¿Se resolverá el conflicto tras el acuerdo de Ginebra del 17 de abril?
Artículo en colaboración con Eurasianet.es
La declaración de Ginebra es un acuerdo de mínimos para la “desescalada” de la tensión sobre el terreno, con el fin de evitar una guerra civil en Ucrania en la que podría intervenir también Rusia del lado de los rebeldes. El texto, por los profundos desacuerdos entre sus firmantes (EE.UU., la UE, Ucrania y Rusia), contiene numerosas ambigüedades que harán difícil su implementación. Con independencia de ello, el tímido optimismo que generó la reunión de Ginebra duró menos de 48 horas a causa de los enfrentamientos en Sloviansk, donde fallecieron al menos tres personas.
En primer lugar, aunque en el texto todas las partes se comprometen a no emplear la fuerza, al desalojo de los edificios ocupados y al desarme de los grupos ilegales, las milicias prorrusas se oponen por el momento a cumplir estas condiciones, argumentando que no participaron en la cumbre y siguen una estrategia propia no dictada por Rusia. Además, estos grupos ponen dos condiciones que para Kiev no estaban incluidas en el acuerdo de Ginebra: el desmantelamiento de los grupos armados pro-Maidán como el Sector de Derechas, y el desalojo de la zona central de Kiev ocupada por los manifestantes desde noviembre.
Por otra parte, el gobierno ucraniano promete una amnistía para todos los rebeldes, salvo quienes hayan cometido “delitos graves”. Esta definición no especifica si se trata de delitos de sangre o también de cualquier otro crimen considerado especialmente serio, como el terrorismo o el separatismo; en los cuales, según Kiev, habrían incurrido todos los participantes en la sublevación.
El logro más relevante es que, por primera vez, Kiev acepta buscar consensos en el conjunto del país para una reforma constitucional. Una solución de compromiso podría incluir la cesión de competencias a las regiones, la elección popular de los líderes regionales y la cooficialidad del ruso en las regiones del sur y del este. Sin embargo, esta solución dialogada no será posible a no ser que previamente se desarmen las milicias, se desalojen los edificios institucionales y se constituyan ejecutivos regionales con alguna base de legitimidad que sirvan como interlocutores a Kiev.
En cualquier caso, es improbable que la escalada de tensión del conflicto avance hasta un punto en el que ya no sea posible dar cabida a los principales elementos de la declaración de Ginebra. Ello se debe tanto a motivos externos como internos. Entre los primeros destaca, sobre todo, que la voluntad de Rusia no parece ser la de anexionar unas regiones a las que Putin se refirió esta semana con su denominación zarista, “Nueva Rusia”; sino la de forzar la federalización de Ucrania para mantener su influencia en el país vecino mediante la acción de los representantes del este y sur en las instituciones regionales y centrales. Entre los factores internos sobresalen dos: por un lado la incapacidad manifiesta del gobierno de Kiev para ejercer la autoridad en varias regiones del este y sur, lo que, unido al precedente de Crimea, ha favorecido una tendencia sostenida hacia las concesiones a las demandas orientales. Por otro lado, la mayoría social del sur y este de Ucrania no es separatista y no desea la guerra. Tampoco son esos objetivos de los principales oligarcas del Donbás, con la excepción, quizás, de Yanukóvich y su círculo conocido como “La Familia”. Tanto la sociedad como las élites asisten al desafío separatista de forma pasiva, esperando a los réditos del mismo por medio de las soluciones intermedias (como el Estado Federal o el reconocimiento de la cooficialidad del ruso) que finalmente se acuerden con Kiev. Independientemente de que se trate o no de preferencias rusas, la “finlandización” (neutralidad) y la federalización de Ucrania son el mejor escenario para lograr la estabilidad interna.