Tras la irrupción del movimiento 15-M en la primavera de 2011, muchos han cuestionado su continuidad, logros y métodos, en particular desde los medios de comunicación tradicionales y el establishment político. Sin embargo, como otros muchos hemos señalado, este movimiento, aunque haya perdido visibilidad, permanece activo a través de una serie de procesos y dinámicas que han vigorizado aún más a una sociedad civil muy plural y diversa. De hecho, esta ya se venía mostrando muy abierta y activa desde finales del siglo pasado y ha cobrado todavía más fuerza y visibilidad a partir de la irrupción del movimiento de los indignados.
Uno de sus rasgos característicos ha residido en su crítica a los partidos políticos tradicionales, a su falta de políticas encaminadas a resolver los problemas cotidianos de las personas y en su demanda de una democracia más participativa. Un hecho que implica un fuerte compromiso con el pluralismo ideológico (Does the Spanish 15-M have an ideology?, 2014) y el cambio social. Esta meta ha informado sus marcos básicos de movilización desde el principio y es un elemento clave para entender su impacto sobre la opinión pública y la ciudadanía, así como la transformación de su identidad colectiva en estos cuatro años.
Con la irrupción del movimiento, las organizaciones, redes de activistas y ciudadanos que se congregaron en las plazas y calles tras la manifestación del 15 de mayo de 2011 y el primer desalojo, enmarcaron una serie de aspectos que ya analizamos en nuestros trabajos etnográficos precedentes (Las raíces del movimiento 15-M, 2012) y cuya resonancia he contrastado estadísticamente con datos agregados provenientes de una encuesta del CIS (Las bases sociales de la indignación, 2015). Un sistema de participación y de representación política que está en el origen de muchos otros problemas que han generado un importante descontento e indignación ciudadana (v.g., connivencia entre ‘políticos y banqueros’, desempleo y precariedad, desahucios, corrupción o recortes en servicios públicos). Marcos de acción colectiva que se centran en las causas y en las consecuencias de la crisis política, económica y social, y con una gran capacidad para persuadir a una mayoría de ciudadanos acerca de la pérdida simbólica de legitimidad de los poderes institucionales, como elemento clave sobre el cual reside su fuerza y su potencia. Si bien, los marcos de referencia originaros sobre los que se asentaron las bases sociales del 15-M y de la expresión de la indignación ciudadana han experimentado un proceso de extensión y ampliación significativos como consecuencia de su carácter plural, inclusivo, abierto y dinámico. Un proceso de transformación del que ha sido objeto en la interacción de diferentes identidades y definiciones de la situación que se han ido generando en diferentes redes del, y en torno al, movimiento y fuera de él a través de alianzas, confluencias y convergencias o reposicionamientos, rupturas y conflictos.
Visto en perspectiva, numerosos académicos (como por ejemplo Luis Enrique Alonso, 2012) han señalado que las movilizaciones de indignados han “recogido una década larga de movimientos alter o antiglobalización, pero también un buen número de iniciativas ciudadanas y juveniles que venían llamando la atención sobre lo que consideraban la absoluta financiarización y sobremercantilización de todas las condiciones de existencia de la vida cotidiana y, en especial, de la vida juvenil, tanto en la educación (el movimiento anti-Bolonia) como en la vivienda (movimientos por una vivienda digna y diferentes acciones de ocupación). Así como una nueva vuelta de tuerca del medio-ambientalismo y el anti-consumismo, producida a principios del siglo XXI”. En esta línea parece apuntar una de las etnografías que elaboramos durante nuestra línea investigación sobre organizaciones reflexivas en España (dirigida por Enrique Laraña). En enero de 2008, con motivo de la celebración del VIII Foro Social Mundial-Madrid, más de 70 organizaciones ciudadanas se reunieron durante tres días en el (antiguo) Centro Social Ocupado (CSO) Patio Maravillas, uno de los espacios de reunión (ya en el nuevo Patio Maravillas) de las personas, organizaciones y grupos de trabajo más activos dentro de la Plataforma Democracia Real Ya (DRY) y el ulterior movimiento 15-M en Madrid, para reflexionar y trabajar en torno a una serie de talleres y ejes temáticos que aglutinaban algunas de las iniciativas ya apuntadas por Enrique Alonso y otras relativas a una democracia más participativa, las causas y consecuencias de la deuda, el feminismo o los derechos de los homosexuales.
Enfocándose en estos y otros elementos, diversos autores (v.g., Perugorría y Tejerina, 2012) han enfatizado las continuidades y discontinuidades entre los movimientos alter-globalización y el 15-M u otros episodios de movilización en la nueva ola de protestas internacionales. Asimismo, se ha destacado (entre otros Cristina Flesher Fominaya, 2014) la conexión entre los CSO’s, derivados de la tradición del movimiento autónomo y okupa, y las ocupaciones del espacio público por parte de jóvenes activistas del movimiento 15-M ‘que en cierto sentido tomaron conceptos y prácticas de los CSO’s transfiriéndolos a la arena pública’. Por otro lado, las movilizaciones de estudiantes contra las reformas educativas y de numerosas personas (jóvenes y no tan jóvenes) del movimiento por una vivienda digna (V de Vivienda, PAH…) han jugado un papel importante como antecedentes del 15-M, junto con el movimiento por una cultura libre (y sus campañas contra la Ley Sinde) e iniciativas más recientes como Estado del Malestar o Juventud Sin Futuro.
Sin embargo, como trato de enfatizar en Las bases sociales de la indignación, 2015, no debemos perder de vista un hecho fundamental para comprender el significado de la irrupción y de la continuidad de este movimiento en su dimensión más amplia y profunda, que nos permita sortear ciertos sesgos: su relación con los procesos de cambio social y su potencial para actuar como una “agencia de reflexividad social, un espejo en el que se reflejan los problemas sociales del contexto en el que surge”. Un potencial de persuasión colectiva que le confiere la capacidad de producir cambios en las definiciones colectivas de las situaciones que se imponen y afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos. Poniendo el acento en marcos de acción colectiva que plantean una serie de cambios y reformas institucionales que fortalezcan a la sociedad civil, como elemento que permita profundizar en el proceso de modernización y democratización de la sociedad española. Este proceso (como señalaba Laraña en Asociación y modernización social, 2007) suele designarse como ‘transición democrática’ y puede considerarse que es i) un proceso de transformación abierto y no sólo el resultado del cambio de la legalidad vigente, ii) observable en el comportamiento de individuos y organizaciones, una dimensión microsociológica que es esencial en la percepción de su resultado, y iii) en el que algunas organizaciones y movimientos sociales han desempeñado y desempeñan un papel central.
El establecimiento de las continuidades y discontinuidades señaladas anteriormente, así como la que se establece entre el 15-M y Podemos, parecen tener su base en la importante presencia de redes de activistas y colectivos previos que, si bien han desarrollado un papel muy activo y fundamental en las dinámicas organizativas y activistas del movimiento desde las acampadas, y han pasado a formar parte esencial de él, no lo conforman en el sentido descrito anteriormente. A este respecto son interesantes las informaciones de un activista con experiencia pre-15-M en el ámbito de los CSO’s. Una de ellas acerca de cómo se sucedieron los acontecimientos antes de la convocatoria de DRY y la posterior irrupción del movimiento (15M.cc - Conversación con Guillermo Zapata). La otra (en Diario Público) viene referida al proceso de transformación del movimiento, la dificultad de entenderlo como algo ‘puro’ y el establecimiento de relaciones de continuidad con Podemos y las apuestas municipalistas. Parte de estas declaraciones vienen a confirmar otras de Amador Fernández-Savater acerca de ‘la gente sin experiencia de politización previa’ de la que principalmente provino ‘el frescor y la capacidad de creación’ durante las acampadas de mayo y junio de 2011. Mientras que “los grupos militantes y los activistas de largo recorrido estaban por lo general muy desubicados ante lo que ocurría: algunos gozando de esa desubicación y otros con el ego muy herido”.
En sentido amplio, el potencial de persuasión colectiva de este movimiento trasciende el de las experiencias activistas previas y el de las iniciativas políticas con las que se le suele asociar de forma mecánica (Podemos, Barcelona en Comú o Ahora Madrid). Su potencial reside en un marco de significados que, poniendo el énfasis en aspectos relacionados con las causas ―que sitúo principalmente en el orden político― y los efectos de la crisis económica sobre la vida cotidiana de los ciudadanos y del funcionamiento democrático de la sociedad española, le confiere una importante capacidad para conformarse como agencia de reflexividad social. Impulsando la producción de los cambios que se puedan propugnan dentro de las muy diversas y heterogéneas redes de este nuevo clima que abrió la convocatoria de DRY: un viento modernizador y creador de cultura cívica con el que ha conectado una parte importante de la sociedad española desde 2011. Sin embargo, este viento ya soplaba fuerte desde mediados de los noventa del siglo pasado de la mano de muy diversas organizaciones reflexivas y otros movimientos sociales que también alinearon sus valores y metas con los de amplios sectores de la muy plural ciudadanía de este país. Algunas de las cuales, impulsadas por fuertes sentimientos de indignación, también exploraron las vías institucionales y conformaron finalmente organizaciones políticas con el objetivo de defender proyectos de regeneración democrática. El caso de ―aunque a muchos de ustedes les pueda ‘chocar’― Ciudadanos y UPyD. Pero bueno, parece que esto ya es ‘harina de otro costal’.