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Los bancos españoles, a la cola en solvencia
Cada seis meses, el Banco de España describe en su Revista de Estabilidad Financiera “los principales factores de riesgo para la estabilidad del sistema financiero español”. En los últimos cuatro años, por lo menos, la solvencia de los bancos españoles no figura entre ellos, al contrario que la “baja rentabilidad de las instituciones financieras”. Incluso el riesgo legal derivado de las demandas judiciales es un peligro mayor que la solvencia de nuestros bancos.
Sin embargo, es notorio que los bancos españoles llevan ya muchos años a la cola de las instituciones financieras de la Unión Europea en materia de solvencia. Nuestro sistema bancario, que es el cuarto por total de activos y el tercero en riesgo de crédito (superado solo por Francia y, levemente, por Reino Unido), disponía en junio de 2019 de una ratio de capital CET1 (FL) (1) del 11,89%, 2,6 puntos menos que el 14,48% de media de la UE.
Es importante notar que nuestra posición de farolillo rojo, que incluso ha empeorado en los últimos tres años, no se debe a unos pocos de los 12 bancos (los más grandes) que componen la información de la EBA (2), ni es poco representativa. Al contrario, nuestra distribución de ratios CET1 es de las más homogéneas de la UE y nuestros 12 bancos agregan holgadamente más del 90% de los riesgos del sistema bancario español.
La visión del Banco de España sobre la solvencia de las entidades españolas puede extraerse de estas líneas del resumen ejecutivo de su más reciente Informe de Estabilidad Financiera:
“En todo caso, aun superando en buena medida los requisitos regulatorios, la baja posición relativa de las entidades españolas en el ranking europeo y la futura implantación de la última parte de las reformas de Basilea 3, aconsejan seguir perseverando en el reforzamiento de su solvencia”.
El supervisor también destaca la resiliencia de los bancos españoles y desarrolla esta idea a partir de unos test de estrés que enfrentan a nuestros bancos con un escenario macroeconómico adverso acordado con la EBA y el Banco Central Europeo. Así, según las últimas pruebas, el CET1 de nuestros bancos más importantes, aunque caería, lo haría menos que la media de sus pares y, según el supervisor, permitiría que todos mantuvieran “una posición de solvencia adecuada ante la materialización de los riesgos identificados”.
Sin embargo, un examen detallado de las pruebas de estrés indica que esa resistencia no es predicable de todos nuestros grandes bancos, sino solo de las dos entidades sistémicas (3) (Santander y BBVA), que apenas perderían 0,4 puntos de CET1 en el escenario adverso. En el resto, el CET1 medio caería 2,7 puntos, lo que no parece compatible con una visión optimista de nuestro sistema.
Pero incluso la aparente resiliencia de nuestras dos entidades sistémicas es dudosa, pues depende, precisamente, de su actividad internacional, que, como sabemos, se desarrolla en buena medida en países (Brasil, México, Turquía, etc.), donde entran en juego factores geopolíticos y económicos que hacen a esos países bastante más vulnerables que los de la UE y menos predecibles en su evolución. La comparación de nuestros bancos sistémicos con sus pares en la UE los coloca en la cola de la distribución, muy por debajo de la media. Tampoco parece sólido un argumento, muy utilizado por nuestros banqueros, que giraría sobre la dureza de los requerimientos regulatorios españoles, porque, como es sabido, son los mismos que los de sus competidores, incluso los del otro lado del Atlántico.
Solo la preocupación del supervisor por la rentabilidad de nuestras entidades le lleva, indirectamente, a la solvencia, porque “una rentabilidad reducida dificulta la generación orgánica de capital”. Sin embargo, frente a lo que ocurre con la solvencia, la rentabilidad de nuestros bancos está por encima de la de sus competidores. El ROE (rentabilidad sobre fondos propios) que la EBA publica para junio de 2019 es del 8%, por encima de la media de la UE (7%) y de países como Reino Unido, Francia y Alemania. A iguales conclusiones conduce la observación de la rentabilidad sobre activos totales, también por encima de la media europea. Esa situación de superioridad es, desde hace años, una característica básica de nuestro sistema bancario.
Si la rentabilidad no es una buena excusa para justificar nuestra posición comparativa en materia de solvencia, cobran más sentido ciertas preocupaciones legítimas por la solvencia de nuestras entidades y que se pueden traducir en preguntas como:
— ¿Estarán equivocados la mayoría de los supervisores y de los bancos que integran el sistema bancario europeo al considerar convenientes colchones de capital del doble que los nuestros?
— ¿Nuestro altísimo grado de concentración bancaria, y el elevado peso de nuestras dos grandes entidades sistémicas, no nos hace bastante más vulnerables que los sistemas menos concentrados o, a igualdad de condiciones, que los más capitalizados?
— ¿La especialmente débil reputación de muchas de nuestras entidades, convictas de prácticas abusivas de muy diversa índole, no influirá en su cuasi nula capacidad para reforzar su solvencia captando capital fresco?
— ¿Son suficiente los colchones de capital de nuestras entidades, junto con los poco más de 2.000 millones de euros que conforman el patrimonio de nuestro Fondo de Garantía de Depósitos, para afrontar una crisis bancaria, aunque sea menos grave que la anterior?
— Y, sobre todo, ¿están siendo nuestros reguladores y supervisores suficientemente activos en la exigencia de los niveles de capital que parecen necesarios?
Esta última cuestión es especialmente pertinente si se pone de manifiesto, como hace la EBA en su reciente ejercicio comparativo, que son ya numerosos (20 de 28) los supervisores que han usado la amplísima gama de posibilidades que permite la actual regulación para demandar más capital a los bancos, sea por razones sistémicas, contracíclicas o de otro tipo, mientras que en España solo se ha activado el colchón que las autoridades internacionales han demandado a nuestros bancos sistémicos.
Por eso, y porque tras cinco años de recuperación económica con elevados beneficios del sector bancario (17.271 millones en 2018, después de impuestos y en términos consolidados), habría que preguntarse por qué los fondos propios de nuestros bancos, cajas y cooperativas han disminuido más del 4% desde 2013, desde 221.774 hasta 212.057 millones de euros en diciembre de 2018. Quizás la explicación se deba a que, en España, los bancos están autorizados a dedicar la inmensa mayoría de sus beneficios a pagar dividendos, en vez de a generar reservas y, con ellas, más recursos propios y una mayor ratio CET1. Según sus memorias, de los beneficos obtenidos después de impuestos en 2018 por los 12 bancos españoles más importantes, que ascendieron a 9.689,3 millones de euros, solo se destinaron a reservas 1.189 millones; es decir, se repartieron el 80% de los beneficios.
En resumen, sí parece haber motivos para considerar baja la solvencia de los bancos españoles, pensar que nuestro sistema estaría bastante más seguro si fuera mayor y, sobre todo, para calificar de poco exigentes los requerimientos de rSeguladores y supervisores al respecto.
(1). La ratio CET 1 (FL, fully loaded) identifica los recursos propios disponibles para asumir pérdidas procedentes de sus activos de riesgo. Es la que mejor informa de la solvencia de las entidades bancarias y la más utilizada por reguladores, supervisores y analistas financieros.
(2). Todos los datos proceden de los publicados por la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés) en el marco del ejercicio de transparencia realizado sobre la banca de la UE en noviembre de 2019.
(3). Caracterizadas por el G20 como bancos internacionales sistémicamente importantes.
[Este artículo ha sido publicado en el número 76 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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