ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
El DNI de Al Andalus de mi abuelo
Mi abuelo en los años setenta se hizo un DNI de Al Andalus a partir de una tarjeta de visita de Piensos Catyd. En ese carnet, sin ningún tipo de validez legal, se cambió el nombre de Enrique Franquelo a Abderramán ben Franquelo al Coturbi, pasando a llamarse igual que la famosa saga de emires y califas cordobeses. Lo de “al Coturbi” puede que sea un error intentando escribir “al Curtubi”, porque mi abuelo era de esa misma ciudad, de Córdoba.
Pude disfrutar de su presencia muy fugazmente, porque se fue de este mundo cuando yo era muy chiquinino. La mayor parte del tiempo lo pasaba con él los domingos, cuando le decía a mi madre que me iba a llevar a misa a la Catedral de Sevilla, pero no siempre era así, porque realmente me llevaba al Mercadillo de Coleccionismo del Cabildo. Este mercado se encuentra frente a la puerta de la Asunción, puerta principal del templo, y se accede por un pasaje donde se llega a una plaza semicircular con soportales y restos de muralla. Este mercado se monta los domingos por la mañana, y allí me llevaba mi abuelo a buscar sellos, monedas, billetes, cupones de lotería y otros objetos raros. Este lugar también era un punto de encuentro con mi tito Manolo, a veces con su amigo Paco y en otras ocasiones con un ruso que hablaba castellano muy mal que le traía a mi abuelo sellos de su país, desde el periodo zarista, pasando por la URSS y finalmente el inicio del nuevo estado postsoviético.
He tenido que relacionarme con mi abuelo través de objetos que poco a poco me he ido encontrando por casa. Desde hojas sueltas escritas a máquina, cartas de correspondencia con coleccionistas de América y Europa o sus colecciones de sellos
Siempre he visto en mis amistades las relaciones que tienen con sus abuelos y abuelas, cómo les trasmitían sus conocimientos y sus vivencias. En mi caso, lo he tenido que hacer de forma indirecta a través de objetos que poco a poco me he ido encontrando por casa. Desde hojas sueltas escritas a máquina, cartas de correspondencia con coleccionistas de América y Europa, sus colecciones de sellos, sus cuadernos artesanales repletos de collages con recortes de prensa de noticias muy variadas, unas pocas fotos donde sale retratado junto al “Papapapa” (mi tatarabuelo), hasta con su esposa y mi madre (su hija). También estampitas de santos y vírgenes, así como papeletas electorales y pegatinas políticas (una de ellas del histórico referéndum del 28 de Febrero de 1980) o recortables (al no tener mucho dinero para poder gastar en juguetes, me hacía recortables de todo tipo; mi padre también hacía un montón). Entre sus escritos a máquina encontré una recopilación de cuentos y leyendas de Andalucía que había empezado a hacer cuando era veterinario rural y que continuó haciendo ya durante la jubilación.
En muchas ocasiones, cada vez que he movido un mueble o he abierto una carpeta, han aparecido más objetos, y he sentido el mismo asombro que cuando leo, en la prensa local, una noticia relacionada con un nuevo descubrimiento fortuito de carácter arqueológico debajo de un edificio en obras o el hallazgo de una obra pictórica o escultórica que estaba olvidada en algún almacén de una institución pública o religiosa.
Sin querer explayarme mucho más en estas vivencias, noto un cierto paralelismo entre mi historia personal y la que mucha gente de mi generación está sintiendo en los últimos años con Andalucía y su historia. Un encuentro con el pasado a partir de sentires, recuerdos y artefactos que puede ser tanto del pasado cercano como del más lejano del que aún tenemos vestigios, que en un principio parecen totalmente inconexos pero que, poco a poco, van encajando como pequeñas teselas de un inmenso mosaico romano o azulejos de un alicatado mudéjar, con testigos a nuestro alrededor que nos ayudan a saber encajar las piezas en su lugar correcto. En mi caso, preguntando a mi madre, mis primas y otros familiares que le conocieron, y para el caso de Andalucía, recurriendo a la gran multitud de autoras y autores que han dejado su huella en esta tierra.
Mi abuelo en los años setenta se hizo un DNI de Al Andalus a partir de una tarjeta de visita de Piensos Catyd. En ese carnet, sin ningún tipo de validez legal, se cambió el nombre de Enrique Franquelo a Abderramán ben Franquelo al Coturbi, pasando a llamarse igual que la famosa saga de emires y califas cordobeses. Lo de “al Coturbi” puede que sea un error intentando escribir “al Curtubi”, porque mi abuelo era de esa misma ciudad, de Córdoba.
Pude disfrutar de su presencia muy fugazmente, porque se fue de este mundo cuando yo era muy chiquinino. La mayor parte del tiempo lo pasaba con él los domingos, cuando le decía a mi madre que me iba a llevar a misa a la Catedral de Sevilla, pero no siempre era así, porque realmente me llevaba al Mercadillo de Coleccionismo del Cabildo. Este mercado se encuentra frente a la puerta de la Asunción, puerta principal del templo, y se accede por un pasaje donde se llega a una plaza semicircular con soportales y restos de muralla. Este mercado se monta los domingos por la mañana, y allí me llevaba mi abuelo a buscar sellos, monedas, billetes, cupones de lotería y otros objetos raros. Este lugar también era un punto de encuentro con mi tito Manolo, a veces con su amigo Paco y en otras ocasiones con un ruso que hablaba castellano muy mal que le traía a mi abuelo sellos de su país, desde el periodo zarista, pasando por la URSS y finalmente el inicio del nuevo estado postsoviético.