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La ciudadanía impulsa el 'car sharing'
La salida de Avancar de Barcelona, en enero pasado, ha dado impulso a la cooperativa Som Mobilitat (Somos Movilidad). Cinco días después, solo en la ciudad vecina de Badalona, había reunido la cantidad de dinero necesario para financiar el 111% de un vehículo eléctrico. A través de un mapa interactivo, la ciudadanía fue comprando horas de uso de un futuro automóvil que estará situado en un aparcamiento de la localidad.
“En un par de meses, cuando nos llegue el coche, se instalará el sistema y se podrá comenzar a funcionar”, dice ArnauVilardell, de Som Mobilitat. “El nuestro es un proyecto metropolitano, es decir, no solo urbano, como Avancar. Incluso es rural. Es algo muy diferente. Con su cierre estamos poniendo el énfasis en que es necesario construir entre la población una flota de car sharing colectiva”.
La concepción de las cooperativas de car sharing es muy distinta a la de la empresa tradicional porque su objetivo no es un beneficio económico de pelotazo, sino mejorar la vida en las ciudades. Varias fueron las razones que hicieron que Avancar se fuera de Barcelona. Pero uno de los motivos fue la negativa del Ayuntamiento de permitir lo que se denomina one way, es decir, dejar el coche aparcado lejos de donde se recogió. Para el Ayuntamiento, el sistema one way hace que la flota de vehículos compita con el transporte público. En Som Mobilitat creen que el retorno es el modelo que mejor resuelve la movilidad en las ciudades. Su forma de ver el transporte no solo se relaciona con la reducción de costes medioambientales, sino también con la idea de que hay que priorizar, si se puede, el camino a pie.
El modelo que intentan difundir por todo el territorio español es el que trabaja con aparcamientos de barrio, mejor si son subterráneos para que no ocupen el espacio público, donde puedan contar con un enchufe y donde haya que devolver el vehículo al finalizar su uso. “Nuestra reflexión es que las ciudades necesitan disponer de un sistema de car sharing que funcione y que sea complementario al servicio público”, agrega Vilardell. “Este modelo, evidentemente, tiene que ser eléctrico, porque debe ser acorde a la transición energética, con coches no contaminantes”.
Desde Som Mobilitat están ayudando a crear cooperativas similares en Madrid, Navarra y Galicia. “No queremos crecer expandiendo Som Mobilitat. Queremos que cada cooperativa gestione su propio territorio. Para nosotros es difícil pensar cómo se mueve la gente en otras comunidades. Preferimos ayudarles para que lo hagan ellos. La lógica es traspasar nuestra experiencia”, culmina.
Mucho abarca, poco aprieta
El modelo de las cooperativas de movilidad sostenible, en empresas como Ecotxe, de las Illes Balears o la valenciana Alternacoop, es la idea de que la empresa no se pueda deslocalizar; que la propiedad sea colectiva y que, por tanto, no pueda venir una gran transnacional y comprar la compañía. Eso fue justamente lo que sucedió con Avancar. Esta compañía fue creada en 2005 por la Plataforma del Transport Públic (PTP) y contaba con instituciones como el mismo Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y el Ministerio de Fomento, además de empresas privadas. Fue en 2009 cuando entró en el accionariado Zipcar, para aportar avances tecnológicos, y terminó comprando el 100% de la empresa. Solo pasaron dos años cuando Zipcar la vendió a la multinacional Avis Budget por 380 millones de euros. Se intentó entrar en Madrid, con una gran inversión, y no se lograron los resultados esperados. Antes ya habían despedido a 30 trabajadores, habían arrojado unas pérdidas de 1,35 millones (2016) y habían cerrado el servicio de atención al cliente de España, Francia, Austria y Bélgica para externalizarlo con una empresa subcontratada en Atenas.
En el caso de la cooperativa, la idea de no buscar maximizar resultados, según sus precursores, permite intuir que puede funcionar. Aunque se pretende obtener beneficios, este no se entiende como en otras empresas privadas.
“Al nacer de la demanda de la propia gente, lo que se espera es un modelo económico sostenible, que no va a sacar una rentabilidad gigantesca pero sí suficiente. Creemos que ha llegado el momento de explicar el modelo como una alternativa real y viable. En nuestra web hemos diseñado un mapa en el que la gente puede buscar entre los más de 170 aparcamientos propuestos en toda Cataluña, por supuesto también en Barcelona, para que la gente se comprometa con un aparcamiento concreto. Si hay mucha gente interesada, y juntamos, por ejemplo, 1.000 horas en un aparcamiento, la suma de esas horas nos permitirían comprar un vehículo”.
Las cooperativas de movilidad trabajan no solo entre las personas que forman parte de ellas, sino también entre cooperativas de España y del resto de Europa. Tanto Alternacoop como Som Mobilitat forman parte de la cooperativa de segundo grado The Mobility Factory, constituida en Bruselas en octubre pasado. Se sumaron varias experiencias similares en diferentes países (Partago, de Bélgica; Het, Lochem Energie, y Cooperatie Auto, de los Países Bajos; UrStrom y Energiegewinner, de Alemania) y formaron la plataforma, para intercooperar.
Esta red permite, entre otras cosas, gestionar conjuntamente la tecnología para compartir vehículos y dar mejores servicios a nivel local. “Por ejemplo, de las nueve que somos ahora, si ponemos 10.000 euros cada una, tenemos 90.000 euros para una plataforma nueva”, explica Arnau Vilardell. “Si tuviéramos que desarrollar una versión 2.0 solos no podríamos. Compartiendo esfuerzos podemos hacer mucho más, incluso con otras plataformas, de bicis compartidas o motos”.
Las cooperativas españolas están unidas también en otro espacio europeo llamado Rescoop Mobility. Se trata de una entidad que agrupa cooperativas productoras y comercalizadoras de toda Europa, de energía renovable donde hay unas 2.000 entidades, entre la que están empresas homólogas, como Som Energia.
Todas tienen el objetivo de demostrar que se puede crear una movilidad limpia, que puede ser parte de la solución al problema energético. El 50% de la contaminación se debe a la movilidad, y los que buscan una movilidad eléctrica también buscan que haya molinos y placas solares para poder cerrar el círculo medioambiental.
El trabajar en red es importante también en otros aspectos. Por ejemplo, en la balear Ecotxe han tejido alianzas con otras empresas y organizaciones de la economía social y solidaria. “Hemos firmado un acuerdo con entidades como Som Energia, S’Altra Senalla de comercio justo y Fundació Deixalles”, explica Enrique Raya, miembro del consejo rector de Ecotxe. “Además de impulsar el proyecto, estos acuerdos permiten que las personas que son socias de estas entidades puedan acceder directamente al uso de Ecotxe, sin tener que hacerse socios”. Por otro lado, sus coches se han adquirido gracias a acciones colectivas: el primero a través de una campaña en Goteo y el segundo con la emisión de capital social voluntario entre las personas socias. Hace pocos días comenzaron una nueva campaña para la compra del tercer coche, que estaría ubicado en un pueblo cercano a Palma.
Otro modelo de ciudad
Diversas empresas se dedican a la movilidad sostenible. Lo que distingue a las cooperativas, además de la propiedad, es el eje básico de construir ciudades más vivibles, no solo por el cambio climático, sino también por la salud y por la convivencia.
Desde estas cooperativas dan la bienvenida a otras iniciativas como SocialCar (donde las personas alquilan sus propios coches mientras no los usan) o como la bicicleta compartida o los patinetes eléctricos, pero insisten en que la idea es dar prioridad a las caminatas, si es posible. Consideran que la movilidad en el modelo actual es una de las principales causas de muerte, ya sea a través de la respiración de la contaminación como a través del aumento de la obesidad (el ir en vehículo eléctrico, incluso en una bici o un patinete, no resuelve este tema porque se deja de hacer ejercicio). O con las muertes directas por atropello, cuando no se respeta el espacio público. Promueven ciudades en las que se pueda pasear y en las que el car sharing sea solo una buena herramienta más.
[Este artículo ha sido publicado en el número 67 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
La salida de Avancar de Barcelona, en enero pasado, ha dado impulso a la cooperativa Som Mobilitat (Somos Movilidad). Cinco días después, solo en la ciudad vecina de Badalona, había reunido la cantidad de dinero necesario para financiar el 111% de un vehículo eléctrico. A través de un mapa interactivo, la ciudadanía fue comprando horas de uso de un futuro automóvil que estará situado en un aparcamiento de la localidad.
“En un par de meses, cuando nos llegue el coche, se instalará el sistema y se podrá comenzar a funcionar”, dice ArnauVilardell, de Som Mobilitat. “El nuestro es un proyecto metropolitano, es decir, no solo urbano, como Avancar. Incluso es rural. Es algo muy diferente. Con su cierre estamos poniendo el énfasis en que es necesario construir entre la población una flota de car sharing colectiva”.