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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

España va bien, en Sitges

Sitges pone de buen humor y ayuda a ver la botella de la crisis medio llena. Después del terremoto electoral del pasado 25M, con tanto empresario y político junto, cabía esperar una profunda reflexión sobre las razones que han hecho hervir en las urnas opciones populistas de ultra derecha, y alternativas nuevas por la izquierda hartas de austeridad. Algún mea culpa, tal vez. Un reconocimiento de que arañar unas décimas de crecimiento, pagar menos por la deuda pública, tocar fondo en materia de paro después de la debacle y contabilizar mejoras en las exportaciones labradas con bajadas de salarios no logran ejercer de bálsamo sobre la sociedad que sufre mayores desigualdades en la UE desde el inicio de la crisis. Pero nada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha llamado a empresarios y ciudadanos en general a no ser “cenizos”, por mucho que la crisis, ha admitido, no podrá darse por superada mientras la lacra del paro siga ahí. Lo que pasa es que “es difícil de explicar” que la cosa va bien a quien no le va bien. Así se ha zafado el jefe de Gobierno de la presión que le ha puesto encima el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, sobre “el desacople” entre la mejoría macroeconómica y el malestar social.

De acuerdo. No seremos “cenizos”. Al fin y al cabo, desde el jueves por la tarde, los empresarios, académicos y periodistas reunidos en el Garraf en las XXX Jornadas anuales del Círculo de Economía, lobby y foro de reflexión que ahora intenta hacer de puente entre la Moncloa y la Generalitat (con éxito muy limitado), no hemos hecho más que escuchar buenas noticias.

Este país puede hacer alarde de “autoestima” gracias a que el Gobierno se resistió a un rescate total de la economía –del solicitado capote de hasta 100.000 millones de euros para la banca, ni pío-. Lo sirvió en bandeja de entrada el ministro de Economía, Luis de Guindos, y la expresión feliz ha corrido de boca en boca por las sesiones del Hotel Melià que ha acogido los debates.

Ya con la cabeza bien alta, nos hemos enterado de que eso de que la banca dejó de conceder créditos es una “leyenda”, en palabras del director general de Caixabank, Juan Antonio Alcaraz. Ya está bien con los “ataques” a las entidades financieras, cuando lo que nunca hubo es “demanda solvente” de préstamos.

Que lo mejor está por venir lo ha insinuado el presidente de la patronal empresarial CEOE, Juan Rosell, al evocar una subida de salarios en aquellos sectores que empiecen a recoger beneficios, aunque en realidad la algarabía se ha formado en torno a la expresión de un mero deseo (“ojalá que podamos intentarlo”, dijo).

Buenas noticias incluso en materia energética, pese a que el gas en Europa sea un 250% más caro que en EEUU, según han insistido estos días algunos de los empresarios presentes. El presidente de la petrolera Repsol, Antoni Brufau, ha acabado con un mito y nos ha abierto los ojos: todo eso de que la era del petróleo y el gas languidecen es cosa del pasado. El famoso y temido “peak oil”, o punto álgido de producción a partir del cual ésta iría menguando, sólo es aplicable, si acaso, a la demanda, porque el petróleo y el gas pueden irse a buscar en su propia roca madre, entre emisiones de metano en la que tampoco hace tanta falta detenerse porque perdemos competitividad frente a los Estados Unidos.

Que conste, además, que el IVA, impuesto sobre el consumo incrementado salvajemente por el PP como parte de sus medidas de choque ante la tremenda herencia recibida del PSOE, no subirá por mucho que lo pida Bruselas o que lo hagan también instituciones internacionales a las que hay que escuchar pero no obedecer.

Otro regalo. Esta vez, de parte de la presidenta de Siemens en España, Rosa García: después de años sin hablar de industria (“ni el ministro ni la prensa”… ha recordado) por fin vuelve a estar en la brecha el sector que objetivamente más empleo estable aporta, y el que ha toreado mejor los despidos mediante acuerdos pactados de reducción de jornada o rebajas salariales. Mientras lo celebraba el auditorio, el presidente global de la multinacional Siemens anunciaba la necesidad de recortar más de 11.000 puestos de trabajos, que se sumarán a los cerca de 15.000 suprimidos (traducidos en 4.000 empleados menos) durante la crisis.

La capacidad de nuestra industria, la calidad de los clientes y una fuerte apuesta por la I+D+i (un 7% de los ingresos por ventas) han permitido hablar a Emma Fernández, directora general de Indra, de “oportunidad” para las empresas españolas. Y el empujón ha quedado corolado de alegría cuando Xavier Prats, inminente director general de Educación y Cultura de la Comisión Europea, ha dejado claro que quien no encuentre trabajo en España no debería apurarse. La población activa está pinchando en Alemania, y el territorio Merkel requerirá cerca de 600.000 almas por año para mantener el crecimiento. De hecho, circunstancias demográficas y tecnológicas se mezclan en un cóctel dulce: pese a que aumenta sin parar el número de jóvenes con estudios universitarios y formación tecnológica, no bastan para la demanda tecnológica en ciernes de las empresas. La próxima estación para en lo que Prats llamó “competencia por el talento”, aunque, por aquí, de momento, empresas como Miquel & Costas confiesen que en un país con casi seis millones de parados, encontrar trabajadores con formación técnica de FP para una nueva fábrica haya sido un quebradero de cabeza (y los hallados, encima, no sabían inglés).

La subida de ánimo obligada ha culminado con la llegada de Mariano Rajoy. Serán reformados los servicios de empleo, está en el horno un plan para aumentar la competitividad y la eficiencia con una apuesta seria por la formación, y…¡habrá dinero para algo! Se movilizaránr más de 6.000 millones de euros (la mitad de ellos privados).

No ha hecho falta aludir al augurio espectacular expresado a 630 km de distancia por el presidente del Consejo de Competitividad y de Telefónica, César Alierta. Ese según el cual esto del paro se puede resolver –o al menos, menguar del 26% al 14%- en un plis plas. En un plis plas, no, pero sí en cuatro años, siempre que se haga “lo que hay que hacer” (para Juan Rosell, por ejemplo, firmar más contratos a tiempo parcial). ¿Un síntoma de que los empresarios parecen sentirse crecidos frente a los políticos? Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, ha remado en todo caso en la misma dirección, decepcionada con los políticos, y en particular en relación a Europa. “O somos los empresarios los que la impulsamos o no habrá más Europa”, ha espetado con su desparpajo habitual, sin duda en honor a la experiencia pionera del magnate Silvio Berlusconi, mientras miraba al comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia, con ojos como interrogantes: “Rusia es un pedazo de oportunidad. ¿Quién de Europa está hablando con Rusia, eh?” Oriol ha sugerido que el proyecto europeo se centre en la economía, en el mercado único, y deje la política para los poderes locales. ¿Marcha atrás?

Sin duda, los empresarios bullen de propuestas, como la autocalificada de “revolucionaria” que ha puesto sobre la mesa estos días el empresario catalán Miquel Petit, de Cartonajes Petit: se coge el Impuesto de Sociedades, no se paga y el dinero se reinvierte. Así se crecerá y se generará empleo. Aplausos (literalmente) en la sala.

Por ahora, Mariano Rajoy ha confirmado una rebaja del 30% al 25% (para pymes no se sabe) del tributo que grava los beneficios empresariales. Poco importa que las grandes acaben pagando un tipo efectivo del 4%, reconocido por el propio ministerio de Hacienda. Porque la nueva vedette es (¿de verdad?) el crecimiento, las grandes inversiones en transporte o energía, según han dicho apuntado al unísono como receta de “combate” contra el populismo tanto Almunia como el expresidente del Consiglio italiano Enrico Letta. Por cierto, si les suena que la UE ya dibujó una pata de crecimiento a su compromiso férreo con la austeridad, de la mano de François Hollande como nuevo inquilino en el Elíseo, es verdad. “Y no se ha hecho nada”, ha reconocido el comisario español, con cara de circunstancias. Y, antes aún, aquella vieja Estrategia de Lisboa que iba a hacer de Europa el puntal más competitivo del planeta... Menos mal que Google ha empezado a reconocer, ni que sea a la fuerza, el derecho al olvido.

Como guinda, nos quedamos tranquilos con respecto al problema catalán. Según Alfredo Pérez Rubalcaba, ya de salida y con el patio socialista bien revuelto, la cosa se arregla “en dos minutos y medio” con una reunión a tres bandas PSOE, PP y CiU (para qué ERC, que total ha quedado en primer lugar en Catalunya en el último envite electoral, y que, según ha especificado el democristiano Josep Antoni Duran i Lleida, es “el enemigo”. En paralelo al debate territorial, para el que Costas reclama “un manual de instrucciones”, proclamas del president Artur Mas sobre la capacidad exportadora de Catalunya, imán por otra parte de capital extranjero con hambre industrial. Ah, y sepan que el 9N se votará sobre la independencia de Catalunya, y, por favor, ha pedido Mas al Gobierno del PP, no la líen más con la consulta agrediendo una futura ley de consultas autonómica que se cocinará en breve, cerrada ya la vía de la importación de competencias para convocar un referendum. “No me lo imagino” (eso de votar), replica Rajoy, que, como si nada, afirma no haber estado nunca ni “enrocado”, ni “en contra de una reforma de la Constitución” (pequeño detalle, faltaría saber para hacer qué: “¿Federalismo simétrico? ¿Federalismo asimétrico? ¿Revisión de las competencias exclusivas…?” Lo dicho. Todo en orden.

[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

Sitges pone de buen humor y ayuda a ver la botella de la crisis medio llena. Después del terremoto electoral del pasado 25M, con tanto empresario y político junto, cabía esperar una profunda reflexión sobre las razones que han hecho hervir en las urnas opciones populistas de ultra derecha, y alternativas nuevas por la izquierda hartas de austeridad. Algún mea culpa, tal vez. Un reconocimiento de que arañar unas décimas de crecimiento, pagar menos por la deuda pública, tocar fondo en materia de paro después de la debacle y contabilizar mejoras en las exportaciones labradas con bajadas de salarios no logran ejercer de bálsamo sobre la sociedad que sufre mayores desigualdades en la UE desde el inicio de la crisis. Pero nada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha llamado a empresarios y ciudadanos en general a no ser “cenizos”, por mucho que la crisis, ha admitido, no podrá darse por superada mientras la lacra del paro siga ahí. Lo que pasa es que “es difícil de explicar” que la cosa va bien a quien no le va bien. Así se ha zafado el jefe de Gobierno de la presión que le ha puesto encima el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, sobre “el desacople” entre la mejoría macroeconómica y el malestar social.

De acuerdo. No seremos “cenizos”. Al fin y al cabo, desde el jueves por la tarde, los empresarios, académicos y periodistas reunidos en el Garraf en las XXX Jornadas anuales del Círculo de Economía, lobby y foro de reflexión que ahora intenta hacer de puente entre la Moncloa y la Generalitat (con éxito muy limitado), no hemos hecho más que escuchar buenas noticias.