Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
Olivier Schulbaum, cofundador de Goteo y Platoniq: “Exijamos pruebas de impacto social”
El universo del crowdfunding, constituido por microdonaciones y préstamos colaborativos de particulares dispuestos a financiar proyectos a través de plataformas digitales, se ha normalizado en España. De hecho, no para de crecer. En 2018, el incremento de esta actividad respecto del año anterior fue del 62,12%, hasta sumar una cantidad de 159,69 millones de euros, según un estudio de Universo Crowdfunding en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Pero la composición interna de este universo es heterogénea. Tras los préstamos, las aportaciones de carácter inmobiliario, las plataformas de inversión y las de recompensa o preventa, han ganado también su espacio las donaciones, que el año pasado sumaron 9,26 millones. En este último ámbito, que supone el 5% del conjunto de actividad, se mueve Goteo, fundada en 2011 después de que sus impulsores detectaran la necesidad de herramientas que ayudaran a tomar forma y convertirse en sostenibles muchos proyectos sociales. Es su modelo: ayudar a costear iniciativas de carácter social, sobre todo en las primeras fases de gestación. Goteo, tras la que se encuentra la Fundación Goteo, vehiculó la financiación para el Sindicato de Inquilinos (recaudó 36.051 euros) y una cooperativa de antiguos topmanta (obtuvo 67.184).
Olivier Schulbaum es, junto con Susana Noguero, fundador de la plataforma. La lanzaron después de que sus caminos se cruzaran en Berlín y de que impulsaran el proyecto Platoniq, que aúna proyectos culturales en los que intervienen las nuevas tecnologías. Schulbaum, francés de 47 años afincado en Mallorca, es también miembro del consejo de la fundación Civio. Su tema es contribuir mediante técnicas y procesos creativos al empoderamiento ciudadano, diseñando herramientas digitales y metodologías de participación comunitarias con impacto en las políticas públicas, la cultura y los valores democráticos.
¿Hoy resulta más fácil que hace 10 años obtener recursos para proyectos sociales?
Hoy es más fácil ser filántropo de un modo más efectivo y que tenga más en cuenta cuál es el criterio de la ciudadanía, sin supuestos expertos de por medio que digan dónde no conviene o sí conviene invertir. Son los propios activistas quienes autogestionan la red. Cuando Goteo nació, en el año 2011, empresas sociales que antes de la crisis obtenían 50.000 euros para un microcrédito ya no los podían obtener. Antes de la crisis sí era más fácil. En cuanto a hoy, puedo afirmar que podría volver a ser más fácil si integramos el criterio de la ciudadanía. Por ejemplo, para un banco ético trabajar con nosotros es un modelo fantástico: nosotros detectamos proyectos, hacemos el llamamiento a financiarlos, los formamos y garantizamos al banco ético que la ciudadanía cree que ese proyecto tiene valor. Así, al proyecto no tienen que pedirle avales. El aval se lo da el crowdfunding. Si la ciudadanía da 25.000 euros de entrada, tiene posibilidades claras de crecer.
¿Cómo distingue a un filántropo de un inversor?
¡Hay trucos para distinguirlos! Aunque los filántropos disponen de buenos asesores, muy espabilados. Conozco fundaciones muy carcas que nunca entenderán el matchfunding [combinar apoyo empresarial o de instituciones con apoyo ciudadano a través de la financiación colectiva] porque quieren controlarlo todo ellas. En cambio, hay fundaciones jóvenes que confían en el criterio ciudadano, y que tienen recursos para financiar un activismo directo y que no heredan un modelo hecho. En Platoniq a veces tenemos dilemas al elegir con quién trabajamos. La clave es valorar si la parte positiva de la inversión acaba pesando más que la parte negativa. Por ejemplo, hemos trabajado para la red pública de 500 bibliotecas que dependen del Ministerio de Cultura en Colombia. El proyecto buscaba crear una historia común de las diferentes regiones del país, tratando el conflicto a través de algo narrativo, mediante la digitalización de álbumes de fotos. Había que ensamblarlos y crear colecciones. Creamos una metodología para que se implementaran esas dinámicas en grandes ciudades y también en las zonas más remotas, formando a personas que explicaran la dinámica y la metodología. Quien financiaba el proyecto era la Fundación Gates, que, además, realizaba una donación de tabletas y ordenadores. Nosotros valoramos que reforzábamos el discurso de comunidad y una historia común, frente a una donación de tabletas que en unos pocos años iban a dejar de funcionar. Teníamos claro, porque podíamos medirlo, el valor que aportábamos.
Hoy todo el mundo habla de la necesidad de empresas con propósito. ¿Qué piensa?
Puede ser un lavado de cara, como ha sucedido con el greenwashing [presentarse como empresa verde por una cuestión de mercadotecnia]. Pero si se lo toman en serio, pues qué se le va a objetar. Lo que hace falta es conocer sus datos antes de poder opinar. En nuestro caso, muchos de los proyectos que recibimos renuncian porque la gente se asusta cuando la aprietas y le preguntas sobre su compromiso social. Hemos incorporado como criterios los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Cuando pedimos que concreten cómo ayudan a cumplirlos, muchos no pueden hacerlo. A veces reorientamos los proyectos hacia otras plataformas.
¿Usted es crítico con la financiación colectiva vía Kickstarter o Verkami?
Hay proyectos socialmente útiles en esas y otras plataformas, pero es cierto que existe poca conciencia. He visto proyectos muy buenos que por alguna razón no se preguntan por los valores de la plataforma a través de la que recaudan dinero, porque ven en la recaudación de dinero un hecho puramente económico. Con lo que sí soy muy crítico es con la preventa de productos que no sean de carácter ecológico. Porque no veo que se genere una relación de los micromecenas con la causa que se persigue. Es gente que, por ejemplo, quiere un libro y lo obtiene más barato. No hay tanta diferencia con un Amazon. Lo que a nosotros nos importa es la causa que hay detrás. Lo vimos con el proyecto Top Manta: no solo se apoyaba una marca real, sino un reclamo de que las personas del colectivo migrante tienen derecho a ser representadas y a ser también emprendedoras. Nosotros nos proponemos recompensar a la gente por su activismo social. Con cada aportación se obtiene un certificado de donación que desgrava.
En todo caso, el crowdfunding no para de aumentar.
No estamos pendientes de este tipo de datos. En realidad, que una plataforma como Kickstarter esté en España no nos afecta. Son proyectos distintos. Aunque es verdad que la comunidad recurre a herramientas capitalistas para apoyarlos, porque coge una tarjeta de crédito, paga desde su cuenta del banco y no se hace preguntas.
El modelo abierto como el suyo, ¿cree que puede llegar a ser troncal en el sistema o siempre se mantendrá en los márgenes como algo complementario?
Según en qué ámbitos, como el de la participación ciudadana, ya se convierte en algo central. Ser abierto implica que la gente vea y pueda comprobar que lo que se ha creado tiene valor. Comentaba antes que hemos integrado los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). La ciudadanía no los tiene muy interiorizados, pero a escala institucional sí están muy integrados. Así que hemos creado un modelo para medir si se cumplen y cómo se medirá en 2030. Para que la gente lo entienda mejor, en lugar de hablar de los ODS como tal, utilizamos conceptos con los que la ciudadanía sí puede relacionarse más fácilmente: dejar huella ambiental, huella democrática y huella social. De esa triple huella van los indicadores que hemos creado.
¿Y eso en qué se concreta?
Relacionar la huella democrática, social o ambiental con los ODS nos permite, por ejemplo, analizar todos los proyectos financiados desde 2011 en la ciudad de Barcelona y cómo se posicionan con relación a los objetivos de Naciones Unidas.
¿Y qué seguimiento dan a los proyectos? ¿Está protegido el donante/inversor?
Realizamos un seguimiento interno al año, ya que en Goteo hay un contrato en este sentido con las iniciativas financiadas. Pero lo más relevante es que la propia comunidad está muy pendiente del ciclo de vida de los proyectos, en tanto que es la primera interesada en que las cosas se hagan bien. Las alertas surgen por sí mismas. Hay pocos datos de proyectos que no se hayan llevado a cabo. De entrada, les pedimos a los proyectos que demuestren con datos su impacto social, que no solo enseñen fotos o postales, como hacen algunos bancos y algunas organizaciones no gubernamentales (ONG). Lo importante es que el impacto sea medible. Pocas ONG tienen aplicaciones de datos que permitan al donante comprobar adónde va el dinero. Demostramos que vale la pena invertir en él, porque el proyecto tendrá apoyo. Los Riders X Derechos, por ejemplo. Estamos ahí sobre todo para apoyar el momento fundacional. Aunque otros puedan repetir campaña para crecer.
¿La gente en general diría que es solidaria? ¿O es cosa de un pequeño grupo muy activo?
La gente es solidaria. Si no, ni nosotros ni otras plataformas podríamos existir. Cuando empezábamos nos preguntábamos si la solidaridad se podía reproducir a escala digital. Nos lanzamos por intuición, pero sobre todo porque sabíamos que existía una necesidad grande de proyectos de cambio, sociales y culturales, que aportaban mucho valor en el ámbito la economía social y en el de empoderamiento ciudadano.
¿Qué tipo de proyectos arrastran más?
La recompensa que más éxito tiene en Goteo es la pestaña de “renuncio a la recompensa”, sobre todo en el caso de proyectos de denuncia pública. Tienen mucho éxito los proyectos de open data [datos accesibles a todo el mundo], y también proyectos periodísticos independientes que se traducen en valores más intangibles.
La comunidad tiene la oportunidad de ofrecer dinero o bien otro tipo de ayuda. ¿Qué tiende a ofrecer?
La gran mayoría da dinero; de media, unos 50 euros. Pero es verdad que los proyectos pueden pedir aportaciones voluntarias en forma de servicios. Pero cuidado: lo que no se puede hacer es pedir que un diseñador voluntariamente te haga un trabajo gratis. Hay personas que aportan datos de su comunidad para contribuir a la transparencia. O prestar la furgoneta para ayudar a un traslado cuando una cooperativa cambia de sitio. Tenemos registrados a 119.798 donantes únicos, de los cuales 19.819 han repetido. La fidelidad de los donantes es muy elevada. Confían más en proyectos porque están en Goteo, porque saben de nuestro compromiso.
¿Cómo ha evolucionado Goteo desde su nacimiento?
Hemos aprendido mucho desde entonces, pero nuestros valores centrales no han cambiado. No somos escaparates de proyectos. El modelo fue diseñado, codiseñado, pensando en el beneficio de la comunidad, más que de la organización. Es una elección. Nos hemos comprometido con ese modelo. Si renunciáramos a algunos valores, creceríamos más económicamente, pero no queremos ir por esta vía. El hecho de que asumamos más responsabilidades sobre los proyectos implica tener más recursos humanos que los competidores. Tienes que generar un proceso de investigación y desarrollo constante, que a su vez también nos da un know how que nos permite crecer. Crecemos y nos reforzamos con otras tendencias y plataformas. Por ejemplo, trabajamos con la economía social. Hemos crecido en datos muy ricos, que nos permiten aportar al diseño de programas de emprendimiento social de instituciones públicas y privadas.
Goteo se han convertido en herramienta de las instituciones para financiar proyectos de impacto social.
No, no. Nosotros preferimos hablar de crowd advocacy (defensa de la multitud, de la comunidad). Ayudamos a implementar políticas públicas. Seguimos dirigiéndonos al ciudadano. El acuerdo entre nuestra fundación y las instituciones supone una colaboración innovadora para ambas partes. Hay instituciones que confían en nuestro proyecto y quieren ser el paraguas de iniciativas que lleguen a través de Goteo. La Junta de Andalucía, la Diputación Foral de Gipuzkoa y los Ayuntamientos de Barcelona, Zaragoza y Madrid han abierto lo que llamamos un canal.
Cuando un donante pone dinero, ¿la Administración multiplica la inversión?
Sí, exactamente. Cada proyecto tiene su propio algoritmo, programado para que cuando un donante da dinero vea cómo se multiplica su aportación. Si este año la tasa de éxito [proyectos que logran la financiación que se pide] es del 76%, en el caso de los proyectos de mano de las instituciones, la tasa alcanza el 86%.
¿Y qué tipo de iniciativas buscan las instituciones vía microdonaciones?
Las instituciones buscan proyectos correspondientes a su ambito de actuación. Donde he visto una influencia más clara por nuestra parte ha sido en formación y transparencia, tras seis años de trabajo conjunto y tras haber realizado una quincena de programas. Cuando la Administración apuesta por un proyecto y tiene que elegir qué priorizar, nos ven como filtro y sello de calidad sobre lo que interesa a la ciudadanía. Trabajamos con canales. Por ejemplo, con universidades, para vehicular la financiación de proyectos para participar en un encuentro de jóvenes investigadores. El potencial es enorme, para las Administraciones y para las fundaciones privadas. Todavía arriesgan poco.
¿Entiende el temor ciudadano sobre los datos anonimizados?
Es un tema realmente complejo y, además, las leyes van cambiando en los distintos países. Es un mundo difícil, y más por las implicaciones legales. Uno de los temas que nos lleva más tiempo y energía es el legal design: simplificar los términos y condiciones y también hacer la información más amena y empática. La gente no sabe lo que implica lo que firma.
¿Qué otros ‘Goteos’ hay en el mundo?
Como el código de Goteo está publicado, podemos saber que hay 270 réplicas. Eso no significa que funcionen todas. Tenemos referentes claros como Yokohama, en el campo de la ecología urbana, donde hemos aportado formación en financiación alternativa. En realidad, estamos satisfechos porque con los datos de Goteo podrías comparar índices de solidaridad por kilómetro de una región respecto a otras. Muchos investigadores estudian con nuestros datos.
Goteo es un híbrido de red social, de comunidad... ¿En qué se diferencia de una plataforma tipo Change.org?
Cada plataforma tiene su modelo. No creo que una aportación económica o una contribución a un proyecto de activismo tenga el mismo valor que una firma de una petición en Change.org, a parte que su modelo de negocio es muy discutible. Prefiero comparar Goteo con plataformas de participación ciudadana como Decidim Barcelona o Decide Madrid. Pero fijémonos en la gestualidad del activismo de participación, que en el caso del crowdfunding consiste en sacar la tarjeta de crédito y pagas porque no te puedes permitir no apoyar un proyecto. El modelo de una plataforma de participación ciudadana de un gobierno local es diferente, pero parte del mismo tipo de gestualidad. Pagar con una tarjeta o aportar tu Documento Nacional de Identidad es un paso muy delicado hacia el activismo de plataforma. Ello nos lleva a hablar de cómo mejorar la experiencia de la persona usuaria. A mí me gustaría, aunque pueda sonar a locura, es que las empresas tuvieran una bolsa de horas en que sus trabajadores invirtieran en voluntariado, a través de Goteo o de otras plataformas. Y que las horas que repercutieran en proyectos sociales desgravaran ante Hacienda. Eso sería justo.
¿De qué proyecto financiado por Goteo se siente más orgulloso?
Top manta, una iniciativa del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona. Ha sido un modo de dar voz a un colectivo. Es una iniciativa de las que te hacen sentir que ayudamos a lograr cambios palpables y consistentes. Quiero destacar también 15MpaRato, aunque no es responsabilidad directa de Goteo. Pero fue la primera causa judicial financiada por la ciudadanía a través del crowdfunding.
¿Cuán grande es su comunidad?
La comunidad de Goteo está conformada por 80.000 personas usuarias activas de habla hispana que reciben un boletín nuestro cada 15 días. En realidad, hay más usuarios, pero hace dos años partimos casi de cero por la ley de protección de datos. Personas usuarias suman 168.243. Lo que aún estamos intentando mejorar y comprender es cómo toda esta gente se relaciona entre sí.
¿Qué comisión toman por donación?
El 5%. Es un porcentaje estándar.
¿Cómo ha evolucionado el nivel de éxito en la financiación de proyectos?
El nivel de éxito, que supone obtener el dinero o los recursos solicitados a la comunidad, es del 78%. Este año vamos por el 92,12%. Cuando empezamos en 2011 era del 42%.
[Esta entrevista ha sido publicada en el número de 73 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
El universo del crowdfunding, constituido por microdonaciones y préstamos colaborativos de particulares dispuestos a financiar proyectos a través de plataformas digitales, se ha normalizado en España. De hecho, no para de crecer. En 2018, el incremento de esta actividad respecto del año anterior fue del 62,12%, hasta sumar una cantidad de 159,69 millones de euros, según un estudio de Universo Crowdfunding en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Pero la composición interna de este universo es heterogénea. Tras los préstamos, las aportaciones de carácter inmobiliario, las plataformas de inversión y las de recompensa o preventa, han ganado también su espacio las donaciones, que el año pasado sumaron 9,26 millones. En este último ámbito, que supone el 5% del conjunto de actividad, se mueve Goteo, fundada en 2011 después de que sus impulsores detectaran la necesidad de herramientas que ayudaran a tomar forma y convertirse en sostenibles muchos proyectos sociales. Es su modelo: ayudar a costear iniciativas de carácter social, sobre todo en las primeras fases de gestación. Goteo, tras la que se encuentra la Fundación Goteo, vehiculó la financiación para el Sindicato de Inquilinos (recaudó 36.051 euros) y una cooperativa de antiguos topmanta (obtuvo 67.184).