“Permanecemos en grupos y sólo dormimos cuando realmente nos vence el sueño. Por la noche no salimos de nuestras tiendas, y nuestros hijos tienen que hacer sus necesidades dentro”.
Es el relato de una mujer que vive con su hija de seis años en uno de los campos habilitados en Grecia para quienes huyen de Siria. La falta de retretes y duchas separadas por sexo, la mala iluminación y la falta de protección, hacen que las mujeres vivan permanentemente con el miedo a ser acosadas y a sufrir todo tipo de violencia por el sólo hecho de ser mujeres.
Este año, el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, Amnistía Internacional quiere hacer visible la violencia a la que se ven sometidas las mujeres y niñas refugiadas, en lo que podemos llamar el círculo de los abusos, en sus países de origen en el conflicto, durante el viaje, y en los países de acogida. La organización entrevistó a varias mujeres yazidíes en el campo de Nea Kavala, en Grecia. Habían huido de los ataques del Estado Islámico contra las comunidades minoritarias del norte de Irak, en los que las mujeres y las niñas eran torturadas, violadas y sometidas a matrimonios forzados o a esclavitud sexual.
La falta de vías legales y seguras hacia los países de acogida aumenta los riesgos de violencia para las mujeres en tránsito, ya que su única opción depende de las mafias. Hala, una mujer de 23 años natural de Alepo, relató a Amnistía Internacional la extorsión sexual sufrida en su largo viaje hacia el norte de Europa: “en el hotel de Turquía, uno de los hombres que trabajaba con el traficante, un sirio, me dijo que si me acostaba con él no pagaría o pagaría menos. Por supuesto que me negué, era algo repugnante. Lo mismo nos pasó a todas en Jordania.”
Las niñas no escapan a la violencia de género y el desplazamiento supone un mayor riesgo de violación y de matrimonios forzados. En Turquía las niñas refugiadas sirias son vistas como posibles segundas y terceras esposas de hombres mayores. Estos días hemos oído la noticia de que el Parlamento de ese país pretendía aprobar una ley por la que los violadores de una menor quedaban sin castigo si se casaban con ellas. Afortunadamente, la presión de las mujeres turcas y de los organismos internacionales de derechos humanos ha impedido la tropelía y el gobierno retira la ley.
La llegada al país de acogida tampoco acaba con la vulneración de los derechos humanos de las mujeres. Maryan (pseudónimo), una mujer siria de Homs que ahora vive en Líbano con su familia, contó a Amnistía Internacional: “un pariente mío murió en agosto. La policía nos tomó declaración a mi hermana y a mí. Nos tomaron todos los datos: nombres, domicilios y números de teléfono. Al cabo de un tiempo, esos policías se pasaban por nuestra casa o nos llamaban y nos pedían que saliéramos con ellos. Como no tenemos permiso legal (de residencia), los agentes nos amenazaron y nos dijeron que, si no salíamos con ellos, nos encarcelarían.”
La guerra no es el único motivo de huida de las mujeres. En países como Honduras, El Salvador y Guatemala, la violencia ejercida por las maras hace que el desplazamiento hacia México y Estados Unidos no tenga sólo una causa económica, sino salvar la vida. La tasa de homicidios de mujeres entre 2008 y 2015 aumentó un 60 por ciento en El Salvador y en Honduras un 37 por ciento. Diana salió de Honduras en 2004 porque a su hermano lo mató una mara, ella lo vio y presentó una denuncia, pero aunque la policía detuvo a los asesinos, no fueron a la cárcel y empezaron a amenazarla. Ahora vive en México donde ha pedido asilo.
Pero estas vulneraciones de derechos humanos no son sólo responsabilidad de los países mencionados. Si los gobiernos europeos no establecen vías legales y seguras de asilo, si se niegan a acoger a las personas que se hacinan en Jordania, Líbano, Turquía, Grecia e Italia, países actualmente saturados, las formas de violencia aquí descritas continuarán.
España ha acogido a 687 personas de las 17.337 comprometidas. Sólo 139 son mujeres. Amnistía Internacional exige al estado español que tenga en cuenta en la política de asilo la situación vulnerable de las mujeres y niñas refugiadas que ahora malviven en los países limítrofes con Siria, o las que esperan salir de los campos de Grecia e Italia. Nuestro país, con su sistema de asilo discriminatorio e ineficaz tampoco está dando la bienvenida que se merecen las personas refugiadas que ya están aquí.