La explotación animal: el singular caso de los burro-taxis de Mijas
A lo largo de la historia, el ser humano se ha servido de los animales para sobrevivir, para la obtención de alimento, abrigo y como herramienta de trabajo. Y en la consideración del animal como cosa, propiedad y medio para fines humanos se han llevado a cabo verdaderas atrocidades.
La explotación de los animales tiene diversas caras, pero en todas ellas hay un elemento común: el maltrato hacia el animal. Un maltrato que, paradójicamente, está amparado por abundante normativa, que no por ello deja de serlo, y que en muchos casos emana de Directivas Europeas.
Así sucede en el ámbito de la experimentación con animales, que entra en conflicto con el bienestar animal y la bioética, e incluso tiene detractores en el propio ámbito científico. Los animales utilizados para experimentación (se estima que más de 115 millones en todo el mundo) malviven en laboratorios toda su vida, durante la vida útil para el experimento.
La organización PETA (People For The Ethical Treatment Of Animals) afirma que antes de que los animales estén muertos, algunos son forzados a inhalar gases tóxicos, otros son inmovilizados en dispositivos de retención durante horas, a algunos otros se les perforan sus cráneos y a otrosse les quema la piel o se aplasta su médula espinal. Además del tormento que significa que experimenten con ellos, los animales de laboratorios son privados de todo lo que es natural e importante para ellos. Están confinados en jaulas, socialmente aislados y psicológicamente traumatizados.
No es menos el abuso y explotación a que están sometidos los animales de producción destinados para el consumo humano, que viven como verdaderos esclavos de un sistema de producción y reproducción totalmente alejado del bienestar a favor del consumo humano. Vacas, terneras, cerdos, gallinas, son sistemáticamente explotados en la ganadería industrial, que los mantiene vivos hasta que es más rentable matarlos o mientras se extrae de ellos tanta leche, carne o huevos como para justificar su existencia.
Circos y zoológicos
Otra cara de la explotación animal se encuentra en los circos que emplean animales para satisfacción lúdica de los asistentes. Razones éticas, y basadas en los conocimientos científicos sobre las necesidades fisiológicas y etológicas de los animales, demuestran que el impacto de los circos sobre el bienestar animal es grave y potencialmente debilitante.
Los problemas que pueden surgir incluyen respuestas fisiológicas al estrés, sufrimiento mental y físico, o la aparición de comportamientos anormales como las estereotipias (la “repetición de los mismos actos sin ninguna razón o propósito aparente”). Todas estas respuestas son manifestaciones del fracaso de adaptación al medio. La naturaleza itinerante de los circos les imposibilita reproducir mínimamente los complejos hábitats y grupos sociales naturales de los animales, tal y como tuvimos ocasión de expresar ante el Congreso de los Diputados en las Jornadas de Protección Animal de APDDA celebrada el 26 de Mayo de 2015.
Otros lugares donde se explota a los animales son los zoológicos, los delfinarios, los acuarios y los parques de Atracciones donde se exhiben animales que pasan su vida en cautividad para satisfacer la curiosidad del ser humano. En algunos festejos populares, becerradas, y romerías, muchos animales alcanzan tal nivel de explotación que llegan a morir por deshidratación, agotamiento, y falta de cuidados veterinarios.
Otros casos de explotación son los caballos de paseo o carruajes para el transporte de viajeros, donde son sometidos a jornadas de trabajo ininterrumpidas, parados bajo el sol o soportando las inclemencias del tiempo.
El caso de los burro-taxi de Mijas
Las Ordenanzas Municipales tienden a reglamentar el ejercicio de la actividad del transporte de viajeros en carruajes o vehículos de alquiler con conductor, que utilicen como único sistema el arrastre por medio de caballerías. Suelen tener la calificación de actividad de interés público y está vinculada con la explotación de los recursos turísticos de la ciudad.
Analicemos un caso de singular transcendencia: los burros taxi del municipio malagueño de Mijas. El oficio de arriero tradicional, que cargaba mercancías, y los cambios socio-económicos de la zona, han llevado a reconvertir el oficio en el transporte de personas, sobre todo turistas. Son los conocidos como burros-taxi de Mijas, con partidarios y cada vez más detractores debido al cambio en la concepción del animal como ser sintiente.
El burro es un símbolo de Mijas, casi una marca. Se considera que su vecino precursor fue Julián Núñez Andreu, en los años sesenta. Así reza en la placa de agradecimiento al mismo. También existe una figura de bronce del burro a modo de bienvenida a los miles de turistas que visitan el municipio, y que se fotografían a su lado para llevarse un recuerdo o souvenir.
En el año 2015, se produjo una escena de un burro tumbado que no quería o podía levantarse, y en la que varios arrieros trataban de levantar de forma violenta al animal, incluso dándole patadas. Estos hechos dieron la vuelta al mundo y se iniciaron muchas campañas, manifestaciones, protestas, e incluso denuncias penales por presunto maltrato animal.
Los arrieros alegan que es su medio de vida y una tradición con más de treinta años en el municipio. Se trata de un colectivo no organizado de varias personas, que cuentan con licencias de burros-taxi, burros-carro y coches de caballos, otorgadas por el Ayuntamiento de Mijas, responsable de gestionar las licencias y de regular y controlar la prestación del servicio.
La ordenanza actual reguladora del servicio de Burros-Taxi, Burros-Carros y Coches de Caballos, fue aprobada definitivamente por el Pleno del Ayuntamiento en fecha 30 de noviembre de 2011. Define los burro-taxi como “la actividad económica de interés público gestionada por la iniciativa privada, que con carácter permanente se dedique al alquiler de éstos servicios para transitar por itinerarios turísticos en los que el usuario pueda contemplar los atractivos de la ciudad”.
Dejando al margen los requisitos y modo de obtención de las licencias que detalla la mencionada ordenanza, llama la atención que en la misma, dentro del apartado “ejercicio de la actividad” se haga una única alusión a la protección y bienestar de éstos animales, haciendo referencia a la “Ley de Protección de los Animales de Andalucía” que prohíbe maltratar o agredir físicamente a los animales; mantenerlos en lugares o instalaciones indebidas; obligar a trabajar a animales enfermos, desnutridos, fatigados, o a desempeñar trabajos en los que el esfuerzo exigido supere su capacidad (lo anterior es aplicable a las hembras preñadas).
En cuanto a la jornada de trabajo y explotación de éstos animales, que la Ordenanza define como “horario de servicio”, variará según la temporada: Otoño-Invierno: de 9.00 hasta las 18:30 horas. Primavera-Verano: de 8:30 hasta las 21:30 horas. De la ordenanza se desprende la cosificación del animal como instrumento para la prestación de un servicio a cambio de una tarifa.
En la actualidad se pretende mejorar dicha ordenanza, tratando de dotar de un mayor grado de protección al animal y mejorar sus condiciones de vida, actualizándola a las nuevas sensibilidades respecto al trato que debe dispensarse a los animales.
Quien suscribe se reunió con los responsables del Ayuntamiento, proponiendo alternativas para este asunto, tales como la creación de un Santuario donde los turistas puedan apadrinar a los burros, así como dejar de utilizarlos como instrumento de trabajo y sustituirlos por otros instrumentos como bicicletas, motos, tukctuks. En su defecto, si estas opciones no son viables, incrementar su protección y bienestar regularizando de forma pormenorizada sus condiciones de vida, trato y dignidad.
Santorini
Otro ejemplo que ha levantado mucha indignación es el caso de los burros de Santorini en Grecia. Imágenes de turistas obesos subidos a lomos de estos animales, causándoles heridas en la columna vertebral y graves lesiones en la piel, forzaron a que el Ministerio de Desarrollo Rural y Alimentación de Grecia publicara un nuevo conjunto de normas que establecen que los burros destinados para los paseos turísticos no deberán transportar cargas de más de 100 kilos, es decir, una quinta parte de su peso.
El uso de animales explotados es global, el ser humano, en su creencia de dueño y señor de todas las cosas (lo que incluye a los animales), está masacrando los recursos naturales que son limitados. Cuando respetemos a los animales, respetaremos nuestro planeta. Creo que ha llegado el momento, después será tarde.
A lo largo de la historia, el ser humano se ha servido de los animales para sobrevivir, para la obtención de alimento, abrigo y como herramienta de trabajo. Y en la consideración del animal como cosa, propiedad y medio para fines humanos se han llevado a cabo verdaderas atrocidades.
La explotación de los animales tiene diversas caras, pero en todas ellas hay un elemento común: el maltrato hacia el animal. Un maltrato que, paradójicamente, está amparado por abundante normativa, que no por ello deja de serlo, y que en muchos casos emana de Directivas Europeas.