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Se busca piso social por tierra, mar y aire
El paisaje tras la última gran crisis de 2008 y la precarización laboral dejó claro como nunca hasta qué punto la inserción social depende hoy de la vivienda. Con esa idea en mente, la Mesa del Tercer Sector, que agrupa a más de 3.000 entidades sociales presentes en Cataluña, impulsó a finales de 2014 una fundación que intentara resolver la paradoja que suponía la existencia de pisos vacíos en paralelo a los desahucios. Quería aumentar el escaso parque de vivienda social —el 2%, del total frente al 15% de media de la Unión Europea y que, para alcanzarlo en la comunidad, supondría conseguir 230.000 viviendas más de alquiler social respecto de los 60.000 existentes—, pensando en las personas que se encuentran en una especial situación de vulnerabilidad. Transcurridos cinco años de trabajo ingente, la fundación Hábitat 3, presidida por Carme Trilla y dirigida por Xavier Mauri, gestiona en total 463 viviendas y prepara ya un proyecto para habilitar 17 más en el mismo recinto donde tiene su sede, en la Casa Bloc de Sant Andreu, en Barcelona, un proyecto de viviendas obreras diseñado por el grupo de arquitectos del colectivo GATCPAC e impulsado en su momento por la Generalitat durante la Segunda República y recuperado tras el franquismo.
La fundación —que no es la que elige a las familias que habitan los pisos, sino que los pone a disposición de distintos programas de vivienda tanto de entidades sociales como de las Administraciones— batalla por conseguir vivienda de donde sea, pero los gestores tenían, sobre todo, en la cabeza el stock inmobiliario de la banca. Se trataba de replicar la obtención de cesiones de más de un centenar de viviendas por parte de la Fundación Fomento de la Vivienda Social promovida por Cáritas cuando la propia Trilla trabajaba en ella. A la banca se le ofrecía una interlocución única y garantías de pago. Sin embargo, las cosas se torcieron.
“Nuestras expectativas con la banca no se cumplieron y, al no disponer de la primera fuente de viviendas que preveíamos, ha habido que cambiar de planes”, explica el director general de Hábitat 3. En algunos casos, bancos como el Sabadell han creado su propia gestora para casos similares (Sogeviso); en otros, han vendido sus carteras a grandes fondos o a sociedades familiares con elevada capacidad de inversión.
De los pisos que gestionan, la mayoría (350) son propiedad de ciudadanos privados que aceptan un alquiler asequible y que ceden a la fundación y la búsqueda del inquilino, la relación con este, y también la de este con la comunidad de vecinos. La fundación, que también ofrece ayudas a la rehabilitación de las viviendas que lo requieren, garantiza el pago sin retrasos y un seguro. Habitualmente, los inquilinos pagan una cantidad simbólica (150 o 200 euros), y se subvenciona la diferencia con ayudas de los ayuntamientos. La tasa de renovación de los propietarios privados está siendo del 80%. “La subida de alquileres en ciudades como Barcelona de estos últimos años no ayuda”, explica Mauri. Después de tres años de precios congelados (no se les sube la inflación), el incremento establecido para las renovaciones ha sido del 11%. En Barcelona, los precios de mercado han aumentado un 37% entre 2013 y principios de 2019, según el Incasòl.
Otras 80 viviendas han sido cedidas para alquiler social por el Gobierno catalán, que en 2015 creó la figura del “tanteo y retracto”, consistente en que cuando un banco o un gran tenedor de pisos vende, la Administración tiene derecho a quedárselo para gestionarlo ella, o ayuntamientos y entidades sociales. Pero la nueva vía, no prevista en los inicios de la fundación, ha sido la adquisición de viviendas por parte de la propia fundación, que ha recurrido para ello a préstamos, principalmente del Instituto Catalán de Finanzas (ICF) y a Caixabank. Suman 33 las promovidas, a las que se sumarán las mencionadas 17 en la Casa Bloc.
[Este artículo ha sido publicado en el número 73 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
El paisaje tras la última gran crisis de 2008 y la precarización laboral dejó claro como nunca hasta qué punto la inserción social depende hoy de la vivienda. Con esa idea en mente, la Mesa del Tercer Sector, que agrupa a más de 3.000 entidades sociales presentes en Cataluña, impulsó a finales de 2014 una fundación que intentara resolver la paradoja que suponía la existencia de pisos vacíos en paralelo a los desahucios. Quería aumentar el escaso parque de vivienda social —el 2%, del total frente al 15% de media de la Unión Europea y que, para alcanzarlo en la comunidad, supondría conseguir 230.000 viviendas más de alquiler social respecto de los 60.000 existentes—, pensando en las personas que se encuentran en una especial situación de vulnerabilidad. Transcurridos cinco años de trabajo ingente, la fundación Hábitat 3, presidida por Carme Trilla y dirigida por Xavier Mauri, gestiona en total 463 viviendas y prepara ya un proyecto para habilitar 17 más en el mismo recinto donde tiene su sede, en la Casa Bloc de Sant Andreu, en Barcelona, un proyecto de viviendas obreras diseñado por el grupo de arquitectos del colectivo GATCPAC e impulsado en su momento por la Generalitat durante la Segunda República y recuperado tras el franquismo.
La fundación —que no es la que elige a las familias que habitan los pisos, sino que los pone a disposición de distintos programas de vivienda tanto de entidades sociales como de las Administraciones— batalla por conseguir vivienda de donde sea, pero los gestores tenían, sobre todo, en la cabeza el stock inmobiliario de la banca. Se trataba de replicar la obtención de cesiones de más de un centenar de viviendas por parte de la Fundación Fomento de la Vivienda Social promovida por Cáritas cuando la propia Trilla trabajaba en ella. A la banca se le ofrecía una interlocución única y garantías de pago. Sin embargo, las cosas se torcieron.