Manolito entró en la clase con las rodillas llenas de sangre. Se había caído en el recreo. “¿Qué te ha pasado Manolito?”, le preguntó la profesora a su alumno de sólo cinco años. “No te preocupes seño, soy valiente… y los niños no lloran”. “¿Por qué los niños no pueden llorar si les duele? ¿Es que ellos, vosotros, no os ponéis tristes como vuestras compañeras?”, pregunta Ana, aquella profesora, la misma hoy, al medio de centenar de niños y niñas que la miran con sorpresa. “¿Por qué no pueden llorar los niños y sí las niñas?”, insiste. El auditorio reflexiona en silencio. Ana les concede unos segundos antes de continuar: “Al hacernos caso de estas cosas aprendidas culturalmente, tenemos dificultad para transmitir a los demás nuestra personalidad, porque desde que nacemos nos asignan un papel distinto a mujeres y hombres”. “¿Cómo hemos llegado a ser diferentes?”, pregunta al alumnado, que no tiene más de 11 años. “¿Estáis de acuerdo en que desde pequeños nos dicen que a las niñas les gusta el rosa, las muñecas y que son sensibles y miedicas? ¿Y que a los niños les gusta el azul, son brutos y muy valientes?”. Y un rotundo “siiiiiiiiiiiiiiii” rompe con el silencio en la Casa de la Cultura de Santiponce, en Sevilla.
Hace una mañana gris y lluviosa. Aún así escolares de varios centros de la localidad se han acercado, junto a sus profesores, hasta este auditorio para participar en el programa 'La Violencia No es un Juego', que la Consejería de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, a través del Instituto Andaluz de la Mujer, ha puesto en marcha para tratar de derribar estereotipos y fomentar la cultura de la igualdad entre los más pequeños. Más de 295.000 niños y niñas participarán en alguno de estos talleres en Andalucía.
El temor a que la violencia de género eche raíces entre los jóvenes ha alertado a las administraciones. Sobre todo desde que se conocieran los datos del informe ‘Andalucía Detecta’ en 2011. Aquel estudio, elaborado por el IAM, arrojaba ya entonces datos preocupantes: un 24% de los jóvenes andaluces consideraba que el lugar de una mujer estaba en su casa, con su familia, y el 10%, que el hombre es quien debe tomar las decisiones “importantes” en la pareja. El informe evaluaba el grado en que los adolescentes andaluces de 3º y 4º de la ESO tenían interiorizado el sexismo, referido a roles e ideas relacionadas con la legitimidad del dominio del varón sobre las relaciones de pareja y sobre su capacidad de identificar el abuso o el maltrato. El 86,4% de las chicas y el 77,4 de los chicos asumían como verdadera la idea de que “sólo puede hablarse de maltrato a la mujer cuando el hombre le pega”.
Con los datos en la mano y teniendo como referencia el incremento de los casos de violencia de género entre chicas menores de 18 años, la Junta de Andalucía puso en marcha iniciativas que tenían a la educación como eje en la lucha contra las desigualdades y la violencia machista.
En Santiponce, los alumnos que participan en el taller son continuamente interpelados por Ana sobre sus gustos, sobre lo que quieren ser de mayores, sobre su manera de enfrentarse a los conflictos. “A mí me gusta el fútbol y a veces se meten conmigo”, reconoce una de las niñas. “¿A quién le gusta Cenicienta?”, pregunta esta vez Ana: “¡A miii!!”, un grupo de niñas ha levantado la mano. “Chicas, pensadlo bien. Cenicienta es una chica que está siempre encerrada en un castillo limpiando para los demás. ¿Eso os gusta?”. “Nooooooooo”. “¿Habéis visto alguna vez a Spiderman con escoba?” “Noooo”, y al auditorio vuelven las voces y las risas. “¡Yo también quiero salvar al mundo, ¿pueden las princesas salvar el mundo?”, les pregunta Ana esta vez. Los niños y niñas vuelven al silencio reflexivo.
Adolescencia machista y redes sociales
Programas similares se repiten también en los institutos, adaptados al leguaje adolescente. Porque, actualmente, los jóvenes empiezan a imitar conductas machistas pero, ahora sobre todo, haciendo uso de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. “Si me quieres, dame las claves del twitter”. “Como no lo hagas, subo a internet tus fotos sin sujetador”. “¿Con quién estás? Mándame una foto por whatsapp”. Estas frases, reales, son sólo un ejemplo del control y del abuso que los jóvenes empiezan a ejercer sobre sus parejas a través de las nuevas tecnologías. Los expertos alertan ya sobre un nuevo tipo de violencia, que denominan la “ciberdelincuencia de género”, que afecta principalmente a los adolescentes.
“La violencia de género ha mutado; es un fenómeno muy grave al que no podemos enfrentarnos como antes”, afirmaba Amparo Díaz, abogada experta en la materia, en uno de los talleres de los Foros ASOCIA, destinados a ofrecer a los adultos las claves necesarias para detectar y prevenir posibles casos. “Las nuevas tecnologías han entrado en nuestras vidas y no estábamos preparados, nadie nos alertó de los peligros: el futuro nos ha atropellado”, sentenciaba el psicólogo Juan Ignacio Paz, responsable del programa de atención psicológica a víctimas de violencia de género menores de edad, impulsado por el IAM. “No es exagerado decir que la juventud siente, comunica y vive sus relaciones en las redes sociales, y los adultos tenemos que adaptarnos a esa nueva forma de relación que no es la nuestra”. “Hay que educar a nuestros jóvenes para que entiendan que lo que hagan en el mundo virtual sí influye en el mundo real”.