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Alex Gibney: “Las guerras cibernéticas van a ir a más”

Prolífico, metódico y crítico. Alex Gibney está considerado uno de los mejores documentalistas del mundo. No en vano, atesora un Óscar por Taxi to the Dark Side, donde denunciaba el empleo de la tortura por parte del gobierno americano.

Obsesionado con “los abusos del poder”, la Cienciología, la Iglesia, su gobierno y hasta el propio Lance Armstrong no se han librado de su crítico escrutinio. En el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale), ha tenido la oportunidad de estrenar en sección oficial Zero Days, un documental donde alerta sobre los peligros de la proliferación de las armas cibernéticas. 

Gibney considera que estas nuevas armas son tan devastadoras como las armas nucleares: Stuxnet, un virus creado por el gobierno americano, consiguió destruir una planta nuclear iraní en 2010. Según los expertos consultado en el film, Estados Unidos es capaz ya de arrasar la red eléctrica del país persa con un 'malware'. Para luchar contra esta guerra encubierta, el cineasta americano dejó clara su postura en Berlín: que todo esto salga a la luz “es el único desinfectante con garantías”.

¿Cómo relacionaría la ciberguerra con la guerra de drones?

Es una de las nuevas divisas de la administración Obama: evitar por todos los medios que haya tropas en el campo de batalla y emplear, en cambio, otro tipo de armas tan devastadoras como los drones o la guerra cibernética.

¿Si hubiera una tercera guerra mundial sería cibernética?

Lo cibernético ha dejado de ser algo que acompaña a otras armas para convertirse en una dimensión de la propia guerra. Es algo que puedes lanzar sin necesidad de poner tropas sobre el campo de batalla. Lo más espantoso de la ciberguerra es que, al contrario que otras guerras, la pueden llevar a cabo soldados anónimos.

¿Veremos más casos de ciberataques en un futuro próximo?

Están empezando a incrementarse ya. Tenemos el caso de Turquía con el avión ruso o el ciberataque cometido en Ucrania por los rusos. Las guerras cibernéticas están yendo a más. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que los ciberataques lo son.

¿Por qué hoy en día se declara secreta cualquier cosa?

Eso es precisamente lo que me cabreó tanto mientras grababa la película. Cuando les pregunté por el Stuxnet, no les estaba interrogando por algo que la gente no sabía, sino sobre algo que ya se había publicado. Estaba claro que cientos de centrifugadoras nucleares habían saltado por los aires en Irán por culpa de un virus. Yo no les estaba cuestionando sobre algo secreto, sino pidiendo que fueran sinceros con algo que ya era público.

¿Y qué le contestaban?

Me respondían: “Lo siento, es secreto”. ¡Claro que no era secreto! A pesar de eso seguían diciendo que lo era. Ahí está lo absurdo de todo este tema y que me resultó tan interesante. El tema de los secretos ha llegado a un nivel absurdo, en el que cualquier cosa que ya es pública, se sigue considerando secreta. A la gente del gobierno la pueden perseguir por leer noticias sobre secretos publicadas en los medios de comunicación. Es una idiotez.

¿Le resulta útil su fama a la hora de investigar?

Alguna veces sí y otras no. Pero, sinceramente, como documentalista y cineasta independiente, sobre todo cuando estás tratando con fuentes gubernamentales, no resulta para nada una ventaja. Las fuentes tienen más reparos a la hora de hablar conmigo, que cuando lo hacen con medios de comunicación convencionales.

¿Fue complicado conseguir los testimonios de su película?

Había gente que tenía muchas ganas de hablar. Lo más complicado era conseguir que la gente hablara sobre los detalles del programa. Tengo amigos que están en la Administración Obama y que no querían hablar ni off the record, porque tenían miedo. Tenían miedo de que les pasaran el polígrafo o de que les persiguieran.

¿Ha pasado miedo en algún momento del rodaje?

No he llegado a tener miedo, pero sí he sido precavido, hemos tratado de volar bajo el radar. Hoy me ha llegado un correo electrónico muy divertido. Hace mucho tiempo nos pusimos en contacto con la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) para ver si podíamos grabar allí. Tenemos más de 150 correos tratando de negociar la grabación y justo hoy (día después de la premier mundial del documental) nos ha llegado un correo diciendo que sentían mucho haber tardado tanto en responder a nuestra solicitud de entrevista y que si podíamos darle una copia de la película (risas). ¿Que qué les he respondido? Pues que si no tienen ya una copia es que no están haciendo bien su trabajo (más risas).

¿Y a usted... le tienen miedo?

Lo dudo, pero creo que cuando algo así sale a la luz y la gente empieza a hacerse preguntas, sí que empiezan a preocuparse. Cuando haces este tipo de trabajo, esperas que la gente empiece a hablar del tema y que la gente que estaba pasando olímpicamente, empiece a prestar atención. De eso va el correo de la NSA.

¿Es posible que un grupo terrorista como ISIS pueda crear un malware como el que aparece en la película?

Sí y no. Una de las cosas que decían los expertos en seguridad es que algo como Stuxnet es tremendamente complicado de diseñar. Ahora mismo la plantilla para ese tipo de código está disponible para cualquiera. Los expertos me han comentado que el malware creado por determinados gobiernos está creciendo a lo bestia.

¿Qué reacción espera de su gobierno?

Me resulta muy complicado de responder. Espero que haya una reacción importante por su parte. Creo que están bastante pendientes.

¿Le preocupa asustar al espectador?

Es algo que nos preocupa mucho, porque no queremos asustar a nadie y que la gente se atrinchere. Por otro lado, creemos la gente debería preocuparse por este tema. La idea de la película es emocionar a la audiencia, porque si no se siente interpelada, no alzará la voz y nada cambiará. Es un dilema, porque no se trata de conmocionar, sino de actuar como una especie de provocador de cambios.

¿Cómo se garantiza la seguridad durante el rodaje de una película así?

Es difícil. Tomamos precauciones, encriptando tanto las llamadas como los correos electrónicos. También nos aseguramos de mantener ciertas conversaciones en lugares donde no haya dispositivos electrónicos. La verdad es que personalmente ha sido una película difícil. Hice un documental sobre Steve Jobs hace poco, en el que aparecen todos estos dispositivos electrónicos que nos permiten compartir información personal por redes sociales. Creo que cada uno debe establecer sus propios límites. Hay que asumir que uno está siendo oído y observado, pero también qué queda en nuestra esfera privada y qué dejamos en la pública.

¿Cómo elige los temas de sus películas?

A menudo los temas me eligen a mí. En el caso de Zero Days, me lo sugirió Marc Shmuger que produjo mi película sobre Wikileaks. Era un tema del que no tenía ni idea, así que llegué como un amateur, no como un experto. Trato de elegir temas variados, para darme un respiro. Si te pasas todo el tiempo con temas tan deprimentes como los de seguridad nacional, te puedes volver loco. Es bueno pasarse de vez en cuando a la bicicleta o la música. Lo más importante de un cineasta es ser curioso. Me interesan mucho los abusos del poder y es algo que seguiré explotando, pero de vez en cuando no está mal echarle un vistazo a la comida o a la música.