“A medida que la vida pasa por mí, yo, aunque internacionalista, me siento cada vez más profundamente español. Siento a España dentro de mi corazón, y la llevo hasta en el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías, derrochadas con prodigalidad que quebrantó mi salud, los he consagrado a España. No pongo por encima de ese amor a la patria, sino otro más sagrado: el de la justicia”. Estas palabras salen de un discurso de Indalecio Prieto de 1931, durante la II República, y han sido leídas este lunes por Alfonso Guerra, 87 años después, durante la mayor crisis institucional que ha vivido el país desde el franquismo.
Indalecio Prieto fue un histórico referente del PSOE en la primera mitad del siglo XX, ministro de Hacienda de Azaña durante la II República, y ministro de Marina y Aire en plena Guerra Civil. Alfonso Guerra también es un referente del socialismo que impulsó el regreso de la democracia, vicepresidente del Gobierno de Felipe González, y de un tiempo a esta parte, promotor de la catarsis de un PSOE “dormido”. “Yo suscribo este texto de Indalecio Prieto. ¿Cuántos más están dispuestos a suscribirlo hoy?”, se pregunta Guerra durante la conferencia titulada ¿Qué es España?, organizada por la Fundación Cajasol en Sevilla.
La conferencia de Guerra empieza con Aristóteles, el primero que describe a los íberos como “un pueblo guerrero”, y termina con Albert Rivera reivindicando el término España en medio del avispero catalanista y ante la mirada “acomplejada” de la izquierda. El relato del vicepresidente, leído durante una hora larga, llega a la misma conclusión que el corresponsal de The Guardian Giles Tremlett, en su libro España ante sus fantasmas. “Estamos ante un país que a veces no se atreve a pronunciar su propio nombre”, escribe Tremlett, que se asombra del “desuso” de la palabra España, “reemplazada” por el término “Estado español” o “país”. Guerra apunta en la misma línea, pero ha reformulado el axioma con más veneno: “En España hay españoles que niegan serlo”.
La apropiación, casi el monopolio, que la derecha hizo del término España durante el franquismo hace que el texto que el socialista Indalecio Prieto escribió 87 años atrás, hoy les suene a muchos progresistas como si fuera un mitin de Albert Rivera. “Algunos ignorantes evitan usar el término España. La derecha lo usa, pero no tiene crédito. Y la izquierda no tiene el fuste que se necesita para quitarse el prejuicio franquista y usar el nombre de España”, dice el vicepresidente, “han pasado 80 años y ya es hora de superar la niebla del franquismo”, remacha. Un invitado de honor en el auditorio abarrotado -uno de los organizadores, en realidad- es el escritor Arturo Pérez Reverte, que se agita en su silla mientras escucha a Guerra repartir mandobles a los suyos sin mencionarles por su nombre. Pregunta Pérez Reverte al histórico socialista si se siente responsable de que “la izquierda regalase palabras como España y patria”, que fueron “patrimonializadas por la fanfarria patriotera de la derecha”. Guerra responde sin vacilar: “Colectivamente, sí. Individualmente, no”.
“Acobardados y de rodillas”
Toda la conferencia pivota en realidad contra el muro independentista de Cataluña. “El concepto de España está siendo abanderado como algo del pasado, algo que no existe, porque muchos progresistas están acobardados y se ponen de rodillas ante cualquier nacionalista, porque se sienten avergonzados de defender lo que es de todos”, dice Guerra. El ex vicepresidente del Gobierno echa de menos a los nacionalistas catalanes y vascos que participaron en la Transición, que contribuyeron a la redacción de la Constitución española, “y juraron que jamás defenderían el secesionismo”. “Han traicionado la Carta Magna”, advierte.
Guerra no reconoce a los socialistas en Cataluña, ni a la izquierda, ni siquiera a los sindicatos. A todos ellos les reprocha su ausencia en el conflicto independentista. “Antes del franquismo, la izquierda no era nacionalista y había una izquierda antinacionalista”, recuerda. Guerra encuentra el origen del problema territorial en uno de los lemas de la Transición: “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”. “La izquierda toma como bandera la autonomía y esto se convirtió en un error gravísimo, porque el discurso de la izquierda española lo van a tomar otros”, advierte, culminando así su recorrido por la historia hasta llegar a Ciudadanos. “En Cataluña, los socialistas, los republicanos de izquierdas y los sindicatos deciden hacerse nacionalistas, y un grupo conservador (Ciudadanos) coge el discurso que antes tenía la izquierda, y gana. Y no sólo gana en Cataluña, está siendo premiado en toda España”, sentencia el orador. Y el público se pone de pie y empieza a aplaudir. Entre los asistentes, otros históricos del PSOE, como el ex presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla, y figuras emergentes del PP, como el candidato popular a la Alcaldía de Sevilla, Beltrán Pérez.
Guerra afea a la izquierda que no haya recuperado el concepto de España anterior al fascismo. “No es posible regalar conceptos que nos pertenecen a todos. Es cierto, la idea de España fue patrimonializada por un régimen fascistoide. Bien, recupérese y dótesele del valor adecuado desde la izquierda”, señala. El ex vicepresidente no entiende por qué es más fácil gritar ¡Visca Catalunya! o ¡Gora Euskadi! que ¡Viva España!, y arremete duramente contra “los impostores de la izquierda de salón”. Casi una hora de conferencia y Guerra aún no ha llamado por su nombre a esos “acomplejados, acobardados e impostores de la izquierda”. ¿Es el PSOE de Pedro Sánchez? ¿El PSC de Miquel Iceta? ¿Es el Podemos de Pablo Iglesias o En Comú Podem de Xavier Doménech? “Ha llegado el momento de que los progresistas se despojen de sus prejuicios y pregonen su patriotismo”, exclama Guerra. Nuevos aplausos.
“Si les falta enemigo fuera, lo buscan dentro”
Hasta llegar al avispero catalán, el histórico socialista ha hecho un largo recorrido de 21 siglos por la historia de la Península Ibérica. El historiador griego Estrabón identificó “el orgullo” como la característica más reseñable de los íberos en el año 29 antes de Cristo; Pompeyo escribió que “prefieren la guerra al descanso, de modo que si les falta enemigo fuera, lo buscan dentro”. Otro referente del socialismo, Fernando de los Ríos, viajó hasta Weimar, en Alemania, para preguntarle a la hermana de Nietzsche si el filósofo habló alguna vez de España, y ésta le dio sólo una cita: “España es un pueblo que ha querido demasiado”.
Alfonso Guerra sostiene, como el escritor europeísta Stefan Zweig, que “el nacionalismo es la peor de todas las pestes”. Peor incluso que el nacionalsocialismo de la Alemania nazi o que el bolchevismo en Rusia. Y ante esta hipérbole, el político español reprocha a las naciones europeas su “actitud pasiva” ante el independentismo catalán, que asemeja al “pacto de no intervención durante la Guerra Civil española”. Guerra se ha quejado expresamente del Gobierno de Bélgica, adonde huyó y se instaló el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y Alemania, donde reside ahora, aguardando una orden europea de extradición. “Los independentistas han aprovechado la debilidad del Estado tras una larga crisis económica que empezó en 2007. Abogan por la destrucción de España por centrifugación, y lo hacen con el apoyo irresponsable de medios de comunicación de Cataluña, intelectuales y sindicatos. No saben lo que está en juego”, finaliza.
El público ha quedado agitado tras la charla de Alfonso Guerra. A las puertas del edificio de Cajasol, una mujer que se autodefine como “socialista de verdad” coge de repente de un brazo a Rodríguez de la Borbolla, mientras éste salía a fumar. “¿Lo has oído, presidente? ¿Por qué no hacéis nada? ¿Por qué no decís nada como esto? ¿A qué tenéis miedo? Los andaluces nunca hemos tenido miedo a defender España. ¿Por qué estáis acobardados?”, le espeta al ex presidente de la Junta de Andalucía. “Yo no tengo miedo. Yo no tengo miedo de nada”, le responde Borbolla, con el gesto torcido. “Lo que ha dicho aquí Alfonso Guerra tendrá repercusión nacional. Ya lo decimos muchos dentro y fuera del PSOE, yo mismo voy a publicar en breve un artículo en esta misma línea. Yo no estoy acobardado y no tengo miedo de hablar de España”, concluye. La mujer se aleja sin que se le haya pasado la agitación.