Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.
THE NEWSROOM: Will McAvoy vs. William Shirer
Por la redacción de “The Newsroom”, la serie de Aaron Sorkin que trata sobre el día a día de un informativo, pululan varios personajes, casi todos ellos periodistas. Salvo los “mandamases malos”, todos están impregnados de buenas dosis de idealismo, profesionalidad, rigor, valentía y compromiso con la verdad. Esta es la deslumbrante escena inicial de la serie:
Y quizá estamos tan acostumbrados al hecho de consumir prensa que no caemos en las dificultades que conlleva hacer bien ese trabajo. Sorkin expone los dilemas que enfrentan estos trabajadores, cuestiones que resultan muy emocionantes en tanto en cuanto suponen que el periodista exponga su integridad laboral, física o la de terceros con tal de contar la verdad. También reflexiona sobre el mal periodismo, de la codicia por ser el primero, de generar información a partir de la basura, de ceder ante las presiones o de la manipulación. Pero lo que más me gusta es que nos hace ver que no sólo los bomberos o los deportistas son figuras heroicas. También lo son los médicos, los maestros, los periodistas y casi cualquier persona que se comprometa para aportar con su trabajo algo de valor a la sociedad. Para mi gusto, “The Newsroom” está lejos de ser una serie perfecta, pero tiene una enorme virtud: logra conectar con el espectador a través de lo mejor que hay en nosotros.
Los que hayáis visto la primera temporada podréis completar la frase: “América no es el mejor país del mundo. Pero...”
Hace algunos meses leí los “Diarios de Berlín (1934-1941)” de William Shirer. Es un libro muy recomendable. A pesar de ser una crónica periodística sobre la Europa de pre-guerra y de la guerra, está escrita con la misma pasión y tensión que cualquier novela, con el añadido de que en este caso los hechos son reales y conservan el pulso dramático de aquella intensa época.
Al igual que Sorkin, Shirer habla de la censura, de los peligros de informar, de la manipulación y de la integridad moral del periodista. Sacrifica su vida personal (en un momento en el que acaba de ser padre) y su seguridad por poder contar lo que está pasando. Viaja continuamente, de Berlín a Praga, de Londres a París, de Ginebra a Viena, trabajando estrechamente con Ed Murrow para organizar ruedas de corresponsales desde los lugares más cercanos a la noticia. Viendo ambas series se ve que los tiempos han cambiado muchísimo: hoy en día con una sencilla webcam puedes contar cualquier cosa, pero entonces emitir para EEUU desde un país europeo en guerra requería una enorme logística, aparte de tener cierta facilidad para torear o amoldarse a las exigencias de la censura. Y así vivió el periodista aquellos años: alejado casi todo el rato de su mujer y su hija, saltando de una ciudad a otra, frecuentemente amenazado y vigilado, conviviendo con el desvergonzado relato que de la guerra hacían los medios alemanes mientras intentaba contar la verdad.
Tanto el ficticio Will McAvoy como el real William Shirer aportan algo más que un relato veraz de unos determinados hechos: un espejo no de lo que somos, sino de lo que podríamos ser.
Por la redacción de “The Newsroom”, la serie de Aaron Sorkin que trata sobre el día a día de un informativo, pululan varios personajes, casi todos ellos periodistas. Salvo los “mandamases malos”, todos están impregnados de buenas dosis de idealismo, profesionalidad, rigor, valentía y compromiso con la verdad. Esta es la deslumbrante escena inicial de la serie: