Una alternativa progresista
- José Moisés Martín escribe la crítica de Una alternativa progresista, el último libro de Jonás Fernández, colaborador habitual de Agenda Pública
Tras seis años de crisis financiera y económica internacional, y cinco de crisis estrictamente Española, es bastante probable que cualquier lector interesado pudiera hacerse con una auténtica biblioteca de libros sobre el elenco de soluciones que, desde la izquierda y la derecha, pasando por el centro, se han ofrecido al conjunto de la opinión pública. El mundo editorial, necesitado como está de ingresos con los que paliar su declive, ha encontrado su propio antídoto anticrisis en los libros sobre la propia crisis, y los títulos relacionados con la situación de la economía mundial, la europea y la española se cuentan, si no por centenares, sí por decenas.
De entre estos varios kilogramos de papel es difícil separar el trigo de la paja, y las más variadas interpretaciones de nuestra situación patria se han ganado un espacio en una opinión pública deseosa de recibir ideas con las que intentar reconstruir un relato sobre lo que nos ha pasado, sobre lo que nos está pasando, y más todavía, sobre cómo sobreponernos a la situación actual. Ideas hay muchas, lo difícil es precisar cuáles merecen la pena ser examinadas, asimiladas y apoyadas.
El libro de Jonás Fernández, Una alternativa progresista, forma parte de este último conjunto de propuestas. Jonás es un economista joven, con una formación técnica impecable –que se reparte entre la universidad de Oviedo, el Centro de Estudios Monetarios y Financieros del Banco de España, el IESE y la London School of Economics, todos ellos centros de primer nivel– y con una experiencia profesional en el servicio de estudios de Solchaga Recio y Asociados que le permite observar el acontecer de la economía española desde una atalaya privilegiada.
Siendo esta formación y experiencia suficiente, Jonás ha mantenido una importante experiencia política en la familia socialista, primero ocupando puestos de responsabilidad en Juventudes Socialistas de Asturias, y posteriormente como asesor en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Merece la pena incidir en ello en estos tiempos en los que la militancia política tiende a confundirse con el pesebrismo y la falta de preparación técnica e intelectual. No es ni mucho menos su caso, ni el de otros muchos miles de militantes que combinan un quehacer profesional de primer nivel con su compromiso político.
Es esta doble experiencia, su sólido conocimiento intelectual y profesional de la realidad económica y política de España, y su compromiso con los valores de la socialdemocracia, desde donde nos lanza su propuesta de reformas. Porque el hilo conductor del libro es la propuesta. Una agenda que abarca lo político, lo institucional, lo social y lo económico. Y desde ese punto de vista es un claro mentís a aquellas voces interesadas que sitúan en la izquierda económica un permanente lamento sin propuestas dignas de ser tomadas en consideración.
Bien al contrario, el texto de Fernández recorre los principales aspectos de la realidad de nuestra crisis y plantea una colección de alternativas que circulan desde lo financiero, lo laboral, la reforma del Estado de bienestar y la arquitectura institucional de la administración y la política que termina dejando muy poco fuera de su alcance. Difícil tarea en un libro de apenas 280 páginas en formato de bolsillo, pero que el autor consigue cuajar en un programa coherente y detallado.
Comienza el libro con una reflexión sobre la crisis de la eurozona y sus posibles soluciones. Es quizá la parte más “dura” del libro, y especialmente en lo relativo a la descripción de los regímenes cambiarios, que pueden desalentar a los lectores menos avezados. Merece la pena aguantar el esfuerzo de la lectura porque posteriormente pasa a describir algunos aspectos clave de la situación actual de la eurozona, para lo cual los conceptos iniciales son de gran utilidad. Fernández identifica los problemas de la zona monetaria incompleta que es la Unión Monetaria Económica, y apuesta por una profundización de la integración europea que dé respuesta a los retos planteados por el déficit de diseño institucional de la misma.
El segundo capítulo, quizá el más interesante del libro, describe una agenda de reformas económicas destinadas a recuperar dinamismo y competitividad, describiendo brevemente una serie de reformas que el autor considera claves, en el ámbito del sector financiero, la reforma fiscal, la reforma laboral, la reforma energética, industrial y de política de competencia y empresarial.
Cabe destacar lo interesante de la reforma fiscal planteada y la solución que propone para el mercado laboral, a través de la conversión de los actuales contratos temporales en un tipo de contrato indefinido con indemnización creciente, que, según el autor, recogería lo mejor de la propuesta del contrato único sin erosionar los derechos de los actuales trabajadores fijos.
Es una propuesta digna de estudio en profundidad, que él compatibiliza con un pacto de rentas que permita moderar crecimientos, tanto en los costes salariales como en los márgenes empresariales. El autor aboga por reactivar la política industrial con un enfoque horizontal, y por realizar una reforma empresarial que introduzca más competencia y que permita eliminar privilegios inmerecidos fruto de posiciones dominantes en los mercados.
Continúa el texto enumerando las reformas necesarias en el ámbito del Estado de bienestar, donde incluye la necesidad de reformar el sistema de pensiones para evitar su privatización o su quiebra, la reforma sanitaria –incluyendo una modernización en su gestión pública, que defiende frente a las tentaciones privatizadoras– y abogando por una reforma educativa que centre los esfuerzos en las primeras etapas formativas, y que sitúe a los centros privados y concertados en su sitio dentro de un sistema pensado no para estratificar a los alumnos, sino para garantizar la igualdad de oportunidades desde la cuna. Termina este apartado con un llamamiento para la puesta en marcha de un plan de choque contra la pobreza generada por la crisis, que considera una tarea de urgencia.
La tercera parte del libro recoge las propuestas para la reforma de la arquitectura institucional y de la política, planteando una reforma del título VIII de la Constitución, la reforma del Senado, un nuevo sistema de financiación de las comunidades autónomas y municipios, y una reforma del modelo de funcionamiento de los partidos políticos, sistema electoral y transparencia en la gestión pública. Conviene hacer una lectura conjunta de ambos capítulos (IV y V), ya que se retroalimentan y tienen en sí mismos la entidad suficiente como para ser leídos como parte de una agenda de regeneración política más amplia.
Son muchas las virtudes del libro. Quizá la más reseñable es la amplitud de la oferta presentada y la búsqueda permanente de un tono poco grandilocuente y más bien modesto, que resalta los contenidos de las propuestas, la mayoría de ellas, puestas en contraste con las diferentes alternativas en discusión, y que son también explicadas en cada punto.
Es de agradecer este ejercicio de honestidad intelectual que lleva a describir las opciones posibles y a razonar la elección de la preferida por el autor. Quien lea el libro encontrará, por lo tanto, no sólo las propuestas del autor, sino también su valoración de las propuestas de otros autores y programas, lo que lleva a dotar de perspectiva cada una de las alternativas planteadas. Fernández se permite muy pocas licencias líricas. En estos tiempos de debate encendido y en muchas ocasiones sensacionalista o alarmista, encontrarse con un texto que se basa en un lenguaje sereno, razonado y honesto, es muy de agradecer.
Y en su pecado está su principal penitencia. Las reformas que plantea el libro son originales, de un profundo calado, y apuntan a un modelo nuevo de economía y de sociedad. Sin embargo, el texto no consigue transmitir una idea movilizadora de proyecto de país. Poca gente se sentirá disgustada con lo que aparece en el libro, y una lectura superficial podría dar la sensación de que el autor no se sale del guión de un cierto reformismo progresista políticamente correcto. Es una lástima porque, a juicio de quien escribe estas líneas, su contenido merecería una defensa más apasionada de su programa de cambio. Para hacer una tortilla hay que romper los huevos, y en este libro vemos una tortilla pero hay muy pocas cáscaras.
Hay, por supuesto, aspectos matizables, y otros en los que quien escribe está en franco desacuerdo, la mayoría de ellos en relación con la interpretación del pasado económico reciente. Fernández plantea, por ejemplo, que la Unión Monetaria fue la respuesta a las turbulencias financieras de 1992 –que llevaron a la libra a abandonar el Sistema Monetario Europeo–. La realidad muestra que la Unión Monetaria y el tratado que la consolida (Maastricht) se negoció y firmó antes del estallido de la crisis del SME.
También plantea que durante los años de bonanza, España redujo su deuda pública, pero una lectura detallada de los datos del stock de deuda da como resultado que España no redujo su stock, sino que la refinanció y que el descenso del ratio deuda / PIB se debió exclusivamente al fuerte crecimiento del PIB. Existen también diferentes opiniones sobre si el tipo de cambio de la peseta con el euro fue excesivo o insuficiente, ya que no faltan voces autorizadas que alertaron de un tipo de cambio demasiado apreciado para la peseta, al contrario de lo que el autor plantea en su libro.
Hay también temas para la discusión. Para ser un texto escrito desde el centro izquierda, se echa en falta una defensa más activa de la igualdad, y pocas veces se hace referencia a una estructura social polarizada que puede terminar en fractura. Para quienes pensamos que la igualdad debe estar en el corazón de cualquier agenda progresista, sus páginas dedicadas a la lucha contra la pobreza y la desigualdad saben a poco, aunque quizá el autor ha preferido centrarse en los aspectos clave de las reformas económicas, dejando para especialistas un desarrollo más completo de los aspectos sociales.
En cualquier caso, el punto más controvertido de desacuerdo es la defensa cerrada que Fernández realiza de la reforma del artículo 135 de la Constitución sobre el equilibrio presupuestario, que, a juicio de quien escribe estas líneas, fue innecesaria, inútil y excesiva. Este último sí supone un aspecto clave que merecería una mayor discusión con el autor, pero que en nada empaña el conjunto de la obra.
Con todo, Una alternativa progresista es un libro que merece ser trabajado y revisitado en los próximos años. En él podemos encontrar material suficiente como para participar ampliamente en el debate sobre las reformas políticas, económicas y sociales necesarias para la España de la próxima década. Que el autor lo haga desde su compromiso político da al texto un cierto aire de “carta abierta” a la socialdemocracia española y especialmente europea, porque, como el propio Jonás plantea, mucho de su programa de reformas necesita del concurso de las instancias europeas para ser llevado adelante.
No es este un punto menor, y aunque se deja translucir a través de todos los capítulos, hubiera necesitado de mayor énfasis: España puede –y debe– hacer su parte del trabajo, pero una salida socialmente aceptable de la crisis sólo puede venir acompañada por una profunda reforma institucional de los mecanismos de gobernanza económica de la Unión Europea y del euro.
Construir las alianzas políticas y sociales necesarias para acometer semejante obra transciende en mucho las posibilidades de un solo partido socialdemócrata de ámbito nacional, por lo que la estrategia es hoy tan importante como el programa. El PSOE –a quien se dirige preferentemente el texto de Fernández– puede hacer su papel en España, y a ello le llama este libro, siempre y cuando sea capaz de recuperar una mayoría social que, a juicio de quien escribe estas líneas, está bien lejos de conseguir por sí mismo.
De la habilidad de los socialdemócratas europeos para articular su propio discurso sobre Europa, y, desde él, construir una mayoría social consistente y abierta al diálogo y a la colaboración con otras fuerzas políticas, depende buena parte de nuestro futuro.