La mentira os hará libres: Realidad y ficción en la democracia
Fernando Vallespín aborda, de una manera amena y con la justa pizca de profundidad, la relación entre lenguaje y política -esto es, entre la construcción deliberada de lo que es real y la democracia. El libro, dedicado afectuosamente a quien fuera su compañero Rafael del Águila, es en el fondo una llamada alarmante a la reacción y al compromiso, al despertar ciudadano ante el constante intento de ‘disfrazar lo que es por lo que conviene que sea’. El objetivo del libro no es averiguar si desde la esfera institucional nos mienten o no, sino estudiar cómo intencionalmente nos describen la realidad a la medida de sus intereses en un momento dado. Es decir, se parte de la idea de que existe una resignificación permanente hecha de manera estratégica; y, sin embargo, esto no significa lo mismo que decir que nos mienten permanentemente, porque aquello social y político ya no se mueve entre la dicotomía verdad/mentira (aunque Monti, y lo que significa Monti, se empeñen). Lo social y político es situacional y existe en tanto que lo crean, no como algo externo a nosotros. Parafraseando a Lafargue, “las cosas no son así, hemos querido que fueran así”.
El tema central por tanto es cómo construimos nuestra opinión - “la democracia es el gobierno de la opinión”- la cual, al final, parece estar influenciada por todo un conjunto de procesos de presentación de realidad, los cuales “dictan lo que es norma”. Ser conscientes de ello y actuar, entendiendo la acción como el siguiente paso lógico, es lo que, para Vallespín, caracteriza la condición de ciudadano.
Se podría fácilmente ilustrar esta tergiversación intencional con ejemplos actuales. Por ejemplo, el autor advierte que no existe una frontera nítida que separe el interés nacional del interés político específico y que la voluntat d’un poble y la voluntad de la coalición CiU se presentan como la misma. Ahora incluso se erigen intérpretes de “las mayorías silenciosas”, y cuando se dignan a hablar para los medios sólo les falta romper a llorar. Pese haber perdido ya toda credibilidad, aquellos que nos dicen gobernar no se rinden en el empeño de intentar confundirnos y hacernos creer que en realidad ‘pintamos algo’.
Es en este sentido que Vallespín apunta que “el sistema democrático no tiene la capacidad de estar a la altura de lo que promete”. El democrático, es un sistema frustrante por definición; y es a través de las narrativas heroicas, de las apelaciones a lo emocional, que los ‘gobernantes’ consiguen el objetivo (demasiado fácil) de convencernos de que van a cambiar algo. Los políticos hoy piensan que puesto que la política no es agente de transformación social real, entonces almenos lo tendrá que parecer.
“El objetivo de toda acción política, la condición de posibilidad para su eficacia, es conseguir que una determinada presentación del mundo, la que nos interesa, sea la que acabe imponiéndose”, arguye el autor. La construcción del relato deviene clave, pues es el instrumento para dar credibilidad a la visión de la realidad que queremos proyectar. No es necesario recurrir a la mentira, simplemente se construye una realidad acorde a nuestros intereses a través de un discurso deliberadamente estructurado para parecer veraz.
En el libro, Vallespín describe algunas formas de construir realidades identificables:
(1) El framing. Popularizado por el lingüista cognitivo George Lakoff (que como Pettit, inspiró a Zapatero en su labor de gobierno), consiste en la elaboración social de un esquema de interpretación a partir del cual aprehender la realidad, regido por convicciones morales.
(2) El spin. Consiste en proveer una interpretación determinada de un suceso con el objetivo de persuadir. Es una forma de propaganda con la intención de manipular y, por tanto, a diferencia del framing, deliberadamente engañoso.
(3) El storytelling. Teorizado por Christian Salmon, éste no se inspira en una teoría cognitiva del lenguaje. Consiste en narrar, en “envolver la realidad en relatos”, en crear historias a partir de las cuales transmitir un determinado mensaje.
Quizá hoy sea cierta la frase y tengamos que decir que: “las ideologías han muerto, vivan los frames”. Pero hasta hace poco, el continuo proceso de desenmascaramiento procuraba una suerte de alivio intelectual, creando la esperanza de que existía una verdad, intoxicada y nublosa, pero existía. Sin embargo, hoy ya tendemos a creer que la realidad, lo que es verdad, se construye continuamente y es algo sobre lo que operamos activamente; “algo que tejemos y destejemos casi sin limitación alguna. Y puede que en ese ‘casi’ es donde (…) nos jugamos el ser o no ser de la democracia”.
“La hipocresía, las verdades contadas a medias, el enmascaramiento permanente y las mentiras germinan mejor allí donde se aceptan como algo ‘normal’ por parte de la sociedad civil”. Es aquí donde está la clave. Una sociedad civil que se sienta responsable de lo común, “reflexiva y autónoma”, que pueda identificar y denunciar las realidades ficticias interesadas que fijan la individualidad como objeto político. Debe atreverse a configurar una visión propia, independiente, fundamentada bajo principios estrictamente humanos, estrictamente ciudadanos. En la lucha por el control del lenguaje, está la lucha por la libertad.
Más sobre la relación entre lenguaje y política:
(1) Video Lakoff: “Idea Framing, Metaphors, and your Brain”
(2) Videos de Juan Carlos Moreno Cabrera( Catedrático del Departamento de Lingüística, Lenguas Modernas, Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Madrid): “Lingüistica y nacionalismo”, “El catalán se puede entender en toda España” y “El inglés no es útil