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Sobre este blog

El 4 de diciembre fue tan contundente como sorpresa causó en quienes creían que Andalucía no le ponía color ni bandera a su identidad y a su deseo de libertad y democracia; un grito a su identidad y a su deseo de libertad y democracia. Aquel 4 D de 1977 cientos de miles de hombres y mujeres sacaron de sus casas todo aquello que fuera blanco y verde, banderas, aunque aún no habían florecido como a partir de aquel día, y telas y hasta trozos de colchón rayados como alguna foto inolvidable nos recuerda.

Pero fue un clamor tan alto y claro como orgulloso: Andalucía había recuperado una autoestima que la historia reciente había intentado anular con políticas de desprecio, ignorancia, ninguneo y silencio.

Los perfiles que aquí aparecen son algunos de aquellos nombres que tejieron con su obra, su voz, su actitud esa recuperación del orgullo de una tierra que siendo culta había pasado por ignorante, siendo rica había sufrido la pobreza, siendo valiente había quedado amordazada por el miedo.

No son todos pero son algunos de los imprescindibles a los que debemos agradecimiento y que los sentimos como nuestros, nuestros mejores, aquellos que además de una lección popular de inteligencia y serenidad, acompañaron a Andalucía en su camino a recordar lo mejor de sí misma y a prometerse que nunca nadie jamás volvería a humillarla.

Porque nos sobraban, nos sobran, los motivos para sentir orgullo.

Mercedes de Pablos (Directora de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, colaborador intelectual de este site)

Los dos regresos de Alberti

Néstor Cenizo

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Sobre este blog

El 4 de diciembre fue tan contundente como sorpresa causó en quienes creían que Andalucía no le ponía color ni bandera a su identidad y a su deseo de libertad y democracia; un grito a su identidad y a su deseo de libertad y democracia. Aquel 4 D de 1977 cientos de miles de hombres y mujeres sacaron de sus casas todo aquello que fuera blanco y verde, banderas, aunque aún no habían florecido como a partir de aquel día, y telas y hasta trozos de colchón rayados como alguna foto inolvidable nos recuerda.

Pero fue un clamor tan alto y claro como orgulloso: Andalucía había recuperado una autoestima que la historia reciente había intentado anular con políticas de desprecio, ignorancia, ninguneo y silencio.

Los perfiles que aquí aparecen son algunos de aquellos nombres que tejieron con su obra, su voz, su actitud esa recuperación del orgullo de una tierra que siendo culta había pasado por ignorante, siendo rica había sufrido la pobreza, siendo valiente había quedado amordazada por el miedo.

No son todos pero son algunos de los imprescindibles a los que debemos agradecimiento y que los sentimos como nuestros, nuestros mejores, aquellos que además de una lección popular de inteligencia y serenidad, acompañaron a Andalucía en su camino a recordar lo mejor de sí misma y a prometerse que nunca nadie jamás volvería a humillarla.

Porque nos sobraban, nos sobran, los motivos para sentir orgullo.

Mercedes de Pablos (Directora de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, colaborador intelectual de este site)

Dos veces regresó Rafael Alberti del exilio, una a España y otra a Andalucía, pero sólo se le recuerda en las escaleras de un avión y no en el apeadero de la estación de tren de El Puerto de Santa María. Si volver a Madrid le llevó 38 años, pisar de nuevo tierra marinera le costó 26 días más y un viaje en tren que se alargó por una inoportuna avería. Llegó la madrugada del 23 al 24 de mayo acompañado de su sobrino, el periodista Agustín Merello, que escribió para Diario de Cádiz la crónica del regreso. “Yo he sentido profundamente la lejanía porque, conmigo, se fueron todos los muertos de la guerra, los dolores de los que emigraron”, le susurró el poeta al periodista pasado Despeñaperros. Alberti no volvió del exilio hasta que fue otra vez marinero en tierra de mar.

Rafael Alberti (Puerto de Santa María, 1902 – id. 1999) no fue otra cosa que gaditano y andaluz. “Yo soy Rafael Alberti, con dos abuelos de origen italiano y un tío garibaldino, pero con dos abuelas andaluzas. Mis apellidos españoles no pueden serlo más: me llamo Sánchez Bustamante y también Gómez. Nací a la sombra de las barcas de la bahía de Cádiz, cuando las gentes campesinas de Andalucía se agitaban, hambrientas. Los primeros blancos que aclararon mis ojos fueron la sal de las salinas, las velas y las alas tendidas de las gaviotas. En los zapatos de mi infancia duerme la arena ardiente de las dunas”, decía de sí mismo en una nota publicada en 1929 por La Gaceta Literaria, citada por Miguel Ángel Vázquez Méndez en Rafael Alberti y Andalucía.