Artículo en colaboración con Eurasianet.es
En el contexto actual no se pueden celebrar unas elecciones de ámbito estatal que cuenten con un mínimo de garantías procedimentales. A escasamente un mes de la primera vuelta de los comicios es dudoso que estos tengan lugar en la fecha y forma previstos, esto es, una elección presidencial que no incorpore la consulta sobre la federalización del Estado o la elección de gobernadores regionales. Por el momento, entre las concesiones del gobierno provisional figuran un aumento de la descentralización política y fiscal así como la oficialidad del ruso. No la federalización del país; la cual, en todo caso según Kiev, solo llegaría mediante un referéndum de ámbito estatal y no local, tal como demandan los rebeldes prorrusos.
De hecho, el gobierno de la autoproclamada República Popular de Donetsk convocó inicialmente un referéndum de autodeterminación para el 11 de mayo; sin embargo el 21 de abril dicho gobierno anunció la intención de promover una Federación de Repúblicas Populares junto con Lugansk, Jarkiv y Odesa.
En cuanto a las elecciones presidenciales, independientemente de su fecha, se deben destacar dos elementos que los principales candidatos sin duda tienen en mente. Si la identidad nacional, como en anteriores comicios, continúa siendo la principal fractura política que determina el voto en Ucrania, la salida de facto de los votantes de Crimea del censo obliga a renovar la estrategia electoral por dos motivos. Inicialmente supone que una victoria de una candidatura suroriental, como las que tradicionalmente han sido las del PCU y el Partido de las Regiones, no cuenta con un electorado lo suficientemente numeroso para ganar las elecciones presidenciales. De tal modo, si anteriormente los candidatos del este y oeste se disputaban la victoria en la segunda vuelta esencialmente en las regiones centrales, a partir de ahora se puede producir un desplazamiento hacia el este de la disputa, muy probablemente, entre dos candidatos de corte occidental. En esta primera elección presidencial las posibilidades de que así suceda son mayores al carecer hoy el Partido de las Regiones de un liderazgo claro y encontrarse cerca de su disolución.
Este nuevo escenario no ha pasado inadvertido a los ojos de los dos principales candidatos a la presidencia: el oligarca y exministro tanto con Yúschenko como con Yanukóvich, Petro Poroshenko, y la ex primera ministra conocida previamente como princesa del gas, Yulia Timoshenko. El primero ha buscado presentarse en todo momento como el candidato del consenso y la unidad, tratando de desmarcarse desde la formación del gobierno provisional de las decisiones más identitarias y buscando una candidatura unificada con el apoyo de Klitschko, el líder opositor a Yanukóvich con más apoyo electoral en el sur y este del país. Incluso ha invitado de manera velada a su archienemiga Yulia a formar parte de su candidatura. Por su parte, Timoshenko, desfondada en las encuestas, decidió dar un golpe de timón a su candidatura la semana pasada con una visita a Donetsk en busca de diálogo con los rebeldes prorrusos, previa critica a su vez a la “operación antiterrorista” anunciada por el presidente en funciones Turchínov, y apoyada por el primer ministro Yatseniuk, ambos miembros de Patria, el partido de Timoshenko. La ex primera ministra, oriunda de la región oriental de Dnipropetovsk, no llegó a ningún acuerdo con los rebeldes, pero aprovecho para realizar un primer acto de campaña al ofrecer una rueda de prensa en idioma ruso en Donetsk.
En cualquier caso, salga quien salga vencedor de la contienda electoral, queda claro que si el Euromaidan sirvió para derrocar a Yanukóvich no ha servido para renovar a la élite política, ya que es la vieja guardia oligárquica la que sigue repartiéndose el poder.