500 millones de euros. Esa es la última cifra que los administradores de Abengoa han puesto encima de la mesa de sus bancos acreedores para evitar su quiebra inmediata.
Y el tiempo se agota rápidamente. “El acuerdo no puede retrasarse mucho más allá de la próxima semana”, reconoce uno de los responsables de la multinacional sevillana. Porque si no, a fin de mes, no podría hacer frente al pago de nóminas y proveedores. Si eso ocurre, se pararían las docenas de proyectos que ejecuta, repartidos por 80 países de los cinco continentes.
Esa es, paradójicamente, su esperanza. Abengoa sostiene que con esos 500 millones podrá “tirar” durante los tres meses (máximo cuatro) del periodo negociador del pre concurso de acreedores. Pero sin ellos, los proyectos se paran y Abengoa se muere. Si eso sucediese, los bancos tendrían entonces que aceptar perdidas muy superiores a las que ya se avecinan inevitablemente (Algún tipo de pérdida , o quita, será ya inevitable, aunque logren cerrar en los próximos tres meses, máximo cuatro, un acuerdo de reestructuración de los 20.000 millones que la compañía les debe).
¿Lecciones de Pescanova?
“Abengoa no es Pescanova”, exclaman indignados en la compañía sevillana ante las constantes comparaciones que se hacen estos días entre ambas crisis empresariales. Ellos se refieren al hecho de que mientras que la deuda que afloró en la pesquera gallega no aparecía en las cuentas, en su caso, afirman, “toda la deuda figura consolidada en el balance”.
Por tanto, es “de sobras conocida”, por mucho, se quejan dolidos, que desde el Gobierno lo hayan puesto en duda: “Desde julio, KPMG ha hecho ya al menos dos informes al respecto, y desde entonces los bancos están constantemente encima de las cuentas, las llevan al día”. Hasta el punto, recuerdan, que los bancos acreedores ya han elaborado dos planes de salvamento “que ellos han incumplido” (el primero con una ampliación de capital y venta de activos, el segundo con la abortada entrada del Grupo Gestamp en el capital y la gestión).
La crisis Abengoa es diferente de la de Pescanova en otro sentido, aún más importante. En plena suspensión de pagos (concurso de acreedores), los productos de Pescanova seguían llenando las estanterías de los supermercados, generando así un flujo de dinero (flujo de caja o tesorería) del que tirar para pagar sueldos, proveedores, y demás gastos de funcionamiento de la compañía.
En el caso de Abengoa, una compañía de proyectos, esa tesorería (o dinero circulante) se genera a través de líneas de crédito bancarias, y desde que, a principios del verano, empezaron a saltar las primeras alarmas, los bancos fueron cerrando el grifo de su financiación, cancelando las líneas de crédito abiertas. Así, en total, desde entonces han dejado de llegar 800 millones de euros del circulante previsto.
Líneas de negocio
Abengoa vive de construir líneas y centrales eléctricas y plantas de tratamiento de agua. En unos casos, la sociedad encargada del proyecto contrata sus servicios (de ingeniería para el diseño del proyecto, o para su construcción, o ambas) y le paga a medida que va entregando fases terminadas, las llamadas certificaciones. Una vez conseguido el contrato, Abengoa, que tardará meses en cobrar, acude al banco para que le preste, mientras tanto, el dinero con el que ir haciendo frente a los gastos de personal, materiales, etcétera. El banco abre una 'línea de tesorería', y Abengoa va devolviendo el dinero y sus intereses según va cobrando certificaciones.
Este es el caso, por ejemplo, del mayor proyecto de energía renovable que se desarrolla en Europa hoy día, una central de cogeneración eléctrica (usará residuos madereros como combustible) que se levantará en Gran Bretaña.
En otros casos, Abengoa es la que obtiene el concurso para desarrollar el proyecto, sola o en compañía de otros. Es lo que se conoce como 'Project finance' (financiación de proyectos), porque Abengoa no sólo es responsable de construirlo, sino también de conseguir la financiación que lo haga posible. En este caso, los bancos conceden créditos directos a Abengoa, que recuperará con los ingresos que éste genere una vez en funcionamiento. En estos casos se crean sociedades 'ad hoc', lo que explica el complejo entramado de empresas de la multinacional sevillana, que está presente en los cinco continentes.
De los 6.500 millones de facturación prevista por Abengoa para este año (unos 5.000 ya los había cerrado al terminar el tercer trimestre), en torno al 60% proviene de este negocio de financiación de proyectos.
Por fin, Abengoa también desarrolla algunos proyectos en propiedad, como su complejo más conocido, las tres centrales de producción de electricidad con energía solar que utiliza la tecnología de torre. En este caso, obtuvo créditos de los bancos para construirlas, y una vez en funcionamiento, utiliza parte de los ingresos que obtiene por su explotación (vendiendo la electricidad que produce) para devolver los créditos recibidos.
(En sus plantas de este tipo en España, los cambios de regulación de las renovables que hizo el Gobierno le han supuesto a Abengoa, según sus propios cálculos, una disminución de 1.500 millones en el valor actual neto de sus activos, y una reducción anual de ingresos (flujos de caja) de otros 120 millones euros. De ahí que en Abengoa causara “estupor” la afirmación de los ministros de Industria, Soria, y Economía, de Guindos, de que esos cambios no habían tendido consecuencias ya que “el 80% de la actividad de Abengoa se desarrolla en el exterior”.)
Así pues, el negocio de Abengoa, y el de todas las compañías de su sector, depende totalmente de las líneas de financiación de los bancos. Si éstas se cierran (como en el caso de Abengoa que, como hemos visto, ha dejado de percibir 800 millones de euros), la empresa no es capaz de hacer frente a los pagos que permitan mantenerlos en marcha. Los proyectos, por tanto, se detienen, y si éstos se detienen Abengoa deja de generar el dinero que le permita hacer frente a sus vencimientos con los bancos.
¿Empresa viable?
De ahí, la esperanza. Para los bancos, la alternativa a no abrir una nueva línea de circulante para Abengoa, sea ésta de 500 millones o no, no es otra que afrontar la quiebra de la compañía y asumir la pérdida de la práctica totalidad de los miles de millones que les debe a los bancos.
¿Con esos 500 millones, más el tercer plan de rescate que se negocie durante los próximos meses, Abengoa será viable? Esa es la pregunta que deben responder sus bancos acreedores, que cuentan, eso sí, con una posibilidad: los más de 8.000 millones de euros de cartera de proyectos que tiene Abengoa. Es decir, proyectos ya encargados aún por empezar a ser desarrollados, que garantizan la facturación de la compañía durante los próximos años. Claro que ponerlos en marcha requerirá, a su vez, nuevas líneas de financiación bancaria.
Otra cosa es la situación de los accionistas e inversores, y de los trabajadores. Los primeros, difícilmente recuperarán sus inversiones. Los segundos ya están empezando a sufrir las consecuencias: habrá miles de despidos y traslados repartidos también por los cinco continentes.
En unos casos se deberá al adelgazamiento de la multinacional para reducir los costes al máximo. En otros, se junta el hambre con las ganas de comer, como en el caso de Brasil, dónde la crisis de Abengoa se ha unido a los recortes decretados por un Gobierno local acorralado por la crisis económica y los escándalos de corrupción, haciendo el proyecto que estaba en marcha inviable. Sólo en este caso se habla ya de más de 2.000 despidos.
Pero si Abengoa quiebra, también serán la práctica totalidad de sus empleados los que se queden sin empleo. La empresa se troceará para vender, barato y al mejor postor, lo que se pueda, y, por tanto, algunos trabajadores sobrevivirán, pero en este caso, como en el de los inversores, también la práctica totalidad del empleo se perderá.
Todo esto es lo que está ahora sobre la mesa de los bancos.
¿Sólo de los bancos? En Abengoa entienden que el Gobierno tiene algo más que aportar que palabras: “Avales”, a través de sus instituciones financieras (ICO) y otros programas a su alcance, que permitan aminorar en lo posible la sensación de riesgo de los bancos que han de poner los 500 millones. Para empezar.