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Más allá de las cuotas: cuando ellas votan para que ellos manden

Los hombres han estado por lo general al mando de empresas y gobiernos porque han sido históricamente los que cobraban por trabajar y las mujeres han accedido más tarde al mercado de trabajo. Pero, ¿qué pasa cuando son las mismas mujeres quienes deciden quién será su jefe o jefa? ¿Eligen a un hombre o a una mujer?

El ejemplo está en las cooperativas de trabajo, donde son las personas las responsables de nombrar al equipo directivo. El movimiento cooperativo tiene pocas mujeres en sus consejos rectores, y no pocas en sus bases. Es fácil encontrarse cooperativas con el 90% de mujeres socias, pero hombres en la dirección. Aunque es verdad que, en proporción, en este modelo de empresa hay mayor número de mujeres en puestos directivos que en las mercantiles, lo cierto es que se repiten bastante las estructuras patriarcales del entorno.

¿Por qué? Las socias de una escuela cooperativa con unas sesenta mujeres trabajadoras y solo dos socios (director y presidente) responden: “Porque ellos saben más de números”; “Porque son mejores para negociar”; “Porque tienen que hablar con otros hombres que son clientes, y entre ellos se entienden”; “Porque tienen más experiencia”. Tal cual.

Una mujer miembro de otra cooperativa industrial, que ocupó un puesto directivo que ya ha abandonado, cuenta en voz bajita: “Es una lucha constante con el mundo y con una misma. En parte, la organización de todo el trabajo está pensada para hombres que no pasan tiempo en casa. Yo me pregunto: ¿por qué tengo que andar yendo a reuniones de noche? ¿Por qué tengo que ir a almuerzos de negocios cuando podrían organizar lo mismo con un café en la mañana? Otra cosa que me he dado cuenta en los consejos rectores es que ellos tienen otra forma de hablar, otra forma de convencer. Ellos no siempre saben más que nosotras pero hablan con una seguridad aplastante. En las reuniones una tiene que imponerse para ser tomada en cuenta sin caer en el ridículo. Es un esfuerzo extra, que puede cansarte”.

Teresa Torns, docente de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona que ha estudiado el tema de la mujer en el mundo laboral, opina que lo que está mal es el sistema en su conjunto: la estructura social está pensada para el trabajo remunerado. No se toma en cuenta el tiempo dedicado al trabajo de cuidados y a la compañía de niños y mayores fuera de la empresa. Tampoco se toma en cuenta el tiempo libre. El sistema laboral está montado a imagen y semejanza de hombres que trabajan a destajo por dinero y mujeres que trabajan en casa –y ahora también afuera-.

En el artículo 'Maternidad y Empleo' se observa que cuando más hijos tienen las parejas, más tiempo dedican ellos a trabajar fuera de casa y más dedican ellas a cuidar de su familia.

Torns acaba de publicar junto a Cristina Carrasco y Cristina Borderías una recopilación de artículos, de aquellos que salen poco de las aulas universitarias pero que deberían salir: “El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas” (Edita Furhem Ecosocial y Catarata). Se preguntan cosas como: ¿Quién se inventó el término “trabajo” y cuáles son sus consecuencias sociales?

Supongo que todo está relacionado y, si lo pensamos, al final huele a obvio. Si a la mujer se le pide que no solo se ocupe de los hijos, los padres y a los enfermos (cosa que algunas delegan generalmente en otra mujer) sino que además les mime y de cariño; que limpie (o le diga cada día a otra mujer lo que debe limpiar); que trabaje y traiga dinero a casa; que sea perfecta y no tenga ni canas ni estrías después de altibajos hormonales, un parto y nueve meses de embarazo; es bastante lógico que -aunque esté en una cooperativa rodeada de otras mujeres- intente escabullir una responsabilidad más, un puesto directivo que, por lo demás, si se suma al resto de cargas, en un día de 24 horas es imposible de cumplir.

¿Qué pasaría si para igualar remuneráramos las horas de trabajo en casa? Hay mucho debate sobre el tema. María Ángeles Durán, del Consejo de Investigaciones Científicas calcula que en España ese trabajo, si se pagara, equivaldría a la mitad del PIB… Si se pagara bien: ¿Habría más hombres interesados en lavar platos, toallas, calzones y biberones; y más mujeres con tiempo para aprender, ganar experiencia y confianza, y pensar en ocupar puestos directivos? No cambiaría, de todas maneras, lo que dice Torns… nada más ni nada menos que el sistema capitalista.

[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

Los hombres han estado por lo general al mando de empresas y gobiernos porque han sido históricamente los que cobraban por trabajar y las mujeres han accedido más tarde al mercado de trabajo. Pero, ¿qué pasa cuando son las mismas mujeres quienes deciden quién será su jefe o jefa? ¿Eligen a un hombre o a una mujer?

El ejemplo está en las cooperativas de trabajo, donde son las personas las responsables de nombrar al equipo directivo. El movimiento cooperativo tiene pocas mujeres en sus consejos rectores, y no pocas en sus bases. Es fácil encontrarse cooperativas con el 90% de mujeres socias, pero hombres en la dirección. Aunque es verdad que, en proporción, en este modelo de empresa hay mayor número de mujeres en puestos directivos que en las mercantiles, lo cierto es que se repiten bastante las estructuras patriarcales del entorno.