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Mucha economía solidaria... y mucho trabajo por delante
El último fin de semana Barcelona ha vivido su semana cumbre de la economía solidaria con la Fira de Economía Social y Solidaria y el Encuentro Internacional de Municipios por la Economía Solidaria, que reunió, entre otros, a 18 alcaldes de municipios catalanes que se han juntado en una red de municipios para apostar por el sector.
Ambas actividades fueron un éxito. La Fira, por la que pasaron 19.000 personas a través de 199 entidades participantes con sus puestos y sus productos y servicios; y el Encuentro, cuyas conferencias principales se llevaron a cabo en un auditorio a rebosar, que tuvo que tirar de streaming en otra sala, también a rebosar.
Sin duda, la cosa va para adelante. Esto recién empieza. Hace años hubiera parecido imposible que una red de este tipo pudiera existir, y también que existieran tantas ferias de este tipo, que se van multiplicando por el territorio español. La implicación real de políticos afines en la economía solidaria es ya un hecho, comenzando por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que no solo presentó la feria sino que para estas Navidades planea colocar en Plaza Catalunya puestos de economía solidaria donde hasta apenas un año había una pista de patinaje (por cierto, antiecológica y para beneficio de una empresa privada… con dinero de quienes pagan impuestos).
Hasta ahora, la economía solidaria catalana crecía sola, amparada en su propia filosofía del apoyo mutuo pero sin ningún interés político más que para llenarse la boca de buenas intenciones. Así logró llegar, según el primer Informe del Mercado Social Catalán, también presentado la semana pasada, a construir una red de 160 empresas y entidades -que forman parte de la Xarxa d'Economia Solidària-, que dan trabajo a 3.400 personas, y generan un volumen de negocio de 120 millones de euros. En la feria se han vendido productos y servicios por 70.000 ecosoles (la moneda social equivalente al euro con la que se compraba y vendía en el recinto), una cifra que dobla los resultados de la edición de 2014.
Y sin embargo, el vaso está medio lleno, y medio vacío… Todavía queda un muy largo camino por recorrer. Fuera de la feria, muchos de los vecinos que caminaban por las calles aledañas al recinto Fabra i Coats, donde se llevaba a cabo la Fira, todavía no se enteran de que hay otro tipo de economía, capaz de poner a las personas por delante del capital.
Tampoco se enteran, parece, los 958 municipios catalanes que aún no forman parte de la red por la economía solidaria.
Y todavía no se entera el Gobierno. Lo triste de la Fira fue la ausencia de dos empresas cooperativas kurdas, porque los consulados de Turquía y España habían denegado sus visados. Estaban planificadas conferencias en donde contaban su experiencia.
El Gobierno español, por momentos parece manejarse en el mundo del revés. Camina para atrás. No solo no apoya de ninguna manera este tipo de iniciativas, sino que lleva a cabo políticas locas, contrarias a la evolución de un mundo más justo y más cuidadoso con el entorno, como el impuesto al sol, el examen de españolidad a extranjeros, el refuerzo de religión en la escuela pública, el apoyo a los bancos que desahucian, la venta de vivienda social por migajas a fondos buitre, la estrangulación de los servicios sanitarios públicos, la cuasi nula política de guarderías… etc, etc, etc…
Es genial que crezca la economía solidaria, pero por momentos lo que se ve delante son grandes montañas que todavía hay que atravesar.
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El último fin de semana Barcelona ha vivido su semana cumbre de la economía solidaria con la Fira de Economía Social y Solidaria y el Encuentro Internacional de Municipios por la Economía Solidaria, que reunió, entre otros, a 18 alcaldes de municipios catalanes que se han juntado en una red de municipios para apostar por el sector.
Ambas actividades fueron un éxito. La Fira, por la que pasaron 19.000 personas a través de 199 entidades participantes con sus puestos y sus productos y servicios; y el Encuentro, cuyas conferencias principales se llevaron a cabo en un auditorio a rebosar, que tuvo que tirar de streaming en otra sala, también a rebosar.