El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
A estas alturas de mes has visto ya a tu jefe destrozando en el karaoke los éxitos de los noventa tras la comida de empresa, la misma en la que dos compañeros –que al lunes siguiente tecleaban incómodos el ordenador– se perdieron en el cuarto de baño media hora. Has visto cómo, otra vez, no te tocaba la lotería. Has visto carreras de papanoeles (aunque todavía te falta pasar el trago de las sansilvestres). Has visto el anuncio de Navidad del presidente de la Xunta de Galicia. Has visto, en definitiva, cosas que no creeríamos.
A lo mejor hoy te has cogido el día de fiesta. O tendrás que trabajar. Quizás solo unas horas por la mañana y puedas terminar un poco antes. Me gusta imaginar que lees este artículo camino del aperitivo que cada año celebras con tus amigos. Allí estáis quienes os veis casi cada semana, pero acude también la gente que se fue a otros lugares. Allí se brinda, se besa, se abraza y se repiten esas mentiras –tenemos que vernos más, a ver si lo organizamos– que son pura verdad.
Un rato antes de la cena, la cocina es el punto de reunión: te vas sirviendo un vino mientras termina de prepararse el segundo plato, aparecen esos primos que vienen esta noche, picas unas patatas, alguien pasa sigiloso por el pasillo hacia la ducha tratando sin éxito de no hacer ruido (viene de otro aperitivo…).
Ya en la cena, habrá que discutir. Por lo menos un poquito. Yo he tenido suerte y me llevo muy bien con mis cuñados. Aunque solo fuera por esa frase que repite mi amigo el poeta Víctor Guiu y que nos recuerda que todos somos cuñados. Mi cuñada y mi padre, eso sí, volverán a aliarse contra mí. Menos mal que mi cuñada trae sus rollitos de salmón. Entre las risas habrá un momento, como un soplo, en el que el silencio pesará con el recuerdo de las ausencias.
Después, al abrir los regalos, los ojos de los niños nos devolverán a todos el brillo que perdimos.
No me enrollo más. Veo que llegas ya al aperitivo. Me despido. Pero a ver si este año, esta vez de verdad, nos vemos más.
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