Un nuevo proyecto de restaurante en el faro de Trafalgar enciende la polémica en torno a privatizar espacios naturales
Los colectivos ecologistas se posicionan contra el proyecto de la Autoridad Portuaria, mientras algunos vecinos y trabajadores de la zona, integrada en la Red Natura 2000, muestran su comprensión por la posibilidad de explotar el lugar para la hostelería “siempre que no hagan cosas raras”
Al llegar al bar Las Dunas, en los Caños de Meca, se acaban las construcciones y empieza un paraje natural con el icónico Faro de Trafalgar al fondo. Ya no se puede avanzar con el coche porque lo impide una barrera. Se supone que ese será el punto de recogida en coches eléctricos de los clientes del restaurante que está proyectado para construirse en el mismo Faro. Ya se ha producido una movilización para impedirlo y hay casi 9.000 firmas para protegerlo de la explotación privada, pero al visitar in situ la zona, las opiniones de los lugareños son diversas. El cabo de Trafalgar, con su faro, pertenece a la Red Natura 2000 y es además, desde 2001, una Zona Especial de Conservación y un Monumento Natural, ambos reconocidos por la Junta de Andalucía.
Nadie quiere que ese kilómetro mágico que hay hasta llegar al Faro cambie. Una carretera que se cubre de arena por el viento de levante y que se puede transitar andando hasta llegar hasta esa linterna imponente en unos 15 minutos. La playa queda a la izquierda en un paraíso que algunos sienten amenazado por ese proyecto anunciado por la Autoridad Portuaria de Cádiz.
No es el primero de España que puede contar con un uso alternativo. El faro de Formentor, en Baleares, cuenta con un restaurante, o el de Fisterra (Galicia) alberga una sala de exposiciones. En la actualidad, 28 faros de España acogen usos como centros de interpretación, arte y exposiciones; 12 faros son utilizados como centros culturales y de formación; cinco como centros de investigación y laboratorios, y otros siete faros disponen de cafeterías y restaurantes.
Según Puertos del Estado, el objetivo es “contribuir a una mayor conservación” del edificio del faro. Un inmueble singular que forma parte del patrimonio histórico, a la par que supone “un elemento de atractivo para la inversión y la consiguiente creación de empleo asociada a su explotación, así como la potenciación de sinergias con otras actividades turísticas ya existentes en la zona o que podrán desarrollarse, como rutas turísticas”.
Estas ideas se ven con mucho escepticismo entre los colectivos que se muestran contrarios al proyecto de montar en Trafalgar un centro de interpretación y un restaurante. “Esto no sólo limitaría el acceso público a este monumento histórico, sino también podría poner en peligro su conservación. El patrimonio histórico debe ser preservado para las generaciones futuras y no explotado por intereses comerciales privados. Por lo tanto, pedimos a las autoridades competentes que intervengan para proteger el Faro de Trafalgar contra cualquier tipo de explotación comercial y garantizar su conservación como patrimonio histórico abierto al público”, dicen en la petición de Change.org que se abrió a primeros de diciembre.
“Le puede venir bien a todo el mundo”
Vecinos y trabajadores de la zona echan de menos algo más de información. Les ha llegado que el proyecto será respetuoso con el medio ambiente y que se crearán algo más de 20 puestos de trabajo, pero no las tienen todas consigo. “Dicen que van a poner un restaurante para un máximo de 50 comensales o algo así y se llevarán a los clientes en carritos como los de los campos de golf porque esto es arena todo. No creo que habiliten una carretera solo para los que vayan a comer allí. No se ha hecho nunca y no se debe hacer porque entonces es cuando se le echaría la gente encima”, dice Manuel, un vecino de la zona. Nada se dice de cómo llegarían al faro los suministros que a diario requiere una instalación así (bebida, alimentos, combustible) y que habitualmente se realiza en furgones y camiones de reparto.
Se palpa entre los visitantes y los propios del lugar que no se termina de ver mal el proyecto, si se cumplen ciertas normas. “Yo veo bien que la gente se manifieste para que esto no pierda su esencia, pero realmente el Faro está muerto y se puede echar a perder. Con lo que quieren hacer, aquella parte se mantendría mejor. Siempre que no abusen y no hagan cosas raras, yo creo que le puede venir bien a todo el mundo”, comenta una trabajadora de un bar cercano.
La sensación que dan las instalaciones del Faro cuando se llega es de cierto abandono. Un cartel recuerda que está prohibido el paso y los turistas disfrutan rodeándolo con un camino habilitado que muestra la belleza del entorno. Hay un farero que pasa por todos los faros de la zona y que visita el de Trafalgar semanalmente, dependiendo de las condiciones meteorológicas. Ya no hay uno viviendo específicamente ahí porque ya está todo informatizado. “Yo he tenido la suerte de poder entrar y tiene casi dos metros de altura de azulejos sevillanos. Eso no tiene precio y está desaprovechado”, lamenta un barbateño que pasea junto a su perro.
La posición del alcalde de Barbate
Más dudas tiene Marta, una activista que estuvo presente en la concentración realizada para protestar contra el proyecto. “No me creo que vayan a dar trabajo a gente de aquí. Dicen muchas cosas y vete a saber lo que van a hacer de verdad. Se supone que esto está protegido al ser un tómbolo. Yo estaba en la manifestación y no sabíamos muy bien ni qué estábamos reclamando. Estamos desinformados”.
Hasta ahora, la gente que llegaba hasta el Faro era por darse el paseo y ver el atardecer. La zona pertenece al Ayuntamiento de Barbate y el alcalde se muestra partidario de que vaya adelante el proyecto. “No vamos a poner ningún tipo de problema a desarrollar un faro que debería estar como valor turístico predominante, con un centro de interpretación que rememore la Batalla de Trafalgar, y realce la historia, la cultura y todos los elementos que tenemos alrededor, como las ruinas romanas y todo lo que se ha ido encontrando en estos tiempos y que sabemos que están ahí. La mayoría de la gente que se queja no es ni de la zona”, afirma Miguel Molina (AxSí).
Restricciones a vehículos y mejoras en la torre
En el proyecto de la Autoridad Portuaria se especifica que la zona de aparcamiento es exterior a la concesión, por lo que se restringe el acceso de vehículos, a excepción del servicio de traslado en determinadas temporadas que ofrecerá la propia empresa con vehículos en su mayoría eléctricos.
El proyecto, con una inversión total de 838.850 euros, plantea la contratación de 22 personas residentes en el ámbito de influencia del faro para la temporada baja, una cifra que puede llegar a 41 en temporada alta, y la posibilidad de contratación de personas mayores de 50 años, en situación de riesgo de exclusión social y paridad en la plantilla.
Además, según la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, entre las mejoras ofrecidas por el concesionario destaca un plan específico de limpieza de arenas en la carretera del faro y mejoras en la torre. La concesión se otorga por un plazo de 15 años con posibilidad de prorrogarlo por cinco más.
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