En todas las democracias, la estructuración de los sistemas de partidos políticos refleja de algún modo una estructura de preferencias políticas que tienen su origen en la situación socioeconómica de los individuos. Aunque este fenómeno es generalizado, los estudios sobre esta cuestión muestran que no podemos explicar todo el comportamiento electoral a través de la clase social (por ejemplo de J. Polavieja, J. J. González y Lluís Orriols), y que hay que tener en cuenta otros factores ideológicos, de identificación nacional o de percepción del contexto de los electores.
En este post expondremos algunos factores generales que han afectado a la relación entre clase social y voto, y vamos a ver cómo han votado y votan los distintos sectores sociales. El argumento queda reflejado en un gráfico, basado en encuestas postelectorales del CIS, que muestra la evolución (1986-2011) del comportamiento electoral de los principales grupos sociales siguiendo la adaptación de González del esquema de Goldthorpe que distingue entre clases activas (las clases medias y los distintos grupos de trabajadores) y clases pasivas (dependientes de subsidios como parados o pensionistsa, o no activos económicamente como amas de casa o estudiantes).
La literatura ha destacado la confluencia de al menos tres factores fundamentales que explican la evolución de la relación entre voto y clase social en España. El primero se refiere al contexto internacional. Cuando España accedió a la democracia a finales de los años 70, el impacto clásico de la clase sobre el voto en las democracias occidentales ya estaba “en crisis”. De hecho, aunque las primeras campañas electorales estuvieron marcadas por un claro discurso de clase debido al papel de los sindicatos en el tardofranquismo y su relación con los partidos, la consecución de las principales demandas sindicales durante la transición (negociación colectiva, concertación social, etc.) y el marco de reformas económicas frente a la crisis económica de la década de 1970 (reflejado en los Pactos de la Moncloa de 1977) hizo que la relación entre clase social y voto en la democracia estuviera marcada desde su inicio por los conflictos redistributivos propios del inicio de la crisis del estado del bienestar.
El segundo factor se refiere a las relaciones entre los sindicatos y la política. Por un lado, las relaciones entre UGT y CCOO con sus familias políticas naturales socialista y comunista, respectivamente, pasó de la unidad de acción de los primeros años de transición y democracia a una tensión creciente y ruptura con el gobierno del PSOE (huelga general de 1988) por sus políticas de reforma económica estructural.
Las consecuencias de esta ruptura se observan en el gráfico por el descenso del apoyo al PSOE entre todas las clases activas entre 1986 y 2000, mientras que hasta 1996 los socialistas mantuvieron su hegemonía entre jubilados y amas de casa. En este sentido, resulta especialmente notoria la pérdida de apoyo al PSOE entre los trabajadores manuales (cualificados o no) y los no manuales (que incluye auxiliares administrativos y trabajadores de servicios), que son una base electoral natural de la izquierda. Véase, además, cómo entre los grupos de trabajadores la abstención baja en el mismo periodo, lo que indica que estos sectores no sólo dejan de votar al PSOE sino que pasan a votar a otras opciones como Izquierda Unida, pero también al Partido Popular.
El tercer factor importante para entender las relaciones entre clase social y voto en España es, paradójicamente, el retraso con el que España llega a tener un partido de derechas normal, es decir, políticamente relevante, capaz de ganar elecciones. Con el desplome de la UCD en 1982, la única oposición seria a los gobiernos socialistas hasta la década de 1990 fue la de los sindicatos, no la de una alternativa de centro-derecha. A partir de 1993, sin embargo, la derecha había conseguido por fin cambiar su nombre, imagen y discurso para atraer a las clases medias urbanas (las viejas clases medias ya las tenía), lo que le valió el control de cada vez más capitales de provincia y, sobre todo, el convertirse en alternativa de gobierno en detrimento del PSOE, que ya había perdido parte de su apoyo entre los distintos grupos de asalariados.
En el gráfico, la aparición del Partido Popular como alternativa seria de centro-derecha se ve reflejada en sus apoyos entre distintos sectores sociales, pero no solamente de los grupos naturales de la derecha. Así, vemos que en las elecciones de 1996 el PP aumenta su apoyo en todos los sectores sociales (excepto los trabajadores manuales cualificados), especialmente los jóvenes, los parados, las nuevas clases medias y los trabajadores manuales no cualificados. Ahora bien, a partir de 1996 y hasta 2004 se produce una situación paradójica en el voto de clase: el PP va perdiendo apoyo contínuamente de las clases medias (su base electoral natural) y lo aumenta considerablemente (hasta el 2000) entre los trabajadores no manuales, los manuales no cualificados y los parados. A pesar de estas oscilaciones, a partir de 1996 se observa que cuando un partido domina un ciclo electoral (el PP en 1996-2000, el PSOE 2004-2011) lo hace con un apoyo generalizado en todos los sectores sociales, con excepción de los trabajadores manuales cualificados, en los que siempre domina el PSOE. Esto indica un debilitamiento de la clase social como factor determinante del voto en España.
Finalmente, en el contexto de los atentados de Madrid, en 2004 el PP recibe un voto de castigo primordial por parte de todas las clases excepto los jubilados y la amas de casa, que son los únicos que, en la primera victoria del PP de 1996, habían aumentado su apoyo por el PSOE (inmerso en escándalos de corrupción y el GAL). Parecen ser, pues, clases benévolas con los gobiernos salientes, y presentan, además, un patrón de voto idéntico. Por otro lado, es notable también el hecho de que en la oleada de voto de castigo contra el PP y la movilización de “los jóvenes” en todo ello, el voto hacia el PP en 2004 entre los jóvenes sólo baja 1.7 puntos, aunque el apoyo al PSOE aumenta casi 15 puntos.
Sin embargo, ¿hasta qué punto esta oscilación del voto en los distintos sectores sociales es relevante para los dos principales partidos políticos? ¿Son PP y PSOE indiferentes ante la pérdida de apoyo, por ejemplo, entre jubilados o entre los jóvenes? ¿Los electorados de los partidos son socioeconómicamente distintos o bien PP y PSOE compiten por el apoyo de los mismos sectores sociales? Estas preguntas las abordaremos en un segundo post.