En diciembre del año pasado publiqué en este mismo foro de Agenda Pública un artículo explicando las opciones de Grecia tras las elecciones. Decía entonces que la opción de Syriza de llevar a cabo su programa electoral era inviable dentro del euro. Así las cosas, o bien se salía del euro, o bien negociaba con Europa y se olvidaba de las partes más radicales de su programa como nacionalizaciones, gran aumento del gasto público e impago de parte de la deuda. Sabiendo que la salida del euro no era querida por ninguna de las partes, la baza que reivindicaría a Syriza sería negociar mejor que sus predecesores.
De momento eso es exactamente lo que ha pasado. El acuerdo conseguido es una extensión de cuatro meses de la situación anterior con unos pocos cambios. Eso sí, los cambios benefician un tanto a la parte griega (como el menor superávit primario que ahora se exige), que a su vez se compromete a que sus políticas sociales se cuadren en unos presupuestos realistas. Syriza tiene un tiempo para mostrar que es capaz de luchar contra el fraude y mejorar el pésimo sistema fiscal griego. Es su única manera de financiar cualquier política de incremento del gasto social y de hacer justicia a los que sí contribuyen.
El apoyo social al gobierno griego durante esta primera ronda de negociaciones ha sido muy alto, hasta del 80%. Aunque todavía no hay encuestas sobre la aceptación del acuerdo, las protestas no han sido muchas y, aunque pierda apoyo en la parte de la izquierda más extrema, seguramente mantenga índices de apoyo elevados. Esto tiene, a mi entender, dos implicaciones. Primero, los griegos parecen aceptar que la poca ganancia es suficiente para ver un cambio en la manera de negociar y de gobernar. La percepción que se tenía con los gobiernos anteriores nos es familiar en España. En lugar de liderar al país en las políticas necesarias para poner orden en las cuentas y volver a crecer, los gobernantes habían preferido presentarse como víctimas de las circunstancias y mandados por Europa. El mensaje de Varoufakis es claro en este sentido: “Hoy hemos empezado a ser los coautores de las reformas en Grecia”. Estar en control o, por lo menos, hacer lo posible por estarlo, es un acto de responsabilidad valorado por los ciudadanos. Algo de maquillaje tolerado por Europa ayuda: ya no se habla de la Troika, sino de las instituciones y tampoco de rescate, sino de mecanismo de crédito.
Segundo, la aceptación del resultado de las negociaciones por una mayoría de los griegos, mucho mayor que la suma de los votos de los partidos del gobierno, quitará peso a los grupos más radicales de Syriza y de su aliado derechista. El gobierno griego podrá centrarse en esas otras partes del programa electoral que tienen que ver más con el buen gobierno y menos con aventuras económicas. Tras la baza de las negociaciones, la siguiente es que la construcción y mantenimiento del estado de bienestar que quiere Syriza se haga con criterios de eficiencia y responsabilidad, que tenga éxito en el diseño y funcionamiento de un sistema fiscal moderno, que logre algunos objetivos en su lucha contra el fraude, la corrupción y los privilegios. No estaba en su programa electoral, pero deberá incluir medidas para facilitar la actividad económica y la competitividad. Cada una de esas políticas necesita de un liderazgo y de una confianza por parte de los ciudadanos, que tendrán que aceptar pagar mayores impuestos y ser controlados para evitar abusos.
Si consigue ser un gobierno capaz y creíble en estos aspectos estará, además, colocándose en una posición óptima para la siguiente ronda de negociaciones cuando se cumplan los cuatro meses de prórroga. Cualquier influencia que se quiera ejercer para mejorar el funcionamiento de Europa en general y la Eurozona en particular pasa por aumentar la confianza entre los distintos países. En algún momento Europa debe ser más solidaria, pero lo podrá ser cuando tenga una política fiscal común y se parezca más a unos Estados Unidos Europeos. Hasta entonces, ante una crisis, el mayor esfuerzo vendrá de cada país en solitario. El resto podrá ayudar, pero más o menos como se viene haciendo hasta ahora, con préstamos condicionados por parte de Europa y con reformas creíbles de buen gobierno por parte de cada estado. Una política fiscal expansiva es muy difícil sin garantías de que funcione y sin credibilidad dentro de cada país.
No sé si esto es lo que Syriza quiere o puede hacer con su actual aliado o con algún otro, pero es su mejor baza.