En contra de lo que todavía mucha gente cree, las tasas de aborto son más elevadas en aquellos países donde las leyes son más restrictivas y punitivas. Las tasas de aborto son de 29 por mil mujeres en edad reproductiva en África y 32 por mil en América Latina, regiones en donde el aborto está severamente restringido en casi todos los países. En cambio, la tasa de aborto es de 12 por mil en Europa Occidental, donde existe un amplio acceso tanto al aborto como a la anticoncepción. Penalizar el aborto no evita su práctica, pero sí provoca un aumento de ingresos hospitalarios por complicaciones y de muertes derivadas de procedimientos clandestinos e inseguros. En América Latina, por ejemplo, el 95% de los abortos se llevan a cabo en condiciones inseguras, con graves consecuencias para la salud de la mujer en términos de morbilidad y mortalidad.
Estas son algunas de las conclusiones del estudio realizado por investigadores del Instituto Guttmacher y la Organización Mundial de la Salud, publicado en The Lancet. A nivel mundial, el porcentaje de abortos realizados en condiciones de inseguridad sanitaria y jurídica ha aumentado de 44% en 1995 a 49% en 2008 –aunque solo suponen el 6% en el mundo desarrollado–. La OMS estima que las complicaciones derivadas de abortos en condiciones inseguras causan 47.000 muertes anuales y representan un 13% del total de muertes maternas en el mundo.
En el caso de España, un estudio publicado en la European Journal of Public Health, que analizó los registros de abortos de mujeres españolas en Inglaterra y Holanda desde 1974 y en España desde 1986 concluyó que la despenalización del aborto de 1985 no tuvo un efecto observable en la evolución de la tasa de aborto, pero sí en la reducción de desigualdades sociales en el acceso al mismo. La ley de plazos de 2010 sí afectó a la evolución de la tasa de aborto, pero en el sentido contrario al augurado por los sectores más conservadores, ya que ésta experimentó un ligero descenso. En caso de entrar en vigor la nueva ley, el pronóstico es bastante preocupante: el número de abortos no se reducirá (desaparecerán de las estadísticas españolas, pero emergerán en las estadísticas de otros países europeos), aumentarán los riesgos para la salud de las mujeres derivados de procedimientos sin control médico, y aumentará la desigualdad social respecto a la libre elección de la maternidad.