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Más empleo, pero en los extremos
La imagen de una sociedad posindustrial caracterizada por una población trabajadora de cuello blanco altamente cualificada nos persigue en el imaginario colectivo, a lomos de los avances tecnológicos, desde hace más de medio siglo. Pero la realidad suele ser mucho más compleja. ¿Cómo está evolucionando la estructura sociolaboral en realidad? El resumen simplificado es el siguiente: se están generando más empleos considerados cualificados, sí, y, al mismo tiempo, se están generando también más empleos entre los considerados menos cualificados. Es decir, se crean puestos de trabajo en ambos extremos. En cambio, se hunde una parte importante de los empleos intermedios, principalmente los relacionados con la industria y que requieren cierta cualificación. No está sucediendo tanto lo mismo con los de carácter administrativo, a diferencia de lo que sí sucede en otros países de la Unión Europea.
Esta es la foto de lo ocurrido en España entre los años 1993 y 2013, según un trabajo realizado por el sociólogo Camille Peugny, que analiza la evolución de la estructura laboral de 15 países europeos entre los años 1993 y 2013 para constatar hasta qué punto se produce la polarización y para identificar qué factores explican esta evolución y, en particular, el papel que tiene en ella la tecnología.
El estudio concluye que no es ninguna excepción que se esté creando empleo por arriba y por abajo —la polarización es “incontestable”, escribe—, pero a la vez remarca que la tendencia adopta distintas formas según los países analizados.
Además, el estudio recurre a una metodología menos habitual con relación a la empleada en la mayor parte de estudios que tratan el futuro del empleo. El sociólogo rechaza el enfoque en términos de una “calidad del empleo” medida esencialmente por el salario —determinar la mediana y medir cómo evolucionan los diferentes percentiles superiores e inferiores—. El investigador aduce que, como está evolucionando el mercado de trabajo, y en especial para buena parte de empleos poco cualificados, la escasez de horas de trabajo constituye un elemento nuclear. Se ve, por ejemplo, en actividades como los servicios de atención a las personas o en la limpieza doméstica, donde se puede trabajar apenas 20 horas a la semana o bien horas indeterminadas al cabo del día. La expansión de los servicios ha contribuido a aumentar con rapidez la cantidad de empleos considerados poco cualificados, en los que, además, suelen estar sobrerrepresentadas las mujeres.
Hilar más fino
Peugny opta, en cambio, por clasificar a la población trabajadora por categorías socioprofesionales —con el fin de hilar, apunta, “más fino”— con datos de las encuestas trimestrales de las instituciones comunitarias (European Union Labour Force Survey). Los países considerados son, además de España, Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Italia, Portugal, Grecia, República Checa, Rumanía y Hungría.
Que España sea, entre los países analizados, donde más ha aumentado el peso de los servicios explicaría en buena parte el hecho paralelo de que el país destaque también por los empleos menos cualificados (un 26% de incremento en los 20 años estudiados). En menor medida, también han visto incrementarse los empleos en el sector servicios en Dinamarca, Francia, Reino Unido y Suecia, pero no en todos los casos se da la misma polarización que en España (véase gráfico). Y de hecho, en Dinamarca y Finlandia la actividad de atención a las personas se considera trabajo de calidad, lo que la autora relaciona, siguiendo la tesis del sociólogo Esping-Andersen, a la municipalización de los empleos. Así, más del 80% de los asalariados concernidos se benefician de un convenio del sector municipal que evita lo que Pugny denomina “desmoronamiento” observado en Francia y España.
Por arriba, entre 1993 y 2013, la categoría de “cuadros”, que incluye directivos, cuadros cualificados y personas expertas, aumentó en todos los países salvo en Finlandia, donde la proporción se mantuvo relativamente estable. El aumento sucedió tanto en los países del Norte como en los del Sur, aunque en diferentes proporciones —hablamos de un avance del 35% en el Reino Unido, y del 15% en Rumanía, por ejemplo—.
En 11 de 15 países aumenta también el porcentaje de empleos poco cualificados, y en ocasiones de forma muy palpable, como en Grecia, Francia, Italia, Austria, Alemania. Más aún en España. Hablamos aquí de empleos con condiciones laborales difíciles y salarios muy bajos, sobre todo en el sector servicios, aunque no siempre, y a los que el estudio relaciona más con los contratos a tiempo parcial con relación a la industria.
“El aumento de empleos menos cualificados da cuenta de la profunda transformación que se está produciendo en el reparto del trabajo entre los asalariados subalternos. De hecho, en todos los países salvo Hungría, la proporción de obreros cualificados, de los cuales el 80% trabajan en la industria o en la construcción, ha disminuido, y a veces en proporciones impresionantes”, afirma el autor. En España — pero también en Alemania, Austria, Francia Portugal y Holanda—, dicha proporción de obreros cualificados ha disminuido entre 8 y 10 puntos porcentuales en 20 años, algo que no se ha producido tanto en los países del Este, en comparación. Aun así, Alemania mantiene una proporción de empleo industrial superior a la de sus vecinos. En cambio, en España, igual que en Italia y los Países Bajos, la disminución en los empleos intermedios ha sido mucho más suave, por lo que respecta al empleo administrativo.
En general, donde menos polarización se ha producido en los años considerados ha sido en Finlandia, Dinamarca, Reino Unido, Portugal y Países Bajos.
La cuestión es si todo se debe a la tecnología. Para el autor, no es el caso. “Los efectos del cambio tecnológico no permiten explicar correctamente la dinámica de la evolución de las estructuras sociales. Se trata de un elemento importante que debe tenerse en cuenta, pero también hay que considerar las políticas de empleo de los distintos gobiernos y la evolución de las relaciones sociales, sobre todo las relaciones de fuerza en el mercado laboral.
[Este artículo ha sido publicado en el número 67 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
La imagen de una sociedad posindustrial caracterizada por una población trabajadora de cuello blanco altamente cualificada nos persigue en el imaginario colectivo, a lomos de los avances tecnológicos, desde hace más de medio siglo. Pero la realidad suele ser mucho más compleja. ¿Cómo está evolucionando la estructura sociolaboral en realidad? El resumen simplificado es el siguiente: se están generando más empleos considerados cualificados, sí, y, al mismo tiempo, se están generando también más empleos entre los considerados menos cualificados. Es decir, se crean puestos de trabajo en ambos extremos. En cambio, se hunde una parte importante de los empleos intermedios, principalmente los relacionados con la industria y que requieren cierta cualificación. No está sucediendo tanto lo mismo con los de carácter administrativo, a diferencia de lo que sí sucede en otros países de la Unión Europea.
Esta es la foto de lo ocurrido en España entre los años 1993 y 2013, según un trabajo realizado por el sociólogo Camille Peugny, que analiza la evolución de la estructura laboral de 15 países europeos entre los años 1993 y 2013 para constatar hasta qué punto se produce la polarización y para identificar qué factores explican esta evolución y, en particular, el papel que tiene en ella la tecnología.