Las propuestas de Varoufakis para la Eurozona

Pocos economistas han recibido más atención internacional que Yanis Varoufakis en estos últimos días. Yanis Varoufakis, la estrella económica del gobierno de Tsipras, profesor de economía en la universidad de Austin, ha recibido tanta atención como críticas durante esta semana, incluyendo puestas en duda sobre su  valía académica, su orientación política  o su forma de entender la economía.

Sin embargo, Varoufakis es un viejo conocido de la economía llamada “heterodoxa”. Su nombre puede verse en algunos manifiestos, memorandos y propuestas para  una política económica alternativa, y ha estado vinculado a algunos de los espacios más innovadores en materia de política económica, como es el INET (Institute for a New Economic Thinking, patrocinado por el magnate y filántropo George Soros). Su último libro,  “El Minotauro Global”, fue editado en Español en 2012 y recibió en su momento  buenas críticas.

Es pronto para conocer cuáles son los planes de Varoufakis y de Tsipras en la negociación que necesariamente quiere abrir sobre la continuidad del programa de ajuste en Grecia, ya que apenas han comenzado a darse los primeros pasos de gobierno. En Agenda Pública  y en otros medios no faltarán análisis y referencias a los diferentes enfoques que dicha estrategia negociadora puede seguir, y el posterior desarrollo de los acontecimientos puede devenir en nuevos análisis y nuevas propuestas.

Pero, ¿qué visión sostiene Varoufakis sobre el conjunto de la Unión Europea, de la gestión de la Eurozona? ¿Irá al eurogrupo con el único objetivo de defender los intereses de su economía –lo cual ya sería bastante- o podrá ejercer influencia en el desarrollo de la política económica de la zona Euro?

De hecho, Varoufakis tiene propuesta para toda la eurozona, y, sorprendentemente, sus propuestas no sólo han sido realistas sino que en buena parte ya se han hecho realidad. En Julio de 2013, Yanis Varoufakis publicó, conjuntamente con Stuart Holland  y con  James K. Galbraith, un memorando sobre la crisis de la Eurozona, al que denominaron “A modest proposal for resolving the eurozone crisis” (Una propuesta modesta para la resolución de la crisis de la Eurozona). El documento parte de la idea de proponer una serie de reformas políticas y económicas que, sin suponer una alteración de los tratados de la Unión Europea, podrían llevarse a cabo para mejorar sustancialmente la situación de las economías europeas.

Los tres autores inician su análisis del reconocimiento de cuatro ámbitos interrelacionados sobre los que se desarrolla la crisis (crisis bancaria, crisis de deuda, crisis de inversiones y crisis social), y reconocen cuatro restricciones para el desarrollo de sus políticas:

a) El Banco Central Europeo no comprará deuda pública directamente a los estados miembros.

b) El programa OMT (Outright Monetary Transactions, el programa del Banco Central Europeo que en septiembre de 2012 apaciguó los mercados), será tolerado en la medida en que no se ponga efectivamente en marcha.

c) Los países con superávit no permitirán la mutualización de la deuda de los países con déficit.

d) No se puede esperar a convertir la Unión Europea en una Federación.

Con estas restricciones, Varoufakis, Holland y Galbraith proponen una serie de medidas para el alivio de la situación de la eurozona, centradas en mitigar cada una de las dimensiones que han identificado en la crisis: bancaria, deuda, inversiones y social.

En relación con la  crisis Bancaria, los autores proponen avanzar en un mecanismo de apoyo “caso por caso” para los bancos en problemas. Según su esquema, en caso de una crisis de un banco, las autoridades nacionales deberían ceder sus responsabilidades de gestión de la crisis al Banco Central Europeo y al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), quien tomaría las decisiones correspondientes a dicho banco. Sería en ese caso el MEDE quien recapitalizase y operase el banco hasta su completo saneamiento. Su propuesta se basaba en la hipótesis de que la Unión Bancaria tardaría demasiado en llegar y que una figura intermedia como la propuesta podría facilitar el proceso.

En relación con la  crisis de deuda, el documento diseña un mecanismo de conversión de aquella deuda por debajo del 60% del PIB (El límite permitido por Maastrich) en deuda no negociable situada en el Banco Central Europeo. El resto de la deuda seguiría en los mercados. El Banco Central Europeo emitiría deuda propia para financiar la conversión, que además sería garantizada por el Mecanismo Europeo de Estabilidad.

En tercer lugar, y para solventar la  crisis de inversiones, los autores proponen la puesta en marcha de un programa de inversiones para la recuperación y convergencia, financiado a través de bonos emitidos en el marco del Banco Europeo de Inversiones, dirigido a financiar inversiones en el ámbito de la salud, la educación, la tecnología verde, las energías renovables y la renovación urbana. El documento propone que dichos bonos no necesitarían ningún mecanismo de garantía fiscal de lo estados miembros, y que, llegado el caso, el Banco Central Europeo podría comprar dichos bonos en el mercado secundario para mantener sus tipo de interés bajo.

Por último, el documento sugiere la puesta en marcha de un programa de solidaridad frente a la  emergencia social, pensado para garantizar el acceso a la nutrición y a la energía para todos los europeos, de manera equivalente al programa de cupones de comida de Estados Unidos. La financiación para dicho programa podría originarse en los intereses acumulados a través del sistema de préstamos interbancarios del sistema europeo de bancos centrales (TARGET2), o de otras transacciones financieras.

Cuatro propuestas que los autores consideran realistas y que podrían servir para mitigar los perniciosos efectos de la crisis en sus múltiples dimensiones, evitando la modificación de los tratados y permitiendo una mejora sustancial de las condiciones económicas y sociales de la ciudadanía europea.

El documento está firmado en Julio de 2013, y muchas cosas han ocurrido desde entonces. Los posteriores desarrollos de la UE en la gestión de la crisis no sólo están en consonancia con las propuestas de Varoufakis, Holland y Galbraith, sino que en algunos casos incluso las han superado.

En el ámbito bancario, la Unión Europea ha culminado su proceso de puesta en marcha de la  Unión Bancaria, adelantándose de esta manera los presagios de los autores. La gestión del MEDE y del Banco Central Europeo en el Mecanismo Único de supervisión y de resolución bancaria, así como la utilización del MEDE como instrumento de recapitalización bancaria, suponen un paso en una dirección similar a la propuesta por el documento.

La gestión de la deuda sigue siendo un grave problema para la Unión Europea, pero la puesta en marcha del  Quantitative Easing en marzo de 2016 comporta algunas características similares a las ofrecidas por los autores. El Banco Central Europeo comprará deuda pública a largo plazo hasta su término, emitiendo para su financiación no instrumentos de deuda, sino reservas. Los límites establecidos para la compra de deuda nacional están por debajo del límite del 60% del PIB (sólo se podrá comprar un 33% de la deuda emitida por cada estado miembro), lo cual permitirá rebajar sustancialmente los costes de financiación de dicha deuda, que además tendrá un importante grado de mutualización no sólo a través del 20% mutualizado, sino  a través de los mecanismos de compensación interbancaria del Sistema Europeo de Bancos Centrales (TARGET2). El objetivo del QE no es en modo alguno rebajar la presión sobre la deuda soberana, pero sí será uno de sus efectos positivos colaterales.

En el plano del plan de inversiones, la propuesta de Juncker para la elaboración de un plan de inversiones en la Unión Europea  va de hecho más allá del planteado por los autores, usando no sólo el Banco Europeo de Inversiones (BEI), sino también la garantía del presupuesto comunitario y la de aquellos países que, de manera voluntaria, quieran contribuir al mismo sin que estas contribuciones sean consideradas déficit público por la comisión. Adicionalmente, la compra, por parte del Banco Central Europeo, de bonos del BEI en el marco del QE rebajarán sus costes de financiación y le permitirán ampliar su propio balance.

Por último, en el ámbito de lo social, y pese a los avances establecidos con la puesta en marcha de mecanismos de apoyo para la situación social a través del Fondo Social Europeo o la puesta en marcha del  Fondo Europeo para los más desfavorecidos, no se puede decir que la Unión Europea haya avanzado demasiado. El Fondo Europeo para los más desfavorecidos tiene una dotación de 3800 millones de euros para 7 años, absolutamente insuficiente para atender las más mínimas necesidades, y el Fondo Social Europeo, que incluye la inclusión social entre sus prioridades para el período 2014-2020, no permite, por ejemplo, atender programas de garantía de rentas.

Varoufakis, Holland y Galbraith no son revolucionarios, profetas ni visionarios. Su objetivo no era “adivinar” el futuro, sino ofrecer alternativas realistas, audaces y coherentes para mitigar la crisis de la Eurozona y de la Unión Europea. Lo relevante de estas propuestas no es su capacidad anticipatoria, sino la virtud de dibujar un escenario en línea con el que, a través de la negociación y la armonización de intereses nacionales en franco conflicto entre las  “tres Europas”, se ha conseguido ir materializando durante estos años de crisis.

Con otros muchos economistas, tantos que no cabe aquí citar, Varoufakis ha contribuido a dar forma a propuestas que las grandes fuerzas políticas europeas han ido materializando más despacio de lo necesario, más limitadas de lo conveniente, más pequeñas de lo deseado. Esa ha sido hasta el momento su pequeña victoria. Ahora, se sentará en el ECOFIN para ser protagonista en primera persona de los cambios necesarios. Si el flamante y polémico ministro de finanzas griego mantiene abierta la puerta de la negociación y no opta por una estrategia rupturista, sus propuestas pueden ayudarnos salir del impasse en el que nos encontramos. Del nivel de entendimiento que alcance con sus colegas de la Unión Europea y la Eurozona, y de la voluntad de no dejarse llevar por tacticismos de bajos vuelos, depende el futuro de Grecia y en buena parte el futuro de lo que será la Unión Europea de los próximos años.