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Algeciras, tras el asesinato de un sacristán: “Aquí la convivencia entre culturas y religiones es única”

Juan José Téllez

Algeciras —

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En Algeciras viven personas de 120 nacionalidades de origen. Hay presencia marroquí, pero también se registra la importante presencia de la comunidad boliviana, que supone el 3,64 por ciento de los algecireños procedentes del extranjero; la rumana, con el 3,51 por ciento; la china, con el 2,91; la brasileña, con 2,21, y la británica con un 2,11 por ciento.

Hay otros datos que pueden contribuir a componer el mapa sociopolítico de la ciudad, los de las últimas elecciones generales: en las últimas, las de diciembre de 2019, el partido más votado en Algeciras fue Vox, con 15.492 sufragios, seguido a corta distancia por el PSOE, con 15.066 y, luego, el PP, con 10.197, a pesar de que esta formación política mantiene el gobierno municipal con el alcalde José Ignacio Landaluce a la cabeza. Le siguieron Adelante –la confluencia de Podemos e IU--, con 5.897 votos y Ciudadanos, con 4.764.

“Mucho cuidado con la utilización política de sucesos tan terribles como este, mucho cuidado con los mensajes que se dan en una misma dirección, los de rechazo y xenofobia. No pueden ser, porque nos jugamos el presente y el futuro del Campo de Gibraltar, dado que la realidad nos dice que ya somos multiculturales y diversos. Enfrentarnos a unos y a otros sería un suicidio social” , explica Francisco Mena, que comparte la presidencia de la Fundación Márgenes y Vínculos y de la Federación contra la Droga.

“Para mí, era un colgao”

“Ese criminal no era de aquí, de Algeciras, era una persona de paso que lleva unos meses; hace semanas empezaron a verlo por las mezquitas y la semana pasada lo echaron de una de ellas, porque tenía la mente un poco ofuscada y pretendía organizar sus horarios y su funcionamiento. Nadie va a venir a exigir cómo llevar la mezquita, cuando esta tiene un orden y unos hábitos”.

Mohamed El Mikaden, de la Comunidad Islámica de Algeciras, habla así de Yasin Kanza, el joven marroquí de 25 años que este miércoles asesinó al sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de la Palma, el principal templo católico de la ciudad.

Este viernes, en ese recinto, a las 13 horas, se ha celebrado el funeral por su alma, en una ceremonia presidida por el obispo de la diócesis de Cádiz-Ceuta, Rafael Zornoza, y concelebrada por todos los sacerdotes de las parroquias algecireñas. También estuvieron presentes los 27 concejales del Ayuntamiento, que de manera unánime –PP, PSOE, Adelante Andalucía, Vox y Ciudadanos—respaldaron la iniciativa de que una plaza de la ciudad, cerca de donde se conmemora a las víctimas del terrorismo, lleve el nombre de la víctima de esta agresión cuya naturaleza investiga la policía.

“Para mí, que era un colgao. Ningún yihadista organizado va por ahí paseándose por las calles con una capa y un machete en la mano –opina el sacerdote José Chamizo, ex defensor del pueblo andaluz, cuyo primer destino fue el de la Parroquia de La Palma, a finales de los años 70–. Al menos, parece que la policía está considerando dicha hipótesis”.

“Está la cosa controlada”

En el funeral por el alma de Diego Valencia, estuvo presente la Comunidad Islámica de Algeciras, que transmitió su pesar a los familiares del fallecido. Dentro de dicho colectivo, se señala que en la familia marroquí de Kanza hay algún caso de enfermedades mentales y que esta podría ser la espita del fatal suceso de esta semana. Desde la Fiscalía, con la legislación por delante, se entiende que aún en caso de que el asesino padeciera algún trastorno de esta naturaleza, como se sospecha en su entorno, de confirmarse su radicalización y de considerarse que actuaba con el objetivo de matar a un religioso, podría mantenerse el supuesto de terrorismo yihadista, dado que la enajenación mental no lo excluiría.

“Hasta el momento, la ciudad de Algeciras y los ciudadanos estamos superando los momentos más difíciles. Hasta ahora, está la cosa controlada y esperemos que siga así, para mejorar la situación y hacer labores de convivencia y respeto común”, desea Mohamed El Mikaden, quien llegó a España en 1998 y reside en Algeciras desde 2004, entre otros motivos, porque “es una ciudad de paz y de integración”.

122.000 habitantes y cinco mezquitas

Por la ciudad, se reparten seis pequeñas mezquitas, tres de ellas en el barrio de El Saladillo, dos en el de la Caridad y otra en la Bajadilla: “Aquí no hay guetos –afirma Francisco Mena, que comparte la presidencia de la Fundación Márgenes y Vínculos y de la Federación contra la Droga–. O, mejor dicho, si hay guetos, todos comparten el mismo gueto, payos, moros y gitanos, y no existen compartimentos estancos”.

El Mikaden prefiere hacer caso omiso a los mensajes de odio que se extienden por las redes sociales: “Ni siquiera le echamos cuenta, por lo menos por mi parte. Estoy viendo siempre los ánimos positivos, pero nos ha dolido mucho este acto criminal. No tenemos por qué pagar por la locura de un solo hermano. Los algecireños de verdad nos conocemos entre nosotros, porque llevamos muchos años luchando para conseguir la paz y la convivencia. No va a venir alguien a destruir todo el esfuerzo de tanto tiempo”.

Según el censo de 2021, Algeciras cuenta con 122.982 habitantes, de los que 10.325 son extranjeros y, de entre estos últimos, el 61,9 por ciento proviene de Marruecos, esto es, más de 6.000. Sin embargo, su número real es mayor dado que muchos están de paso y otros no llegan a empadronarse. En cualquier caso, el doble de hace una década, cuando el Instituto Nacional de Estadística (INE), registraba a 1 de enero de 2010 la presencia de 3.551 marroquíes, residentes en la ciudad. La crisis financiera de 2008, aquí se dejó sentir en 2011 y muchos marroquíes residentes en otros lugares de Andalucía, en el norte de España o en varios países europeos, decidieron agruparse en esta ciudad, por un motivo casi logístico: “Cuando llega la crisis de 2008, en toda España, decreció el número de población migrante. En Algeciras, creció la población musulmana. Fue fruto de un razonamiento y es que cuando un migrante vivía en Madrid, Barcelona, Francia o Bruselas, cuando se quedaba parado, venía a Algeciras, primero, razonaba, porque sigo en el 'primer mundo', pero a mi familia la tengo a una hora, y si estoy pasando penuria, los tres meses de verano, mando a mis niños a Marruecos”.

“La única receta posible es que no cunda el miedo”

José Chamizo, que fuera Defensor del Pueblo de Andalucía y ahora preside Sevilla Acoge, nació en Los Barrios, a ocho kilómetros de Algeciras: “La convivencia en Algeciras y por extensión en todo el Campo de Gibraltar, entre diferentes culturas, es histórica -opina--. Sólo hay que ver la historia moderna y contemporánea para comprenderlo. Recordamos aquí la presencia anual de marroquíes para comprar cordero. Yo, como hijo de veterinario, al menos, lo recuerdo. Y se establecía un contacto a nivel familiar, absoluto. Hoy, también. Hechos tan lamentables vienen a poner alarmas y ver qué podemos hacer de cara al futuro. La única receta posible es la de que no cunda el miedo o el rechazo, que sigamos conviviendo como hemos hecho durante años”.

En las mezquitas locales, conviven musulmanes de toda extracción y procedencia. Si bien en dicha comunidad hay muchos creyentes que proceden de Ceuta, en el interior de dichos oratorios, no hay distingos: “Las mezquitas no tienen nada que ver con política. Cualquier persona de cualquier nacionalidad puede venir a rezar en ellas”, opina El Mikadem, que alaba la convivencia ecuménica que también existe en Algeciras: “El año pasado, vinieron dos curas al ayuno del ramadán. Casi todos los años vienen. Aquí siempre ha habido convivencia y respeto”.

Se da la circunstancia particular de que en Algeciras también existe una pequeña comunidad musulmana española de origen, hoy un tanto diluida y que nació al calor del Frente Andaluz de Liberación, de Abderrahman –anteriormente Antonio—Medina Molero, que abogaba, entre otras cuestiones, por el reconocimiento de la identidad andalusí de esta tierra y también de sus creencias.

En la comunidad islámica, venía existiendo un cierto enojo por la imposibilidad de conseguir una parcela de dos mil metros donde asentar un cementerio musulmán, a fin de no tener que desplazar sus enterramientos a Córdoba, a Ceuta o a Valencia: “Este tema está bloqueado, no hay avance ninguno –admite El Mikadem--.  Esa es una de las cosas que nos preocupa, pero este no es el momento de reclamarlo”.

Pedro Gómez también es inmigrante, pero de una ciudad cercana, la de la capital gaditana. Tras más de cuarenta años en Algeciras, acaba de ser nombrado hijo adoptivo y en su parroquia del Espíritu Santo, en el populoso barrio de La Piñera, conoce de primera mano esa coexistencia, en la que a veces se producen roces ocasionales: “Lo que ocurre con estos sucesos, es que a los que son racistas y xenófobos, les incrementa su racismo y su xenofobia. Empezamos a oír eso de que ´Ya han llegado aquí, ya empiezan por esta ciudad, vete a saber lo que nos viene ahora'. Por parte de los musulmanes con los que tengo confianza, en el barrio, percibo que están doloridos porque están escuchando, sin llegar a más, estos comentarios. Textualmente, me decía uno: ´Lo que ha hecho este no es el Islam que yo practico y que practicamos la mayoría. También estamos en contra de ese crimen pero ahora todo esto hace que crezca la no aceptación'”.

El cura Pedro, como se le conoce en el barrio, ha hecho su propia encuesta. En el colegio Andalucía, por ejemplo, no ha habido ningún problema entre los alumnos, pero “en el Instituto del Saladillo, al día siguiente del crimen, se notaba el disgusto, pero no hubo ningún mal gesto, ni atisbo de violencia y peleas, vete a saber si un poquito de miedo sí. Siempre se ha notado que es mucho más fácil la convivencia entre los niños y jóvenes que entre los adultos”.

“La mayor naturalidad”

Cuando se acercó al colegio Andalucía, mientras conversaba con su director, salió el profesor de Islam, “a darme a su modo el pésame y a decirme que eso no es el Islam, que no es el Corán”.

“Hay actitudes varias ante esta tragedia. Yo creo que es un momento de concienciar a nuestra gente. Lo que tiene que provocar ese asesinato es mayor convivencia y no demonizar al colectivo musulmán, al colectivo marroquí. Si lo hacemos, vamos a ir a peor”.

Aunque en las primeras horas que siguieron al crimen, la policía vigiló las diferentes parroquias de la ciudad, Pedro Gómez no percibe miedo entre los sacerdotes y monjas de Algeciras: “Ni entre los marroquíes. Yo, por ejemplo, el jueves, que yo tenía el reparto de alimentos en Cáritas, lo hicimos con la mayor naturalidad y dentro del grupo que viene cada semana, y que conforman unas 40 familias, entre ellas siempre hay dos o tres marroquíes, y vinieron con la mayor naturalidad”.

Sin precedentes de yidahismo de importancia

Por otra parte, en la ciudad, no existen precedentes yihadistas de importancia, salvo el hecho de que, durante año y medio, en el barrio de El Saladillo, residió Ayoub El-Kahzzani, que en 2015 intentó atentar contra un tren que viajaba de Bélgica a Francia y que acaba de ser juzgado.

Carnicerías, peluquerías, cafeterías, conforman la geografía urbana de la Algeciras de aire marroquí cuyo rostro más visible es el del barrio de La Caridad, alrededor del mercado Ingeniero Torroja. A veces, la integración es complicada, como en el ámbito laboral: “Hay muchos afiliados marroquíes, pero no hay delegados –afirma Miguel Alberto Díaz, de Comisiones Obreras--, pero hay ejemplos maravillosos de convivencia, como la escuela de música que ha creado Barrio Vivo en La Piñera y en donde podemos admirar a una jovencísima pianista, cuya familia de origen es marroquí y que está integradísima”.

“Aquí –afirma Díaz– todo el mundo da discursos desde la lejanía. ¿Qué hay marroquíes hijos de puta? Claro. Y españoles, hijos de puta. Y polacos”.

En torno al mercado, en cuyos puestos abundan también los marroquíes, las calles del Barrio de la Caridad ofrecen un paisaje urbano a menudo escrito en árabe, con carnicerías halal, como  Alhambra, la Cafetería Goya en la Acera de la Marina, La flauta mágica, en el Paseo Marítimo, o la antigua Peña de Camarón de la Isla, en los callejones próximos a la antigua banda del río, donde ahora, paradójicamente, no se puede tomar alcohol.

“Tras el crimen, veo más preocupación entre la comunidad musulmana que la católica. Creo que hay gente interesada en trasladar lo que ha hecho un solo individuo a toda la comunidad musulmana. Lo estamos viendo en las redes sociales. Lo que ha hecho un solo individuo es responsabilidad de ese individuo. El resto de la comunidad se comporta, en términos generales, francamente bien”.

Eso afirma Paco Mena, quien pone como ejemplo de las buenas relaciones el apoyo de la población local a sus vecinos marroquíes durante el último Mundial de Fútbol, cuando salieron juntos a la calle a celebrar las victorias de la selección del país vecino: “Fíjate los incidentes que hubo en Bélgica, en Francia; en Algeciras, ni uno. La convivencia que hay en Algeciras con ese crisol de culturas y religiones es excepcional, es única. Y si las migraciones constituyen un fenómeno recientemente nuevo en el resto de España, en el Campo de Gibraltar, las conocemos de toda la vida. Y, además, aquí hemos visto la cara más amarga de la emigración, que son los muertos en la costa. Eso ha creado una sensibilidad que no existe en casi ningún otro sitio”.

“Estoy convencido que no se va a romper la convivencia, pero hay gente que está intentándolo. Ahora, la extrema derecha reclama que se expulse a los inmigrantes irregulares. En el Campo de Gibraltar, inmigrantes irregulares hay muy pocos. La mayor parte de la comunidad marroquí está regularizada, o tiene el dni o el nir. Por la sencilla razón de que cuando llegan, se les da la orden de expulsión y tiran para Almería, para el norte de España o para Europa, para que no los pillen y los repatrien”.

“Rara avis”

Así, el caso de Kanza, sobre el que pesaba una orden de expulsión desde junio del año pasado, constituye una rara avis. Sobre el resto, Mena describe una relación larga y fluida, desde el centro de salud a los colegios o las asociaciones de vecinos: “En el barrio de la Caridad, no sólo hay marroquíes sino ceutíes musulmanes o españoles de otras creencias. Aquel barrio era el barrio de los gitanos. Y no los echaron los marroquíes, les compraron los negocios. Un marroquí si aspira a algo en la vida es a tener un negocio y cuanto más empleados, más prestigio le da”.

De ahí que desde la Coordinadora contra la Droga Barrio Vivo y desde la Fundación Márgenes y Vínculos, se pusieran en marcha varios programas para la convivencia, como “Un barrio de todos”, “Migrantes en Igualdad” y “Pro-Integra”, para los que Inclusión Social ha vuelto a habilitar fondos a fin de continuar con su labor: “Tienen la peculiaridad que se trabaja con la población migrante pero también con la española, porque lo que busca es mejorar la convivencia, que comparta los mismos espacios. Una mujer marroquí que viene de Marruecos lo primero que hace es aprender español. Son los cursos más demandados que tenemos. Saben que si se quieren integrar el idioma es fundamental. Diferentes niveles, desde que no habla absolutamente nada a la que lo habla y no sabe escribir”, describe Mena.

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