A medida que la crisis económica se mantiene en nuestra sociedad, van apareciendo, paulatinamente nuevas víctimas. Si desde el principio las principales víctimas han sido las personas, con los dramas individuales de las listas del paro y los desahucios como consecuencias más claras, desde hace algunos meses están apareciendo nuevas víctimas. Primero fueron los servicios públicos, y luego llegaron las ONGs y el Tercer Sector en general.
De hecho, la crisis del Tercer Sector ya apareció hace dos veranos, cuando por una parte la Generalitat de Catalunya empezó a retrasar pagos a centros asistenciales concertados y por otra parte, el Gobierno de Castilla La Mancha buscaba nuevos modelos de gestión de casas de acogidas de mujeres maltratadas. Pero lo que hace más de un año eran los primeros síntomas, hoy ya es una realidad: el Tercer Sector está sufriendo en sus carnes los efectos de la crisis, traducidos en unos impagos de convenios con el conjunto de las Administraciones Públicas y en la drástica reducción de las ayudas institucionales.
Como muestra tres ejemplos: uno, la evolución de la obra social en colaboración de las cajas de ahorro, que pasa de 778M€ en 2008 a 362M€ en 2011, volviendo a niveles de 2002 (según datos de la CECA). Dos, la reducción de la ayuda al desarrollo del Gobierno de España en los presupuestos 2011, traducida en un -75% respecto a la partida del año anterior. Tres, las últimas denuncias de ONGs quejándose de impagos de las Administraciones Públicas.
El problema de esta realidad es que la afectación de la crisis en las ONGs tiene réplicas en otras víctimas, ya que la actividad de las primeras tiene un impacto positivo en colectivos en riesgo de exclusión social y económica. Así, en el caso del Tercer Sector social, por ejemplo, la actividad de las ONGs es un complemento a Servicios Sociales (cómo es el caso de la Federación Amigos de los mayores, que lucha contra la soledad de dicho colectivo). En otros casos, la actividad de las ONGS es un sustituto a los servicios sociales, ejemplo claro es CARITAS y su red de asistencia social en toda España. Y en otros casos la actividad de las ONGs es un servicio social más, como el servicio de Teleasistencia Cruz Roja. Con lo que si el Tercer Sector ve reducidos sus ingresos, su actividad se pone en peligro y otras víctimas de la crisis se resentirán.
Las ONGs podrán decir que sus servicios son necesarios, y que son parte de los servicios públicos, y por lo tanto deben ser pagados por las administraciones públicas. De acuerdo, pero si estas no pagan, ¿van las ONGs a dejar de ofrecer los servicios que hacen, que en el fondo dan sentido a su misión como organización?
Si el Tercer Sector se pone bajo el paraguas a esperar que pase la tormenta, la predicción será una muerte lenta y silenciosa. La crisis económica actual ha venido para instalarse y antes que se vaya van a pasar bastantes años (según el primer y recién estudio conjunto entre Intermón, Médicos del Mundo, UNICEF, Caritas y La Compañía de Jesús, tardaremos 25 años para recuperar niveles de bienestar anteriores a la crisis). Este es sólo un ejemplo de lo que vamos a tardar en salir de la crisis, pero otros estudios apuntan a 10 años para recuperar niveles de paro anteriores a la crisis. Con lo que todo ello conlleva en las arcas públicas, luego, mejor empezar a vivir más allá de la subvención.
Y vivir más allá de la subvención es posible. De hecho el mundo del Fundraising es una realidad ya establecida en nuestro país. Y aunque bajan los ingresos provenientes de las donaciones de las cajas sociales, las administraciones públicas y también de las empresas, las donaciones individuales mantienen el tipo a pesar de la crisis. Así, según datos de Hacienda (2012), las donaciones individuales han pasado de 597,8M€ en 2007 a 758M€ en 2010, creciendo a un ritmo promedio anual del 8%.
Pero si el Fundraising es una alternativa a las subvenciones, alternativa ya aplicada por muchas ONGs y entidades del Tercer Sector, aún hay otros canales de ingresos posibles. Los negocios sociales, esto es el emprendimiento social es una opción real. ¿De qué hablamos? De tomar lo mejor de los negocios y la acción social y juntarlo, haciendo posible crear ingresos de la actividad social. Casos como La Fageda o Fundació Futur son unos de muchas organizaciones que desde la acción social (integración de colectivos en riesgo de exclusión socioeconómica) realizan actividades comerciales.
Hay otras opciones también a valorar, aunque algunas pueden ser más dolorosas para el ego de la organización. Es el caso de las fusiones entre entidades, cómo la ya vivida entre la Fundación Luis Vives y la Fundación Acción Contra el Hambre, pero puede haber fusiones frías o alianzas por productos, como el caso del estudio que citábamos más arriba entre UNICEF, Intermón, Caritas, Médicos del Mundo y La Compañía de Jesús.
Por último, como otra opción de nuevos ingresos, es abrir la puerta al copago de algunos de los servicios de las ONGs a algunos de sus usuarios. Pero con la baja cultura del pago por servicios que hay en nuestro país, este tema puede ser muy complicado de implantar.
Lo que está claro es que no volveremos a los niveles de subvenciones al Tercer sector como antes de la crisis, por lo que hay que tomar esta realidad como una oportunidad para cambiar modelos, inercias, y sistemas de funcionamiento basados en la ayuda institucional y saltar a la implicación ciudadana y la generación de negocio con retorno social. Más aún cuando se está produciendo un retroceso claro del Estado del Bienestar, y en casos como estos, quién podrá substituir al Estado de Bienestar, guste o no, serán las ONGs y el Tercer Sector.