En las últimas semanas el PSOE ha lanzado la campaña #vencerlapobreza con el objetivo de ofrecer una respuesta a la situación de emergencia económica que están viviendo muchas familias. Un propósito colateral es situar la pobreza en el foco de la atención ciudadana y en el centro de la agenda política. Éste último objetivo es algo que hay que agradecer a los socialistas especialmente por lo inusual que es que un partido abandere esta causa en España. Huelga decir que nadan a favor de corriente. Movimientos sociales como la PAH, y la atención que reciben el paro, los desahucios y otras situaciones de desesperación social en los medios de comunicación, habían abonado el terreno para catapultar la pobreza al primer plano.
La propuesta del PSOE resulta extraña. Es difícilmente reconocible en ella un perfil socialdemócrata, ni siquiera social-liberal. Subsidiariedad y asistencialismo son los principales ejes que recorren la propuesta. En sus intervenciones públicas Rubalcaba ha explicado con tono melodramático las privaciones de muchos hogares, ha traído a colación niños que pasan hambre y familias que no pueden calentar su vivienda. Los socialistas abogan por actuaciones de choque para paliar la situación extrema de los hogares, financiadas con fondos extraordinarios. Propone pertrechar mejor a los bancos de alimentos, y dotar de recursos a las organizaciones no gubernamentales que están proporcionando apoyo a las personas en situación de privación material extrema.
No vamos a ser nosotros quienes discutamos la necesidad de este tipo de intervenciones, ni siquiera la pertinencia de que el PSOE las apoye, pero sí nos intriga que las convierta en punta de lanza de una propuesta política de lucha contra la pobreza. Resulta inquietante que el principal partido progresista de nuestro país no consiga articular una estrategia algo más sofisticada. Las propuestas se apartan del núcleo duro del discurso socialdemócrata sobre la pobreza, donde ésta es vista como una expresión de desigualdad e injusticia social, y se combate principalmente haciendo frente a estas últimas. Es conveniente recordar al PSOE que el drama que están viviendo muchos hogares en situación de pobreza no es ajeno al aumento de la desigualdad. Los efectos sociales de la crisis van por barrios. El análisis de los microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida — el mejor instrumento para estudiar lo que ha pasado— evidencia que las situaciones dramáticas que describe Rubalcaba son resultado del desplome de las rentas más bajas, especialmente las de la primera decila de ingresos (como puede observarse en el gráfico las rentas medias y altas han decrecido de manera mucho más moderada).
Ese desplome ha ensanchado sustancialmente la “profundidad” de la pobreza (medida estadísticamente por la brecha de pobreza, un indicador que captura la distancia entre las rentas de los hogares pobres y el umbral de pobreza). La pobreza severa se cierne sobre hogares donde la vinculación de sus miembros al mercado de trabajo había sido precaria, sobre hogares de inmigrantes y sobre hogares donde viven niños. Esta concentración de efectos no es resultado del azar. Trabajadores precarios (ahora los primeros en haber perdido su empleo), inmigrantes y niños son especialmente vulnerables como producto de una configuración institucional que produce segmentación de los empleos y dualización del bienestar. La vulnerabilidad de estos colectivos frente al ciclo económico está inducida por una legislación y unas políticas que reservan la protección laboral y social a otros grupos.
En estas condiciones lo que cabe esperar de un partido socialdemócrata no es que nos proponga medidas sacadas de un manual de política social democratacristiana. Hay que pedirle, por un lado, ideas para reactivar la economía y el mercado de trabajo, y por otro, que diseñe reformas políticas laborales y de bienestar que puedan promover una distribución menos sesgada de los riesgos sociales y favorezca un re-equilibrio de la protección social. Las propuestas para prevenir despidos a partir de programas de kurzarbeit, presentadas el domingo, son un primer paso en la buena dirección. Pero seguramente insuficiente. En el terreno de la lucha contra la pobreza, cabría esperar que un partido socialdemócrata nos hable fundamentalmente de derechos sociales y estrategias preventivas, en lugar de apostar abusivamente por medidas reactivas, o confiar en que bienintencionados agentes sociales privados (las entidades del Tercer Sector) canalicen recursos públicos hacia los pobres en función de sus criterios ideológicos de prioridad y merecimiento. Y habría que exigirle que establezca líneas de actuación para luchar contra la pobreza de manera coherente y sostenible en el tiempo, en lugar de hacerlo puntualmente con fondos de emergencia.
La pobreza no llegó a España con la crisis, ni desaparecerá cuando la crisis nos dé un respiro. Si el PSOE está convencido que luchar contra la pobreza es importante, existe una amplia gama de instrumentos para hacerlo con eficacia, desde créditos fiscales a hogares con pocos recursos (como los tax credits de USA, Canada o Reino Unido, el jobbskatteavdrag de Suecia, y otros esquema similares en otros países), hasta medidas de acompañamiento a individuos en situaciones de privación para favorecer su reinserción. Implementar esas medidas requiere recursos, pero no de carácter extraordinario. España no puede seguir a la cola de los países europeos en gasto público para combatir la exclusión social, teniendo como tiene una de las tasas de riesgo de pobreza más altas ahora, en el fragor de la crisis, pero también antes, en la cresta de la expansión económica. Según datos de Eurostat, en 2010 España gastaba 57 euros por habitante (PPPs) en este capítulo, Portugal 66, Grecia 133. Mientras Holanda, Dinamarca o Suecia, con riesgos de pobreza mucho más bajos, gastaban 668, 270, y 215, respectivamente. Muy probablemente, la brecha con el norte de Europa se ha ampliado con los recortes del gobierno del PP (aunque no tenemos datos comparativos).
Sería conveniente, además, que en la lucha contra la pobreza y la exclusión social, el PSOE construya un relato que establezca prioridades claras. No puede dispararse a todo lo que se mueva con el fin de granjearse simpatía y apoyos puntuales en los distintos sectores concernidos. En este sentido, la investigación académica evidencia que las estrategias más eficientes de lucha contra la pobreza y sus consecuencias son las que invierten en infancia. Así lo ha entendido recientemente la administración Obama con diversos programas focalizados en este colectivo. Anteriormente, habían experimentado con estas políticas los gobiernos de Blair y de Brown en el Reino Unido, de manera muy exitosa, reduciendo substancialmente la pobreza infantil. Y desde hace muchos años lo hacen los países escandinavos, donde las tasas de riesgo de pobreza (infantil y adulta) son las más bajas en el mundo desarrollado. Este tipo de iniciativas no sólo corrigen situaciones de privación inmediata, sino que también promueven la igualdad de oportunidades a lo largo de la vida y refuerzan el capital humano de un país, al permitir que no se malogren el talento y potencialidades de los individuos a causa de la situación económica en que se encontraban sus hogares durante su infancia.
Las recetas existentes para combatir la pobreza infantil son múltiples: transferencias monetarias a hogares donde viven niños (ya sea universales o focalizadas en hogares con pocos recursos), políticas de activación laboral de sus progenitores, políticas para favorecer la conciliación de la vida laboral y familiar (especialmente las dirigidas a hogares donde la madre tiene un salario bajo, y no le compensa económicamente seguir en el mercado de trabajo tras dar a luz), programas para corregir los efectos adversos de la exclusión en el desarrollo cognitivo y el progreso educativo del menor, en su salud, etc. Todas estas iniciativas pueden sumar cuando existe un compromiso firme de dotarlas económicamente y sostener su aplicación en el tiempo. La existencia de ese compromiso depende de que el problema sea plenamente visibilizado y reconocido, tanto como una situación que viola derechos fundamentales (conforme al espíritu de la Convención de los Derechos de la Infancia) como por el hecho de que acarrea externalidades negativas para la cohesión y el horizonte económico del país.
El discurso sobre pobreza del PSOE tiene el mérito de abrir un debate, aunque las propuestas planteadas hasta ahora son claramente mejorables. Para #vencerlapobreza es imprescindible vencer antes la falta de ideas.