Transnistria: entre Rusia y la República de Moldavia

Las elecciones que se celebraron el pasado 30 de Noviembre en Moldavia dejaron un panorama político similar al preexistente, con un mantenimiento de la mayoría pro europea en el parlamento nacional. Sin embargo, hubo una región en la que estas elecciones no se celebraron: la autodenominada República Moldava Pridnestroviana (RMP). Más conocida como Transnistria, este territorio de apenas 4.163 km2 situado entre la orilla oriental del río Dniester y la frontera ucraniana se declaró independiente en 1990, y lo es de facto desde 1992, después de una breve guerra civil librada con el fin de separarse de la por entonces recién independizada República de Moldavia.

Los motivos que llevaron al estallido de la guerra son diversos, y están relacionados con la explosión de cierta rivalidad entre moldavos étnicos y eslavos (rusos y ucranianos), mayoría estos últimos en la Transnistria pero minoría en Moldavia. Del mismo modo que sucedía en otras repúblicas de la URSS, la minoría ruso-ucraniana dominaba las esferas de poder local en Chisinau, y el fortalecimiento del independentismo moldavo generó un sentimiento de miedo entre estas, sobre todo en vistas a una posible reintegración en Rumania y a una marginalización de las lenguas rusa y ucraniana, como ya apuntaban las primeras medidas de rumanización de la nueva República de Moldavia. Moscú jugó un papel trascendental en el conflicto, y la intervención 14º ejército soviético al mando del general Lebed del lado de los secesionistas decantó la balanza y posibilitó un alto el fuego que aseguró el control de la Transnistria por las autoridades de la RMP. Un status quo garantizado desde entones gracias en parte al contingente de fuerzas rusas (unos 1.200 efectivos) presentes en ese territorio, los cuales siguen estacionadas en la región pese a las múltiples quejas del gobierno moldavo, de la UE y de la OTAN.

La República Moldava Pridnestroviana –con capital en Tiraspol- es desde entonces un estado soberano de facto con un reconocimiento internacional muy limitado, y de hecho únicamente los territorios secesionistas de la antigua URSS que se encuentra en una situación similar -Abjasia, Osetia del Sur y el Nagorno Karabaj- la reconocen como estado independiente. Cuenta con su propio sistema político (presidencialista), parlamento unicameral, gobierno, estructura institucional, policía y fuerzas armadas, aduanas, e incluso su propia moneda, el rublo transnistrio, y un banco, el Banco Republicano de Pridnestrovia. Después de 20 años bajo el mando del polémico Igor Smirnov, un apparatchik de la época soviética con un extenso historial de corrupción a sus espaldas, en diciembre de 2011 la población de la Transnistria eligió a Evgeny Shevchuk como nuevo presidente, un líder más moderno y pragmático que su predecesor.

Tanto la bandera de la RMP como su escudo son los mismos que los de la República Socialista Soviética de Moldavia (1940-1991) -con algún pequeño retoque en caso del escudo- reivindicando una continuación histórica a nivel de legitimidad política entre la época soviética y las actuales autoridades de la RMP. Este elemento post-soviético está también muy presente en todo el territorio a nivel identitario y de nation-building, mediante monumentos, nomenclatura de calles, placas simbólicas, etc. que evocan el pasado soviético y también imperial ruso.

Por lo que respecta a la economía de la RMP, esta es una peculiar combinación entre capitalismo y economía planificada. Sus principales pilares son cuatro grandes plantas industriales construidas durante la época soviética -producen textil, cemento, y acero- el 95% de la producción de las cuales es exportado. En conjunto, los países de la UE son destino del 45,9% de las exportaciones transnistrias, mientras que los países de la CEI suponen el 44,9% (2012).

Otro aspecto clave que caracteriza a la RMP -sobre todo a nivel económico- es su elevado grado de dependencia respecto a agentes externos, principalmente Rusia. En este sentido, la ayuda rusa que recibe el gobierno de Tiraspol supone uno de los pilares que sustentan el funcionamiento económico en aquel territorio. Una ayuda que se materializa de distintas maneras, siendo la principal el sistema de subsidios en el suministro de gas. Desde 2009 la RPM no ha pagado ni un céntimo a MoldovaGaz/Gazprom por el gas consumido, y a su vez ha conseguido generar unes recursos importantes para el gobierno local gracias al precio que la RMP cobra a los consumidores transnistrios (75$-90$ a particulares y 163$ a empresas por 1000 m3).

La deuda acumulada por RPM con Gazprom por este concepto hasta 2013 era de 3,7 miles de millones de $, unas cuatro veces el PIB transnistrio. Se trata pues de una herramienta con dos funciones básicas: supone el mayor subsidio (indirecto) de Rusia a Transnistria, y a su vez representa un elemento de presión de Moscú sobre la República de Moldavia, ya que en tanto que el Kremlin no ha reconocido la independencia de la RMP puede en cualquier momento reclamar esta deuda a Chisinau.

Otro agente externo del cual la RPM es dependiente es la propia República de Moldavia, sobre todo a nivel comercial. Así, no solamente es su principal destino exportador, sino que desde 2006 toda empresa transnistria que desee exportar legalmente sus productos al exterior está obligada a registrar su negocio en un juzgado en Chisinau, con lo que los productos exportados por la RMP figuran como fabricados en Moldavia.

En el año 2006 se inauguró un nuevo formato en las relaciones entre Tiraspol y Chisinau, en el marco conocido como 5+2 (Rusia, la República de Moldavia, Transnistria, Ucrania y la OSCE, más la UE y los EEUU como observadores). Según Piotr Pasat, vicepresidente de la Comisión de Exteriores del parlamento de la RMP, se trata de un hecho positivo, en tanto que permitió abrir un canal de comunicación más directa, fomentando un diálogo regular que ha producido algunos resultados, principalmente en materia de libre circulación de personas, educación y transportes. La propia Nina Shtanski, Ministra de Exteriores de la RMP reconoce que esta táctica de “pequeños pasos” ha supuesto un cierto avance, y que su principal objetivo ha sido abordar los problemas socioeconómicos de los habitantes de Transnistria y la República de Moldavia derivados del conflicto. Sin embargo, denuncia también una guerra encubierta por parte de Chisinau, en tanto que -según la Ministra- su gobierno regularmente introduce nuevas restricciones discriminatorias contra los productores transnitrios, además de haber abierto decenas de procesos judiciales contra miembros del gobierno de la RMP, generando un clima de progresivo deterioro de las relaciones bilaterales en el último año.

La entrada en vigor de manera provisional del Acuerdo de Asociación entre la UE y la República de Moldavia supone otro motivo de fricción entre Chisinau y Tiraspol. Según Shtanski el AA y la zona de libre comercio entre Moldavia y la UE ignoran por completo los intereses de la Transnistria, una situación que -añade- amenaza con una nueva ronda de bloqueo económico de la región, como el que ya se produjo en 2006.

En palabras de Piotr Pasat, las dos prioridades en materia exterior de la RMP hasta el momento han sido, por una parte el acercamiento a Rusia y la Unión Eurasiática, y por otra la normalización de relaciones con la República de Moldavia. El Acuerdo de Asociación pone en riesgo este frágil equilibrio, sobre todo en materia comercial, puesto que a partir de ahora los productores transnistrios tendrán que afrontar un régimen tarifario mucho más duro en su comercio con la UE, siendo catalogados como “productos de origen no específico”, a los cuales se les aplican las tarifas aduaneras más elevadas. En consecuencia, eso obligará a una mayor apuesta por el vector ruso y a una mayor integración en el espacio económico impulsado por Moscú para mantener sus cuotas de comercio exterior, un objetivo muy complejo dado el aislamiento geográfico en el que se encuentra.

Por último, Ucrania juega también un papel muy relevante en la cuestión, con importantes vínculos empresariales y políticos con las élites de la RMP. El puerto de Odesa es precisamente la principal puerta de la Transnistria hacia el mundo, tanto por lo que respecta a exportaciones como a importaciones. El comercio entre Ucrania y Transnistria cayó un 60% durante 2014, y en ese mismo periodo se han incrementado los controles de frontera en la parte ucraniana, sobre todo a los ciudadanos de la RMP con pasaporte ruso (unos 150.000), así como la presencia militar ucraniana en la zona.

A diferencia de otros conflictos territoriales que estallaron a raíz de la caída de la Unión Soviética, el de Tansnistria se caracteriza por su nulo nivel de violencia desde que concluyeran las hostilidades en 1992. La indiferencia con la que muchos ciudadanos tanto de la RMP como de la República de Moldavia perciben la cuestión es uno de los pilares que garantizan una cierta estabilidad en la región. En este sentido, una remilitarización parece en estos momentos altamente improbable, con lo que el de Transnistria es a día de hoy el más “congelado” de todos los conflictos que existen en el territorio de la antigua URSS.

Desde el punto de vista de los intereses Moscú, la RMP es sobre todo un elemento de presión sobre Chisinau con el objetivo de intentar mantener a Moldavia dentro de su esfera de influencia. En consecuencia, su escenario más favorable es el de una Transnistria integrada en Moldavia con un modelo de estructura política similar al de Bosnia-Herzegovina, como ya proponía el Memorando Kozak elaborado por Moscú en el 2003 para la resolución del conflicto.

En un contexto en el que tanto Chisinau como Kiev han acelerado su integración en el espacio económico y político de la UE, mediante la firma de sendos Acuerdos de Asociación, y con una creciente hostilidad de ambos gobiernos respecto a Rusia, las perspectivas de subsistencia de la RMP son poco favorables a corto y medio plazo, sin salida al mar, sin aeropuerto, y completamente rodeadas por un bloque cada vez más hostil. A este hecho se le suma la crisis financiera que atraviesa la propia Federación Rusa, la cual posiblemente obligue al Kremlin a revisar las subvenciones y ayuda que destina a la RMP. Precisamente el próximo septiembre se celebra el 25 aniversario de la proclamación de independencia de la República Moldava Pridnestroviana. Los acontecimientos de los próximos meses determinaran si el miedo o la esperanza presiden los actos de celebración.