Artículo en colaboración con Economistas frente a la crisisEconomistas frente a la crisis
En mitad de un vendaval europeo que no ha desaparecido a pesar de los intentos legítimamente optimistas de las autoridades españolas por configurar una opinión distinta, la política monetaria y el BCE se han convertido en un para vientos estrictamente suficiente.
El anuncio de Mario Draghi de la puesta en marcha del programa OMT, destinado a la compra de deuda pública en el mercado secundario con un vencimiento inferior a los 3 años, consiguió relajar las tensiones en los mercados de deuda desde niveles inasumibles en el muy corto plazo para los tesoros de los países periféricos, fundamentalmente España e Italia, hasta dejarlos en niveles lo suficientemente bajos para evitar el colapso financiero pero, al mismo tiempo, lo suficientemente altos para asegurar un efecto tácito disciplinante.
Es el juego al que nos tienen ya acostumbrados los verdaderos mandatarios europeos, Angela Merkel y Mario Draghi. Mantener en el borde del precipicio a los Estados miembros en dificultades para asegurarse que, a través del miedo, se termine de perfilar el cambio del modelo de convivencia social que ha caracterizado el proyecto Europeo en las décadas que siguen a la II Guerra Mundial. Ellos lo llaman “medidas contra el riesgo moral”. Desde Economistas Frente a la Crisis, sin embargo, lo calificamos de ideología, no de economía.
Merkel tiene en su mano el 27,15% de los votos en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), lo que le confiere de facto el derecho de veto. La participación de Alemania en el capital del BCE (18,94%) es también mayoritaria. La profundización de la Unión Bancaria, del Supervisor Financiero Único y de la recapitalización directa, dependen de Alemania. Y lo que es más importante, el ritmo de aplicación de estas medidas, el tiempo de sufrimiento y la incertidumbre de las economías en peligro, y por tanto de sus ciudadanos, están pendientes del calendario electoral alemán. No es una sorpresa, pero el enanismo político que Angela Merkel ha demostrado en estos 5 años de crisis económica europea es de tal magnitud que llama la atención su casi segura victoria en las elecciones alemanas.
Pero ¿qué Draghi nos encontraremos mañana en la Carrera de San Jerónimo de Madrid? Algunas pistas las encontramos en su rueda de prensa del miércoles 7 de febrero. En la última reunión del Consejo de Gobernadores, el BCE ha decidido mantener los tipos de interés en el 0,75% y la rentabilidad de los depósitos en el 0,0%. De acuerdo a las declaraciones del Gobernador, la decisión de mantener los tipos fue unánime, añadiendo que hubo discusión sobre las estrategias más adecuadas para mejorar las condiciones monetarias.
Los economistas de los países periféricos nos estamos volviendo a acostumbrar a leer entrelineas. Igual que nuestros padres y abuelos descifraban segundos y terceros sentidos en la prensa censurada por la dictadura, hoy escudriñamos las declaraciones y comunicados en una tarea que más bien parecería de juristas. En su reunión del mes pasado, el BCE dijo que observaba una “mejora significativa del sentimiento en los mercados financieros”. El miércoles sólo dijo que había “una mejora en la confianza de los mercados”.
El escenario base con el que trabajan en el BCE es el de una ligera mejoría de la situación económica en la segunda mitad del año y una caída por debajo del 2% de la inflación en la zona euro. Sin embargo, el BCE añade que existe un creciente riesgo relacionado con la apreciación del euro, llevando a la conclusión de que se “se espera una debilidad de las exportaciones mayor de lo esperado”. Malas noticias para España, cuyo debilitadísimo sector industrial depende en buena medida en su capacidad exportadora. Sin embargo, ese para vientos estrictamente suficiente del que hablábamos al principio volvió a mostrarse al rechazar la propuesta del Presidente francés Hollande para que el BCE tuviese una actitud más activa frente a la apreciación, y consiguiente pérdida de competitividad-precio, del tipo de cambio.
La realidad es que la reacción que ayer observamos en el BCE respecto al tipo de cambio del euro nos está señalizando que aumenta la preocupación de la autoridad monetaria respecto de las perspectivas de crecimiento económico. Por eso dejó claro que no tiene ninguna prisa en endurecer las condiciones monetarias. Es más, es posible que en los próximos meses veamos una nueva bajada de tipos de interés, llevándolos hasta el 0,5% y, tal vez, una ulterior bajada de la rentabilidad de los depósitos, hasta tasas negativas.
Así que, a falta de la tan ansiada transparencia de las instituciones democráticas (Mario Draghi comparecerá a puerta cerrada en el Congreso), sólo podemos continuar leyendo entre líneas. No es de esperar, sin embargo, que el Gobernador pinte la situación excesivamente pesimista. Sí nos podemos aventurar a asegurar que advertirá del riesgo de ralentización en las reformas y en la consolidación fiscal. Echaremos en falta el reconocimiento explícito, como ha hecho el FMI, de que en esta fase del ciclo las políticas de austeridad excesiva ahondan la recesión, generan desempleo y retroalimentan el círculo vicioso entre riesgo soberano, riesgo financiero y crecimiento económico. Lo que sí que podemos dar por seguro es que Sus Señorías le interrogarán sobre las condiciones del programa OMT con un ojo puesto en el rescate. 230.000 millones de euros para refinanciar en 2013 son muchos millones.
Estaremos atentos y seguiremos leyendo entrelíneas.