Audiovisual, territorio y ‘la ola’ de las redes sociales
Mucho se ha hablado en las últimas semanas, meses, sobre la serie La Palma, estrenada el pasado 12 de diciembre en la plataforma Netflix. Opiniones dispares, algunas tremendamente alarmistas, que han provocado que el debate se extienda a las redes sociales y a algún medio de comunicación creando una ola de miedo, confusión, incluso desprecio, también entre algún político dentro y fuera de la isla que, desde mi punto de vista y, sobre todo, sin que se hubiera estrenado, era cuanto menos preocupante y sorprendente. Por otra parte, afortunadamente, también ha existido la coherencia y el sentido común (siempre desde mi punto de vista) entre algún sector de expertos y expertas, políticos, medios de comunicación y población en general.
Si hablamos sobre géneros en el sector audiovisual, nos encontramos con un abanico tan amplio que podría cubrir casi la totalidad de las preferencias de los millones de personas que habitamos este planeta. Eso significa que, como personas libres que somos, al menos en los países en los que la democracia está establecida (esto ya es otro artículo), podemos elegir qué audiovisual queremos ver y disfrutar: ciencia ficción, terror, comedia, drama, thriller, musical, acción, aventuras, suspense, romántico…y algunos más que se quedarán atrás.
Ahora bien, cuando hablamos de industria audiovisual, en primer lugar estamos hablando de un sector, por cierto estratégico desde el 2009 en Canarias, que crea miles de puestos de trabajo al año, que genera economía, no sólo entre profesionales y empresas del sector audiovisual sino que, de una manera transversal, afecta positivamente a la contratación de todo tipo de servicios que afectan a la cadena de valor de un proyecto audiovisual: hoteles, rent a car, restaurantes, maquillaje y peluquería, carpintería, eléctricos, vestuario…y mucho más.
El sector audiovisual, que en la isla de La Palma no se ha llegado a desarrollar al nivel de otras islas como Tenerife, Gran Canaria o Fuerteventura, incluso diría La Gomera, diversifica la economía de un territorio, crea empleo en el sector creativo y técnico, da oportunidades a nuestros jóvenes, y es una herramienta poderosa, si la sabemos utilizar, para concienciar, para transmitir conocimiento y, si fuera el caso, para atraer a un tipo de viajero y viajera que busca conectar con la cultura y la historia de un determinado territorio y que se siente atraído por lo que el cine o series de ficción o documental, de animación también, puede reflejar en imágenes.
Dicho esto, y centrándonos ahora en lo que hemos vivido en los últimos meses con este debate del que hablo al principio del artículo y que se centra en el miedo a que el “turismo” no llegue a la isla por el contenido de la serie, o que se trata de una falta de respeto hacia las personas afectadas por el volcán, me gustaría, sabiendo de antemano que publico de manera libre y que mi opinión también puede generar cualquier tipo de sentimiento, lo siguiente:
La productora llegó a la isla de La Palma por primera vez en el 2019, fecha en la que formaba equipo, junto a Dóraly González, en la oficina de La Palma Film Commission, oficinas públicas que existen en todo el mundo y que tienen como objetivo la atracción de rodajes al territorio y la contribución al desarrollo de la industria audiovisual local. Muchas productoras y muchos guiones nos habían llegado sobre la misma temática, la teoría del deslizamiento de la isla que hace 20 años tanto daño hizo. Ninguno de ellos llegó a rodarse. Fante Film, productora noruega especializada en este tipo de proyectos, creando un género llamado skandisaster, visitó la isla en busca de localizaciones para esta serie, y continuó haciéndolo hasta que la crisis sanitaria y volcánica, paralizó la preproducción y el rodaje. Precisamente, la erupción del volcán y, en concreto, los afectados del volcán, fue lo que me impulsó a organizar una rueda de prensa, como portavoz de la serie, para comunicar a la isla el contenido del proyecto y ofrecer tranquilidad en cuanto que no se trataría, de ninguna manera, la crisis volcánica y el dolor de los afectados. Sirva este artículo para agradecer la presencia en esa rueda de prensa tanto a representantes de plataformas de afectados y empresarios del sector turístico.
Pero voy más allá, previo a esa rueda de prensa quise saber de primera mano cómo había afectado el rodaje de la película La Ola (basada en hechos reales), a la pequeña ciudad de Stranda en Noruega. Así, la propia productora noruega pudo ponerme en contacto con el alcalde de esa ciudad quien me ofreció datos reales de cómo el rodaje de la película había atraído a la comunidad científica (actualmente se monitorizan las montañas para poder avisar a la población con tiempo suficiente en caso de un nuevo deslizamiento de tierras) y cómo el viajero había aumentado de manera considerable la visita al territorio. En concreto, cada año sigue aumentando el flujo de visitantes favoreciendo el mantenimiento de espacios, gracias a una estudiada estrategia de turismo, y la contratación de personal.
Skandisaster es un género noruego que, aunque trata catástrofes naturales, habla sobre todo de experiencias humanas, algunas basadas en hechos reales. Nos puede gustar más o menos el género de ciencia ficción, el guion o, simplemente nos puede tocar emocionalmente como palmeros el tratamiento de las localizaciones o de nuestra historia y cultura, pero un proyecto audiovisual comienza con un guion, con un creativo o una creativa que quiere contar una historia de una u otra manera. A nosotros nos ha tocado ahora la ciencia ficción, un género que atrae a miles de personas a los territorios donde se han rodado esas películas y, nos guste o no, la serie ya es la más vista en Netflix esta semana. Eso quiere decir que sí (me atrevo a pronosticar) van a llegar viajeros para conocer las localizaciones, sobre todo de los países nórdicos, donde el casting de la serie es muy conocido.
Pero me pregunto, ¿nos hemos preparado para una llegada de amantes del turismo cinematográfico? ¿Hemos pensado, funcione o no la serie en esos términos, en una estrategia de promoción y contención? ¿Nos hemos preparado para ofrecerle a ese viajero cinematográfico la experiencia de conocer, de verdad, nuestra cultura, nuestra historia, nuestro origen volcánico, y que aprenda a querer y amar a nuestra tierra? ¿Estamos pensando en aprovechar esta serie y reunir en la isla a la comunidad científica para hablar de lo más importante: cómo influye el cambio climático en la generación de desastres naturales y promover la creación de historias en torno a esta emergencia y cómo actuar?
El audiovisual, repito, es una herramienta de promoción impagable (para concienciar, para sensibilizar, para divulgar, …) Tenemos multitud de oportunidades, y es una responsabilidad de todos, políticos y población, trabajar en una estrategia común para difundir un mensaje de optimismo, para generar un diálogo constructivo y para aprovechar este tipo de herramientas y construir la isla que queremos y que nos merecemos.
Yo sí me subo a la OLA…
María José Manso
CEO Cultura Mágica
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