15 de julio de 2009. Natalia Estemirova es secuestrada delante de su casa, en Grozni, Chechenia. Horas después, hallan su cadáver en la vecina república de Ingusetia; le han disparado a quemarropa. Cinco años más tarde, no hay muestras de que su asesinato esté siendo investigado. Nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados. No ha habido justicia. En Chechenia reina la impunidad.
Natalia Estemirova trabajaba desde el año 2000 en el Centro de Derechos Humanos Memorial, en el Cáucaso Norte. Había recopilado declaraciones de testigos de crímenes de lesa humanidad cometidos en el segundo conflicto en Chechenia, como los homicidios masivos cometidos en la localidad de Novye Aldy, y había sacado a la luz casos de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura y malos tratos a personas detenidas. Viajó por Chechenia alentando a las víctimas de violaciones de derechos humanos a contar la verdad, a perder el miedo a denunciar a los funcionarios públicos y a las fuerzas de seguridad. Trabajó también en la defensa de los derechos sociales y económicos tras el conflicto checheno. Y luchó también en contra de las restricciones cada vez más severas que sufrían las mujeres, por ejemplo, criticando púbilcamente al presidente checheno, Ramzan Kadyrov, por introducir leyes que obligaban a las mujeres a cubrirse la cabeza en edificios públicos.
Natalia Estemirova trabajó con la periodista Anna Politkovskaya durante sus viajes a la República de Chechenia y la ayudó a ponerse en contacto con víctimas de violaciones de derechos humanos. En octubre de 2006, Anna Politkovskaya murió abatida por disparos en el ascensor del edificio donde vivía. En la atmósfera cada vez más restrictiva de Chechenia, en donde la libertad de los medios de comunicación y el trabajo de las organizaciones sociales estaban gravemente amenazados, Natalia Estemirova fue una de las pocas personas que se atrevió a seguir publicando información sobre violaciones de derechos humanos en las que podrían estar implicadas autoridades gubernamentales.
En julio de 2009, Natalia habló con los medios de comunicación sobre la desaparición forzada de un joven que se encontraba en el hospital bajo custodia policial y sobre otro caso de presunta ejecución extrajudicial. Según varios informes, el Defensor de los Derechos Humanos de la República de Chechenia le dijo que sus comentarios a los medios de comunicación habían molestado a las autoridades chechenas y que, con su franqueza, se había puesto en peligro. Varios días después la mataron.
El asesinato de Natalia Estemirova tuvo y sigue teniendo un efecto devastador entre la sociedad civil de Chechenia. En la actualidad, los activistas chechenos arriesgan sus vidas en un medio extremadamente hostil. Las repúblicas del Cáucaso Norte siguen siendo un lugar peligroso para quienes se atreven a denunciar las violaciones de derechos humanos. En diciembre de 2012, otro periodista moría asesinado: Khadzhimurad Kamalov, fundador y director del periódico Chernovik y destacado defensor de los derechos humanos, fue tiroteado en el exterior de su oficina en la provincia de Daguestán. Los abogados que defienden a las víctimas de violaciones de derechos humanos reciben amenazas y también ponen en peligro sus vidas: Omar Saidmagomedov, asesinado el 20 enero de 2012, o Magomed Guchuchaliev, asesinado el 12 de julio 2013, ambos en la república de Daguestán, son algunos de los nombres propios.
Pero no hace falta ser un activista de los derechos humanos para sufrir la represión de las autoridades. Islam Umarpashaev estuvo tres meses y medio desparecido tras ser llevado de su casa por las fuerzas de seguridad. Durante ese tiempo, estuvo confinado en un sótano, esposado a un radiador, y fue sometido a amenazas, malos tratos y torturas. Su delito: haber criticado en un chat a las fuerzas de seguridad. Una vez en libertad, Islam se atrevió a denunciar a sus torturadores, pero él y su familia han pagado el precio de tener que abandonar Chechenia.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define impunidad como “falta de castigo”, pero no describe el impacto que tiene en la sociedad que la sufre. La prepotencia que sienten los torturadores y asesinos para seguir con sus abusos y el miedo de los ciudadanos a sufrirlos.
15 de julio de 2009. Natalia Estemirova es secuestrada delante de su casa, en Grozni, Chechenia. Horas después, hallan su cadáver en la vecina república de Ingusetia; le han disparado a quemarropa. Cinco años más tarde, no hay muestras de que su asesinato esté siendo investigado. Nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados. No ha habido justicia. En Chechenia reina la impunidad.
Natalia Estemirova trabajaba desde el año 2000 en el Centro de Derechos Humanos Memorial, en el Cáucaso Norte. Había recopilado declaraciones de testigos de crímenes de lesa humanidad cometidos en el segundo conflicto en Chechenia, como los homicidios masivos cometidos en la localidad de Novye Aldy, y había sacado a la luz casos de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura y malos tratos a personas detenidas. Viajó por Chechenia alentando a las víctimas de violaciones de derechos humanos a contar la verdad, a perder el miedo a denunciar a los funcionarios públicos y a las fuerzas de seguridad. Trabajó también en la defensa de los derechos sociales y económicos tras el conflicto checheno. Y luchó también en contra de las restricciones cada vez más severas que sufrían las mujeres, por ejemplo, criticando púbilcamente al presidente checheno, Ramzan Kadyrov, por introducir leyes que obligaban a las mujeres a cubrirse la cabeza en edificios públicos.