Los arqueólogos intentan ponerle cara a la niña medieval enterrada en el Alcázar de Sevilla

Antonio Morente

5 de febrero de 2022 20:36 h

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En abril de 2021 se pusieron en marcha unos trabajos para proteger los azulejos de la capilla del Palacio Gótico, la primera construcción cristiana del Alcázar de Sevilla que Alfonso X impulsó hacia 1260. Y entonces saltó la sorpresa: nada más empezar se toparon con un sacófago de plomo y, en su interior, el cuerpo de una niña rubia y de unos 5 años, que se convertía así en el primer cadáver localizado en el palacio real sevillano en toda su historia. Los arqueólogos intentan ahora ponerle cara a la pequeña de manera literal, ya que trabajan en una reconstrucción facial para, junto con el ADN, determinar su procedencia, datación e incluso, si hay suerte, el linaje.

Pero lo cierto es que, formalmente, seguimos sin saber si la niña medieval es realmente medieval. “Faltan aún los estudios concluyentes de ADN y forenses que permitan la datación concreta”, apunta el avance de los resultados arqueológicos parciales. “Se trata de un trabajo científico que requiere rigurosidad”, recuerdan los investigadores.

El sarcófago apareció en los sondeos previos para instalar una cámara bufa de aireación, para proteger de la humedad a los azulejos de Cristóbal de Augusta de 1577 de la capilla del Palacio Gótico, que es la primera zona que se construyeron los cristianos en el recinto palaciego islámico nada más conquistar la ciudad en 1248. El ataúd de plomo parece que fue reubicado allí, es decir, que no sería su emplazamiento original, de ahí la prudencia hasta para dar por hecho que la niña es medieval, aunque desde luego tenía que ser de muy buena familia para que la colocaran en un emplazamiento tan noble.

Duda resuelta: no hay una cripta

¿Y qué detalles ha revelado la investigación inicial? Pues una de las más destacadas es que, aunque se han detectado indicios de más tumbas individuales, se descarta la existencia de una cripta bajo la capilla como parecían apuntar todos los indicios iniciales. Los arqueólogos se relamían con esta posibilidad que al final no ha sido, pero no faltan los detalles interesantes, como la constatación de que el recinto cristiano se levantó literalmente encima de construcciones que ya existían.

Los investigadores han encontrado restos de la muralla y de una de las torres del Alcázar islámico (de entre finales del siglo XI y principios del XII), lo que demuestra que la construcción del palacio cristiano en el XIII se produjo mediante el relleno cimentado de los niveles previos. La muralla islámica se aprovechó como muro de contención y, de paso, permitió habilitar galerías de transición a los jardines y huertas, que se sitúan en una cota inferior.

El estudio geofísico que se ha hecho con georradar ha permitido, de esta manera, determinar cómo fue el proceso constructivo en esta transición del mundo islámico al cristiano en el que –dado que los reyes todavía se alojan en él cuando pernoctan en Sevilla– pasa por ser la residencia real en uso más antigua de Europa. El Palacio Gótico fue desde su construcción pasado el ecuador del XIII la residencia de los monarcas castellanos durante más de un siglo, hasta Pedro I.

El hogar de los reyes castellanos

Durante esos años se tiene constancia de la muerte en plena infancia de al menos siete u ocho hijos de los sucesivos reyes que pasaron por estas instancias: Alfonso X, Sancho IV, Fernando IV, Alfonso XI y Pedro I. Así que si la niña es de esta época, es muy probable que estuviese vinculada a la casa real, pero si al final resulta que no es medieval ya hay más opciones, porque entonces podría ser de una familia nobiliaria o incluso de alguno de los alcaides del palacio.

A la espera de los resultados de los estudios forenses y de ADN, lo que ya se sabe seguro es que no se va a poder ejecutar la cámara bufa que se iba a hacer en la capilla y que dio origen a toda esta historia. Mientras tanto, continúan unos trabajos que incluyen estudios tanto genéticos y forenses como del sarcófago de plomo, un análisis antropológico y dataciones radiocarbónicas de tres muestras (restos humanos, calzado y ataúd de madera), que se están llevando a cabo en el Centro Nacional de Aceleradores ubicado en la Cartuja. Así que toca esperar para ponerle cara a la niña y, como insiste una y otra vez el arqueólogo Miguel Ángel Tabales (que comanda al equipo de trabajo), habrá que hacer uso de dos de las condiciones que deben acompañar a toda aventura arqueológica: la prudencia y la paciencia.

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