Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
Una cooperativa femenina para salvar un valle
El valle de Basaburua, en Navarra, estaba tan solo que los pocos vecinos no tenían ni siquiera tienda donde comprar alimentos. El último comercio cerró hace diez años. Basaburua es un valle en medio de una montaña que lleva viviendo de la ganadería desde hace veinticinco años, y que cuenta con apenas 100 habitantes.
Las tres socias de la cooperativa Ernaizu, que revitalizó el pueblo, comenzaron a planificar su negocio justo cuando se encontraban en plena época de crianza de sus hijos pequeños y habiendo abandonado sus empleos en Pamplona (a unos 40 minutos del valle). “Aquí había trabajos más precarios, en b”, explica Laura Martinena Espinal, una de las socias. “Desde el principio quisimos idear una cooperativa que tuviera un sistema de horarios compatibles con nuestra vida personal, con el cuidado de las personas, algo que en estos valles es más necesario porque hay menos acceso a guarderías o geriátricos. Algunos servicios se encontraban fuera y nosotras comenzamos pensando en crear una cooperativa de servicios”.
Acudieron a pedir ayuda a la Asociación Navarra de Empresas Laborales (ANEL) para la puesta en marcha de la cooperativa; y justo entonces, la Comisión de Desarrollo de Basabarua puso en marcha un proyecto para crear un bar-restaurante, algo fundamental en un pueblo pequeño porque cumple una función social. Junto al bar, debía haber una tienda de alimentación, donde la gente además de juntarse pudiera comprar alimentos.
“Para nosotras esa idea fue perfecta y concursamos para lograr la gestión”, agrega Martinena. “Nos presentamos en 2011, constituimos la cooperativa. El objetivo era generar actividad económica respetando el medio, la cultura y el idioma, y poder conciliar los cuidados y lo personal. El asociacionismo y la actividad cultural del valle también eran importantes. Arrancamos y nos dedicamos a sacar adelante la tienda-bar”.
Nada ha sido fácil, porque los salarios tuvieron que bajar, pero para las socias, mileuristas, lo importante era también tener horarios flexibles y adaptables.
Lo que comenzó como un solo bar incluye ya desde hace un año y medio, una posada, una pensión y un escaperoom (una novedad en el mundo rural). Ahora la cooperativa cuenta con ocho cooperativistas y ocho trabajadoras a tiempo parcial.
Son todas mujeres, no porque los hombres estén prohibidos, sino porque ellas siguen siendo las que aceptan trabajos con salarios más bajos y prefieren tiempo para los cuidados y la vida personal.
Lo interesante del proyecto es la flexibilidad horaria. Cotizan por el régimen general de la Seguridad Social, pero cada mes cambia la cantidad de horas trabajadas, según las necesidades de cada persona. Todos los meses cotizan diferente, según lo trabajado.
No existe un tipo de contrato que prevea innovaciones, así que lo que sí decidieron asumir fue el ajetreo de los trámites. “Es un poco más complicado, pero está dentro de nuestros objetivos”, dice Martinena. “Te encuentras con leyes muy rígidas de frente y no es fácil. Pero a base de pelearlo lo hemos conseguido. Creemos que nos compensa. Los años de crianza todo el mundo los necesita. También hay otro caso de una chica que necesitaba tiempo para sí misma. Y decidió reducirse la jornada. Lo innovador socialmente es esa búsqueda del equilibrio. No es que no haya trabajo. Pueden trabajar más, si quieren”.
La sorpresa para las socias fue que la gente les pedía trabajo. “Eran jóvenes que quieren compatibilizar trabajo y estudios”, añade Martinena. “Es importante que tengan trabajo en el valle porque si se van a estudiar fuera, al final se quedan fuera. Si vuelven el fin de semana se van arraigando y conseguimos fijar población en el entorno local”.
Ernaizu es una cooperativa de iniciativa social que no reparte beneficios. Estos siempre se reinvierten en la empresa. Los sueldos nunca pueden superar en 150 euros el convenio del sector, y en el impuesto de sociedades tributan algo menos. Dentro de las cooperativas de iniciativa social, las instituciones pueden ser socias con una participación, esto facilita que pueda haber proyectos comunes en donde se involucren ayuntamientos y sector privado.
[Este artículo ha sido publicado en el número 54 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
El valle de Basaburua, en Navarra, estaba tan solo que los pocos vecinos no tenían ni siquiera tienda donde comprar alimentos. El último comercio cerró hace diez años. Basaburua es un valle en medio de una montaña que lleva viviendo de la ganadería desde hace veinticinco años, y que cuenta con apenas 100 habitantes.
Las tres socias de la cooperativa Ernaizu, que revitalizó el pueblo, comenzaron a planificar su negocio justo cuando se encontraban en plena época de crianza de sus hijos pequeños y habiendo abandonado sus empleos en Pamplona (a unos 40 minutos del valle). “Aquí había trabajos más precarios, en b”, explica Laura Martinena Espinal, una de las socias. “Desde el principio quisimos idear una cooperativa que tuviera un sistema de horarios compatibles con nuestra vida personal, con el cuidado de las personas, algo que en estos valles es más necesario porque hay menos acceso a guarderías o geriátricos. Algunos servicios se encontraban fuera y nosotras comenzamos pensando en crear una cooperativa de servicios”.