la capital del concejo, en Mazonovo, cumplió Fritz el sueño que creía que le habían robado siendo un niño. Y aquí sigue sonando el martillo cada día. Los golpes contra el hierro garantizan que el mazo de Santalla sigue vivo, y que los ojos de Fritz sigan siendo más azules cuando los ilumina el fuego… como cuando era un niño.
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