Habían pasado 15 años, y ayer Julio Anguita fue un poco como el héroe que volvía del pasado, cuando no todo era mejor aunque lo pareciera. Tales eran las ganas de escucharlo que a media hora de que comenzara el acto el auditorio del Palacio de Ferias y Congresos de Málaga ya estaba repleto, y la cola para entrar se extendía por más de un centenar de metros. Estaban la gran esperanza de Izquierda Unida, Alberto Garzón, y el candidato para las elecciones que ahora tocan, Antonio Maíllo, pero el público le quería sobre todo a él, que se permitió un guiño sentimental: “Muchas gracias por venir. Por unos momentos, habéis tenido la virtud de haberme hecho sentir más joven”. El resto del Anguita de hoy es lo que siempre fue: la voz de la conciencia en la izquierda. Pidió el voto para IU y dejó para los titulares una llamada a la unidad de acción con Podemos. También mencionó a otras fuerzas de izquierdas.
Anguita regresó diciendo que nunca se fue: “Cuando un ser humano mira alrededor y lo que ve no le gusta y decide actuar, ya está haciendo política, política de izquierdas”. Contra los que se dicen apolíticos cargó sus primeras frases, y a partir de ahí, el excoordinador general de IU trenzó un discurso largo, intenso y didáctico donde el pasado explicaba el presente. “Nos posicionamos contra Maastricht, contra el euro, contra la OTAN, contra la corrupción de entonces… y advertimos, si esto no se corrige, este país va al desastre. Han pasado veinte años y aquello se ha cumplido milimétricamente”, lanzó, reivindicando su papel como una especie de Casandra de la política española, también cuando todo iba bien: “Éramos la voz que desentonaba de aquel coro de alegría sin fin”.
Y de ahí, pasó al presente y al futuro probable, descrito en términos muy duros: “El porvenir que tienen los españoles va a ser un trabajo eventual cuando puedan tenerlo”. Sin horizontes, vaticinó. “Decidme jóvenes: ¿qué pensión vais a cobrar?”. El país que describió Anguita es aquel en el que “el escándalo cae sobre una conciencia encallecida”, “intervenido económicamente por poderes extranjeros”, un país “sin autoridad”, “sin dignidad”. “¿Qué vais a hacer vosotros, ciudadanos de España? Además de protestar, además de contar chistes, ¿qué vais a hacer?”.
Para el antiguo líder, la solución no la tiene una sola fuerza política, ni dos o cinco. Pasa por la movilización popular, por una reflexión profunda de IU “cuando acabe todo esto” y por la unidad con los nuevos actores políticos: “Nuestro enemigo es el poder, el que hay detrás de los gobiernos, el que no se presenta a las elecciones pero le da órdenes al presidente. Cuando terminen las elecciones, ATTAC, Equo, Podemos, los sindicatos que corten las amarras con el régimen de la transición, con ellos, que son los nuestros… IU tiene que tender la mano, y tender la mano no es rendición”. La llamada a tender puentes con Podemos fue simultánea a la apelación a romper definitivamente con los socialistas, una posición que Anguita ya había defendido en ocasiones anteriores contra la dirección regional del partido: “La época de la Transición murió. La unidad de la izquierda ya no es hablar con el PSOE. No podemos estar criticando el bipartidismo y estar luego dispuestos a pactar con ellos. Los nuestros son otros”.
Cerrada la intervención del héroe moral de casi todos los que allí estaban, quedaron Alberto Garzón y Antonio Maíllo, protagonistas del presente. Sobre ellos flotó el peso de lo dicho por el “referente ético” de la izquierda, como le describió el candidato. Maíllo apeló a la “ética de la convicción”, porque IU, dijo, se mantuvo siempre fiel a sus principios. “Tenemos la aspiración de unir todas las fuerzas que quieren transformar Andalucía sobre bases programáticas”, aseveró, como respuesta a las apelaciones al pacto. “Quieren apagar las luces para que todos los gatos sean pardos, pero sabemos que no todos somos iguales, porque ellos tienen ejemplos de lo que no debe ser la política, con expresidentes como Aznar y González, y nosotros tenemos ejemplos como nuestro compañero Julio Anguita”, arengó Garzón.
“Maíllo y Garzón son muy buenos, pero es que Anguita es…”
Alguien no tuvo en cuenta que 15 años no son nada o son demasiados. Así que por el auditorio se desparramaban los que lograron entrar, junto al escenario o sentados en las escaleras, y hubo que habilitar con prisas dos salas más desde las que seguir el acto. Antonio Maíllo, exultante, comentaba después que el mitin sería un “punto de inflexión”. Alguien le había dicho que la asistencia había sido de unas 5.000 personas, cifra no confirmada. Era el acto central de la campaña de la coalición de izquierdas, con lo más granado del partido. En los previos de sonaron John Lennon y Calle 13, porque igual hay que animar a los mayores que volvían a Anguita como a los jóvenes que venían a conocerlo.
“Son pasado, presente y futuro. Maíllo y Garzón son muy buenos, pero es que Anguita es…”. Apenas terminado el mitin, con la emoción aún en el aire, Leonardo Manceras, de Pizarra, piel curtida y fumador de tabaco negro, dejaba la respuesta en el aire, aunque no había duda. “Es la forma de decirlo. Garzón me gusta, pero todavía le falta rodaje”, completaba Francisco Gómez. Los dos son de la generación de Anguita. Cerca, un grupo de chavales del 88 de Rincón de la Victoria, recordaban su “mítico discurso del 96” y sus apariciones en las tertulias y programas de televisión, única forma que habían tenido de escuchar a Anguita hasta ayer. “Hacía tiempo que no escuchaba a nadie transmitir tanta honestidad”, explicaba Quique España.
A la puerta, por donde desfilaba ya la legión de seguidores, David Hernández vendía ejemplares de un libro del profesor cordobés a beneficio de la coalición. Dice que vendió unos 100, a 10 euros. “Ojalá se prodigara más, porque la gente no sabe muy bien qué piensa de lo que pasa, como Podemos”, dijo Hernández. “Rebelión, Unión Europea, España Federal y Tercera República”, se titula la obra. Muchos quisieron un ejemplar, aunque no estuviera firmado. Una forma como otras de recordar que estuvieron en Málaga cuando Julio Anguita volvió a dar un mitin.