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Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de AI, y France-Isabelle Langlois, directora ejecutiva de AI Canadá (habla francesa)

11 de noviembre de 2022 10:35 h

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La investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional Canadá (habla francesa) en colaboración con la comunidad Innu de Pessamit se centra en las violaciones de los derechos humanos que han experimentado la nación Innu de Pessamit, consecuencia del efecto combinado del cambio climático y la actividad forestal, hidroeléctrica y turística, así como de políticas colonialistas.

Recientemente estuvimos en el territorio de la nación Innu para conocer las dificultades que tienen para proteger el medioambiente y su cultura. Para la comunidad Innu de Pessamit, la relación estrecha con la tierra es una expresión del modo de vida y la espiritualidad Innu. Cuando estas están en peligro, su identidad y su cultura tradicional —innu-aitun—también lo están. La erosión del litoral amenaza la práctica de ciertas tradiciones culturales, al mismo tiempo que conduce a la pérdida de parte del territorio.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que los pueblos Indígenas “han sufrido injusticias históricas como resultado, entre otras cosas, de la colonización y de haber sido despojados de sus tierras, territorios y recursos”. Injusticias que continuarán hasta que no se garanticen procesos de verdad, justicia y reparación. Sólo de esta forma podrá haber reconciliación. El artículo 25 de la Declaración establece que “los pueblos Indígenas tienen derecho a mantener y fortalecer su propia relación espiritual con las tierras, territorios, aguas, mares costeros y otros recursos que tradicionalmente han poseído u ocupado y utilizado y a asumir las responsabilidades que a ese respecto les incumben para con las generaciones venideras”.

Además, en su último informe, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) deja claro que son las poblaciones más vulnerables, entre las que se encuentran los 476 millones de personas Indígenas de todo el mundo, las que más sufren los efectos del cambio climático debido a la naturaleza de su conexión entre identidad cultural y territorio.

El interés de la nación Innu de Pessamit por el cambio climático se remonta a hace una veintena de años, precisamente a causa de la erosión de las riberas. Este fenómeno se ve acentuado por el aumento de las temperaturas, los inviernos más suaves y la multiplicación de los periodos de congelación y descongelación. El menor espesor del hielo reduce la protección del litoral frente a las olas y las tormentas de invierno. La erosión modifica el fondo marino donde se deposita el limo, lo que dificulta el desove de los peces. Además, los veranos son cada vez más calurosos. La fauna y la flora cambian, las hojas de los árboles se vuelven amarillas en pleno verano por la falta de agua y el sol. Son hechos preocupantes.

No obstante, el IPCC reconoce que el clima, el territorio y la biodiversidad están mejor cuando se respetan los derechos territoriales de los pueblos indígenas. La comunidad Innu de Pessamit es consciente de ello. Por eso, el Consejo Innu de Pessamit ha creado un equipo para supervisar los cambios en Nitassinan, el territorio ancestral reclamado y no cedido, y ha puesto en marcha un proyecto de recuperación del salmón en el río Betsiamites. La nación también pide la creación de una zona protegida para el caribú de los bosques y se ha asociado con universidades para entender la erosión de las riberas y buscar soluciones.

Pese a todas estas iniciativas, en última instancia la comunidad de Pessamit no tiene poder de toma de decisiones sobre las actividades de la industria forestal, hidroeléctrica, minera y turística, cuyo impacto no solo afecta al territorio, sino que acentúa el cambio climático.

Desde 1950 se han construido trece centrales hidroeléctricas y 16 presas de Hydro-Quebec en el territorio de Nitassinan de la comunidad de Pessamit sin consentimiento libre, previo e informado, ni nada que se pareciese a una consulta. No se puede reescribir la historia, y eso no es lo que pretende la comunidad Innu de Pessamit, como tampoco pretenden vivir en la Edad de Piedra. Pero lo mínimo que podemos hacer es reconocer que no se hicieron consultas y que eso tuvo enormes perjuicios, y, consecuentemente, pagar las indemnizaciones correspondientes. Asimismo, en el presente podemos hacer las cosas de otra manera: no “consultando en la medida de lo posible”, sino garantizando la obtención del consentimiento libre, previo e informado de toda la comunidad.

Las consultas son pertinentes en todos los sectores, y el gobierno provincial y los municipios regionales de condado (MRC) tienen el deber de garantizarlas. El bosque boreal del hemisferio norte, del que Canadá es el principal guardián, es fundamental para la lucha contra el cambio climático por su elevado potencial de almacenamiento de emisiones de carbono. No obstante, “cada año, la tala industrial en Canadá tala más de un millón de acres de bosque boreal, gran parte de ellos en bosques primarios insustituibles y exclusivamente ricos en carbono”, según Jennifer Skene, de la organización Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC).

Y cada vez que se hacen nuevas carreteras para dar servicio al sector forestal, los cazadores no nativos y los turistas se apoderan de ellas. La explotación turística de Nitassinan es un fenómeno creciente que supone una amenaza adicional para las actividades tradicionales de los innu. El gobierno de Quebec y los municipios regionales se reparten la concesión de los permisos de tala y turismo sin tener en consideración al pueblo innu.

Es cierto que en años recientes el gobierno federal se ha esforzado por incorporar a la nación y su visión en la gestión del territorio. No obstante, en el ámbito provincial la comunidad sigue sufriendo un rechazo pertinaz: “Nos consultan por cumplir una formalidad. Proponemos formas nuevas de hacer las cosas pero no nos escuchan. No nos toman en serio,” testificó Éric Kanapé, biólogo y asesor ambiental.

Por último, no podemos ignorar los efectos que han tenido los 150 años de políticas colonialistas, y que el modo de actuar de los gobiernos y las empresas es un corolario de este colonialismo arraigado.

La primera nación de Pessamit quiere una relación entre naciones con los niveles de gobierno a fin de poder determinar su propio desarrollo en su territorio, es decir, negociar hasta llegar a un acuerdo que convenga a ambas partes. Dicho de otro modo: dar a la otra parte el poder de decir no. “Exigimos respeto desde todos los niveles de gobierno porque se nos está ignorando”, declara la jefa Innu Marielle Vachon.

Por último, recordemos que las Naciones Unidas consideran la degradación medioambiental y el desarrollo insostenible como las mayores amenazas para el derecho a la vida de las generaciones futuras.

La investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional Canadá (habla francesa) en colaboración con la comunidad Innu de Pessamit se centra en las violaciones de los derechos humanos que han experimentado la nación Innu de Pessamit, consecuencia del efecto combinado del cambio climático y la actividad forestal, hidroeléctrica y turística, así como de políticas colonialistas.

Recientemente estuvimos en el territorio de la nación Innu para conocer las dificultades que tienen para proteger el medioambiente y su cultura. Para la comunidad Innu de Pessamit, la relación estrecha con la tierra es una expresión del modo de vida y la espiritualidad Innu. Cuando estas están en peligro, su identidad y su cultura tradicional —innu-aitun—también lo están. La erosión del litoral amenaza la práctica de ciertas tradiciones culturales, al mismo tiempo que conduce a la pérdida de parte del territorio.